29 de julio 2016 - 08:22

El Papa pidió en Auschwitz "perdón por tanta crueldad"

Francisco atravesó el tristemente célebre letrero de Arbeit Macht Frei (El trabajo libera), y entró al campo.
Francisco atravesó el tristemente célebre letrero de "Arbeit Macht Frei" ("El trabajo libera"), y entró al campo.
El papa Francisco visitó durante casi una hora el campo de exterminio nazi de Auschwitz y, tras saludar a once sobrevivientes del lugar, pidió "perdón por tanta crueldad". 

Apenas pasadas las 09.15 locales (04.15 de Argentina), tras dar 45 pasos en soledad con la mirada seria en el callejón de tierra que hace de camino de ingreso, Francisco atravesó el tristemente célebre letrero de "Arbeit Macht Frei" ("El trabajo libera"), y entró al campo por el que pasaron más de un millón de prisioneros durante el horror nazi.

Apenas ingresó, permaneció sentado solo, con los ojos cerrados, durante diez minutos, en uno de los bancos del lugar. Luego comenzó el recorrido, a bordo de un auto eléctrico.

"Señor, ten piedad de tu pueblo. Señor, perdón por tanta crueldad", escribió Francisco en el libro de visitas del campo de exterminio ubicado a unos 66 kilómetros de Cracovia, donde llegó el miércoles para una visita de cinco días a Polonia y participar en la XXXI Jornada Mundial de la Juventud.

Ese fue el pedido del obispo de Roma al dejar su mensaje en el campo que funcionó entre el 14 de junio de 1940 y el 27 de enero de 1945, día luego instituido por Naciones Unidas como "Jornada Internacional de la Memoria en recuerdo de las víctimas del Holocausto".

Antes de entrar al "Bloque 11" del Campo, donde se recluían a los prisioneros para castigos y donde también se hicieron las primeras pruebas con el gas Zyklon B, Francisco saludó y besó, uno por uno, a Helena Dunicz Niwinska, (1915, Viena), prisionera número 64118 en el campo; Alojzy Fros, (1916, Rybnik), prisionero número 136223; Janina Iwanska (1916, Varsovia), prisionera 85595; y a Waclaw Dlugoborski (1926, Varsovia), prisionero 138871.

También saludó a Zbigniew Kaczkowski (1921, Cracovia), prisionero 125727; Stefan Lesiak (Pińczów, 1927) ), prisionero 197204; Valentina Nikodem (Lodz, 1922), prisionera 8737; Marian Majerowicz (Myszkow, 1926), número 157715; Eva Umlauf (74 años), número A-26959; Naftali Fürst (Bratislava, 1932), prisionero B-14026; y Peter Rauch (Munich, 1939), prisionero Z-3531.

Antes del saludo, Francisco rezó en soledad y a oscuras cinco minutos en la celda en la que fue recluido a muerte Maximiliano Kolbe, el santo polaco y sacerdote católico. Kolbe, sacerdote franciscano detenido en Auschwitz, pidió ser ejecutado a los 47 años para salvar la vida de otro prisionero del campo que tenía esposa e hijos.

Kolbe fue beatificado por Pablo VI en 1971 y canonizado por Juan Pablo II en 1982.

Tras visitar Auschwitz I, el campo original construido en 1939 tras la invasión de la Alemania nacional socialista de Adolf Hitler a Polonia, el pontífice argentino se trasladó al campo vecino de Auschwitz II o Birkenau, también en la localidad de Oswiecim (nombre en polaco del sitio).

Allí rezó en silencio delante de las lápidas que, en distintos idiomas, conmemoran el horror del campo.

Solo con la mano derecha en el pecho, el Papa contempló durante varios segundos, de pie, cada una de las lápidas conmemorativas. Al final de su recorrido, dejó una lámpara de aceite encendida como ofrenda a las víctimas del campo.

Birkenau, a unos 3 kilómetros de Auschwitz I, fue construido en 1941 como parte de la Endlösung (solución final) y allí el pontífice también rezó en silencio y se encontró con 25 "justos de las naciones", título que otorga el Estado de Israel a "no judíos que arriesgaron sus vidas para salvar a judíos durante el Holocausto".

Tras el rezo del Papa, el rabino polaco Michael Schudrich entonó el Salmo 130, el De Profundis.

Fue la tercera visita de un pontífice a Auschwitz, tras la de Juan Pablo II el 7 de junio de 1979 y la de Benedicto XVI el 28 de mayo de 2006.

A diferencia de sus antecesores, Francisco se mantuvo en silencio los 50 minutos que duró su visita: Juan Pablo II se había reunido con Franciszak Gajownizek, el hombre al que el Kolbe había salvado la vida, mientras que Benedicto XVI lanzó durante su vista la recordada pregunta "¿Por qué, Señor, has tolerado esto?".

Los campos de concentración fueron la coronación de un vasto sistema de internación, deportación, tortura y desaparición de personas montado por el régimen nacional socialista para deshacerse de judíos, gitanos, otras "razas inferiores" y disidentes políticos o religiosos.

Auschwitz-Birkenau estaba en el centro de la red de campos de exterminio, que se extendía por toda Europa Central y Oriental desde Chelmno, al Norte de Polonia, hasta Jasenovac, en el corazón de Croacia.

Su máximo pico de actividad se produjo después de 1942. Su antecedente más lejano son los campos de concentración montados en África del Sur por las tropas del Imperio Británico para encerrar allí a las familias de los guerrilleros bóers y quebrar la voluntad de los integrantes de esas unidades.

Tras la visita a Auschwitz, Francisco visitará el Hospital Pediátrico de Prokocim y por la tarde participará del Vía Crucis con participantes de la Jornada Mundial de la Juventud en el parque Blonia de Cracovia, donde ayer pidió a 600 mil jóvenes "compromiso" con los migrantes y los alertó sobre "los vendedores de humo y de falsas ilusiones".

Más tarde fue recibido por la premier de Polonia Beata Szydlo, y visitó el hospital universitario de Prokocim, el mayor hospital pediátrico en el sur del país, que trata cada año a unos 30.000 niños internados y 200.000 en forma ambulatoria.

"Quisiera poder estar -dijo el Papa- un poco más cerca de cada niño enfermo, junto a su lecho, abrazarlos uno por uno, escuchar aunque sea un solo momento a cada uno de ustedes y juntos hacer silencio frente a las preguntas para las cuales no hay respuestas inmediatas. Y rezar".

También expresó que quisiera que "como cristianos seamos capaces de estar junto a los enfermos a la manera de Jesús, con el silencio, con la caricia, con la plegaria".   

También renovó su crítica a la "sociedad del descarte", que margina sobre todo a las personas más débiles y frágiles, y "esto es una crueldad".

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