25 de abril 2017 - 09:51

La ultraderecha francesa logró un impactante despliegue territorial

• AUNQUE NO LE ALCANCE PARA GANAR EL 7 DE MAYO, SIGUE CRECIENDO
El escrutinio lo dio ganador en 47 departamentos, contra 42 en los que venció el liberalismo. Un alerta que aumenta.

La ultraderecha francesa logró un impactante despliegue territorial
Enviada especial a París - En esta ciudad, que sufrió tres de los cuatro atentados que el Estado Islámico (EI) se adjudicó en territorio francés, la ultraderechista Marine Le Pen obtuvo apenas el 4,95% de los votos, cerca de dos puntos porcentuales menos que en las elecciones de 2012. La baja cosecha para la abanderada del Frente Nacional (FN) se repitió en otras grandes ciudades como Toulouse, Burdeos y Lyon. Pero el mapa ampliado muestra una realidad diferente, y así como estos comicios significaron el fin del bipartidismo tradicional, revelaron que la extrema derecha creció notablemente de una contienda electoral a otra.

En la convocatoria anterior, la torta se la habían repartido casi exclusivamente entre el conservador Nicolas Sarkozy y el actual presidente socialista, François Hollande. Solo en el Gard (suroeste), Le Pen se había alzado con la victoria con un magro 17,9% de los sufragios. Pero el domingo no sólo se superó allí -logró el 22,92% de los respaldos-, sino que también lideraba el escrutinio parcial en otros 47 departamentos frente a los 42 en los que se imponía su rival liberal, Emmanuel Macron. En comparación con aquella contienda, el FN pasó del 17,9% al 21,3% el domingo.

"Llegamos a un punto en el que los viejos protagonistas de la política dejaron de tener contacto con los votantes, especialmente los que pertenecen a la clase obrera y a la clase media baja. Los llamados perdedores de la globalización quieren tener su opinión y hay un nivel muy bajo de confianza en los partidos políticos e, incluso, en instituciones como el Parlamento", explicó Jean-Yves Camus, periodista y politólogo experto en extrema derecha, sobre el FN.

Sin embargo, ese ascenso estuvo lejos de la avalancha de repudio en la clase política que causó en 2002 que Jean-Marie Le Pen, el padre de la actual candidata, lograra pasar a la segunda vuelta, contienda que finalmente ganó Jacques Chirac con el 82,1%. Es cierto que desde las principales formaciones llamaron el mismo domingo a la noche de inmediato a respaldar a Macron, pero el izquierdista Jean-Luc Mélenchon, en cuarto lugar con el 19,58%, evitó un pronunciamiento.

Naturalmente, las portadas de los diarios estuvieron lejos de la alarma de antaño. Le Figaro, el principal diario conservador, tituló "La derecha K.O" y llamó al partido Los Republicanos de François Fillon a enfocarse en las legislativas de junio. Pese a ello, el derrotado postulante se declaró ayer "deslegitimado" por las urnas y señaló que no se presentará a esa elección.

Por su parte, el progresista Le Monde intentó responder las claves de la primera vuelta, en las que se enfocó en desgranar los motivos del debilitamiento de los dos partidos tradicionales, el Socialista y Los Republicanos.

En pocas palabras, las agrupaciones tradicionales se hundieron porque el debate ya no se centra en la izquierda o la derecha, más o menos Estado benefactor, sino entre dos modelos, el que defiende la mundialización y la desintegración de las fronteras, o la supervivencia del "ser" nacional y el resguardo de la soberanía. Le Pen lo interpretó.

La abogada de 48 años evitó los grandes mitines en ciudades importantes y se concentró en pueblos como Arcis sur Aube, de 3.000 habitantes (este), donde colapsó la sala alquilada para el acto. Con un discurso más moderado y centrado en la supervivencia de la "identidad" y las advertencias sobre desprotección de los franceses frente a "las invasiones", logró cambiar el eje del FN, conocido por sus posturas lindantes con el fascismo y el antisemitismo. Le otorgó un nuevo perfil a la ultraderecha, más amable y heterogénea, cercana a "los olvidados de la globalización", como afirmó el experto Camus.

Francia cuenta con una vieja región industrial vinculada al carbón y a las empresas textiles en el límite con Alemania y Bélgica, que antaño fue el motor económico del país y sufrió su ocaso con la sucesión de crisis en el sector y el ingreso de productos importados. Este cinturón, tradicionalmente socialista, fue el que esta vez se volcó hacia Le Pen. "La situación económica, aunque no es la peor en Europa, no es muy buena. Hollande fue capaz de evitar políticas de gran austeridad. Pero su acción tuvo un efecto limitado: el desempleo, una excepción francesa en Europa durante demasiado tiempo, sigue siendo muy alto", agregó Marc-Olivier Padis, director ejecutivo del "think tank" Terra Nova, basado en París, a este diario.

La ultraderecha, con sus nuevos matices, mucho más peligrosa e impredecible, hizo suya una bandera que se acomodó en las primeras filas de la política francesa.

Seguramente, ya tendremos nuevas noticias de ella.

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