28 de abril 2017 - 00:00

Canoeros del Paraná: un oficio que sale a flote

Para las 80 familias que viven en El Remanso, en las afueras de Goya, los recursos del río y las islas son fuente de sustento. ¿Cómo imaginar que justo allí podría perderse el oficio de construir canoas? Con más de 480 horas de capacitación, nueve pobladores -entre ellos, cuatro mujeres- recuperaron ese saber para transformarlo en una actividad rentable.

POR MÁS. La próxima meta es formar en la zona una cooperativa de reparadores y constructores de canoas.
POR MÁS. La próxima meta es formar en la zona una cooperativa de reparadores y constructores de canoas.
Tarde húmeda, agobiante, ruidosa. Resonaban golpes de martillo sobre unas tablas de madera. Nueve personas iban y venían con las manos cubiertas de masilla, aserrín, estopa. Benardo "Chapu" Sandoval -de 63 años y nombre desprovisto de una erre- los miraba y pensaba en su padre Antonio, el hombre que hace un siglo bajó hasta una isla del Litoral para ser pescador y fabricante de canoas.

El Remanso es el nombre de ese paraje, apenas cuatro kilómetros al norte de Goya, en Corrientes, donde ahora viven unas 80 familias. Emplazado a orillas de un brazo del río Paraná, El Remanso supo vivir de la pesca artesanal y la fabricación de ladrillos. Hoy su realidad es otra, pero mantiene con firmeza una identidad costera: para la mayoría de los pobladores, el río es su alcancía.

Ranchos de barro, chapa y madera, siempre amenazados por la creciente que puede desbarrancarlos con facilidad. Caminos de tierra. Transporte público inexistente -la parada de colectivo más cercana se encuentra a ocho kilómetros-. Sin asistencia médica ni escuela secundaria ni destacamento policial. Así es la precaria infraestructura de este paraje, donde un camión municipal pasa una vez por semana para llevar agua. Otro, con la misma frecuencia, se acerca para recolectar la basura. Nacido y criado en El Remanso, el Chapu vio de cerca el declive de un oficio que nunca había logrado aprender. Hasta ahora. "En mi casa nos juntamos con los muchachos para hacer la capacitación. Yo no construí nunca canoas, acá recién", dijo Sandoval, con cierto orgullo por haber ofrecido su hogar como sede para una aventura que duró, bien medida, 484 horas de clases teórico-prácticas.

Entre noviembre de 2016 y abril de este año, nueve pobladores de El Remanso y la zona costera de Puerto Viejo, en el vecino departamento de Lavalle, participaron de un curso sobre el oficio ancestral y artesanal de construir canoas. Egresados con diploma de "Auxiliar en construcción y reparación de embarcaciones menores en chapa y madera", los integrantes de este grupo -entre ellos, cuatro mujeres- lograron recuperar ese saber e incorporar herramientas para transformarlo en una actividad rentable.

Se trató de uno de los 120 entrenamientos laborales que organizan el sistema de extensión del INTA y el Ministerio de Trabajo de la Nación, que ya capacitaron a unas 2.800 personas de 19 provincias. Gracias a un convenio entre ambos organismos, los participantes reciben una compensación económica, similar a una beca, durante la duración del curso. A su vez, se los forma en un oficio que refleja la diversidad productiva y cultural de los territorios, en línea con demandas particulares, para que puedan insertarse en el mercado y ofrecer servicios requeridos por sus comunidades.

Salvar el oficio, recuperar la demanda

"La canoa mide 3,6 metros de largo, tiene 56 cm de alto y 80 de ancho", detalló Sandoval. La hicieron entre todos con eucalipto colorado. Hubieran preferido usar timbó, una madera liviana y resistente. "Pero es cara y difícil de conseguir", agregó. Con costos de construcción que rondan los 4.500 pesos, la canoa podría venderse por unos 10 mil. Sus creadores pensaron otro destino: "La vamos a rifar en la Fiesta Nacional del Surubí".

Además, para ofrecer una alternativa a la madera como materia prima, construyeron una canoa en chapa. "Esta me gustó más", precisó Sandoval, "porque se hace más rápido y no lleva tanto trabajo, sólo cortar la chapa y soldar".

"Con este entrenamiento laboral empezamos a recuperar la historia y la práctica de esto que hacían los abuelos de los actuales pobladores de El Remanso", dijo Jorge Cefarelli, extensionista del INTA Goya y principal impulsor de la iniciativa, de la que participan el Centro Comunitario del paraje, la Asociación de Comunicación Comunitaria Mate Ñee y el municipio de Goya.

Según Cefarelli, la capacitación es una línea de acción dentro de un proyecto más ambicioso, que recupera la identidad cultural como disparador del desarrollo local, con una estrategia de intervención según la cual, desde el inicio, la propia comunidad protagoniza la toma de decisiones.

"Nuestra intención es dar un salto más y formar una cooperativa de reparadores y constructores en la zona", comentó Cefarelli, para quien "la demanda está, lo que se había perdido fue el oficio". En este sentido, la meta tiene bases sólidas: "Creemos que desde la lógica de la economía social y solidaria, el grupo puede llevar adelante un emprendimiento que brinde un servicio a la comunidad y les permita un ingreso con una actividad anclada en su vida cotidiana, con un vínculo directo con la naturaleza y el río".

La propuesta del extensionista del INTA ya comenzó a tentar a algunos participantes de la capacitación. "Veo un futuro", dijo Paula Novello; "espero que esto trascienda y que generemos algo como una cooperativa, porque el grupo ya está consolidado". Detectó, además, una demanda segura: "Acá, con las casas al lado del río, tener una canoa es como tener una bici".

Marcados por el río

"El Remanso está sobre el río y tiene un contacto directo con actividades recreativas como la pesca, la natación, el canotaje, además del encanto visual. Por eso hay un alto potencial de explotación turística, desde las casas de fin de semana hasta las cabañas y hoteles", advirtió Cefarelli. "Hostería Tata Juan", "Cabaña Pira Pora", "Cabañas de la Costa". Son algunos de los emprendimientos turísticos que se instalaron en el paraje y que alteraron, con algunas tensiones sociales, la idiosincrasia local.

En 2006, la ordenanza municipal 1316/06 declaró "reserva natural" a las islas La Sierra, Mozambique, Del Cerro y Las Damas, un área protegida con más de 2.200 hectáreas y una enorme biodiversidad. Desde entonces, los pobladores que históricamente vivieron en las islas y criaron animales, cultivaron la tierra, fabricaron ladrillos o se dedicaron a la pesca debieron modificar radicalmente su estilo de vida. Sandoval, nacido en una de las islas, dio testimonio de la expulsión de muchos lugareños. Hoy quedan unas seis familias.

Estos dos fenómenos, el despegue de un negocio turístico-inmobiliario y la creación de la reserva municipal, generaron profundas transformaciones en el territorio. Pese a todo, quienes participaron del entrenamiento laboral coinciden en algo: recuperar su identidad cultural es, también, fortalecer el arraigo. Acaso por eso, con toda seriedad, Sandoval afirmó: "Yo no me voy a ir de acá. Salvo que me lleve el río".

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