22 de marzo 2017 - 00:08

No se espera ni fiesta, ni boom

El consumo sigue sin recuperarse tras un difícil 2016. Para los especialistas, el contexto cambió en los últimos 15 meses y vaticinan, en el mejor de los casos, una leve recuperación en el mediano plazo. El menor poder adquisitivo reconfiguró los hábitos de compra de los consumidores, que miran y comparan los precios antes de concretar una operación. De la puja inflación vs. suba salarial dependerá el resultado. Aquí, la opinión de dos especialistas.

El consumo masivo vivió un proceso de retracción en 2016. Las ventas en volúmenes de alimentos, bebidas, cosmética y limpieza, cayeron 4%. Los motivos fueron básicamente tres: la caída del poder adquisitivo de 7 puntos en el sector formal (seguramente más en el informal), el tener que pasar a pagar algo que antes era casi gratis (tarifas) y un nuevo patrón de consumo acorde a este contexto; el modo austero.

Los argentinos tienen una gran sensibilidad y capacidad de adaptación para readecuar sus hábitos en función de la dinámica económica, ya sea cuando la economía se expande, como cuando se contrae. Hoy dicen: antes compraba sin mirar, ahora me fijo en todo. Están mucho más atentos a cómo usan su dinero. En un punto las curvas de oferta y demanda se han desencontrado. Y al no convalidar ciertos precios, los volúmenes de ventas caen. La gente quiere pagar lo que entiende es el "precio real". Cuando entiende que lo encontró, compra. Estamos yendo de un mercado de ofertas y promociones hacia uno de precios. La inflación descendente contribuye con el proceso al darle más transparencia al juego competitivo. Habrá que ser más eficientes y precisos para dar cuenta de un nuevo consumidor que está planteando que ya no es tiempo de comprar mucho, sino de comprar bien. Para este año esperamos que el mercado se asemeje al de 2016 hasta tanto salgamos de la actual y ya tradicional estacionalidad de precios nuevos con sueldos viejos. Hoy los bolsillos están agotados.

El consumo crece fuerte en la venta de autos e inmuebles (efecto blanqueo y precios convenientes), pero continúa cayendo en electro y ropa (aunque más moderadamente que en 2016) y en alimentos. Los macroeconomistas y el propio Gobierno afirman que salimos de la recesión. Para que ese efecto se sienta en la calle hace falta que se note en el bolsillo. Eso sucedería hacia abril/mayo cuando lleguen los sueldos nuevos y se encuentren con una inflación del orden del 1% mensual. En base a una proyección de recuperación del poder adquisitivo de 3 o 4 puntos, un claro descenso de la inflación en la zona del 20% anual y una suba de tarifas mucho menor que la del año pasado, junto con la aceleración de la obra pública y el efecto que eso tendría en el empleo estimamos que el consumo masivo de alimentos y bebidas podría crecer cerca de 2% este año. No es fiesta ni boom, pero sí ayudaría a que la macro y la micro se articulen y mejore la percepción de la calle. No hay que olvidar que es un año electoral clave y que el consumo ya no es sólo tema económico sino que tiene un fuerte impacto social y por ende relevancia política.

Si esto sucede la sociedad podrá convalidar la idea de que lo peor ya pasó y que comienza a recuperar parte de lo perdido en el año de transición 2016. Ese es hoy uno de sus mayores anhelos.

(*) Director Consultora W

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