26 de mayo 2017 - 17:05

El origen ancestral de los días de la semana

El Nacimiento de Venus, Sandro Boticelli, 1484. Retrata a la diosa del amor que le dio nombre al planeta y a nuestro venerado día viernes.
El Nacimiento de Venus, Sandro Boticelli, 1484. Retrata a la diosa del amor que le dio nombre al planeta y a nuestro venerado día viernes.
Ocultas a plena vista en la vida cotidiana hay huellas históricas del origen de la civilización humana. Son hilos que conectan distintas épocas, naciones y lugares y que dejaron su marca en el idioma como recuerdo de ese pasado ancestral que forjó nuestra identidad. Algunas de esas huellas son los nombres de los días de la semana, herederos de una tradición antigua que comparten espacio en el smartphone con emojis, memes y gifs. Los días esconden una red de intercambios culturales que es un eco de dioses y mitos de pasados remotos.

El origen directo de los nombres de los siete días de la semana en español (al igual que el de los meses) se encuentra en el latín de la civilización romana, cuna de la cultura occidental y de los idiomas romances. La palabra semana surge de septimana, siete días, y de lunes a domingo eran denominados dies Lunis, dies Martis, dies Mercuris, dies Iovis, dies Veneris, Sabbatum y dies Dominicus. Todos, al menos en un principio, aludían a una deidad a su vez asociada a uno de los siete cuerpos celestes visibles en el cielo, costumbre tomada de los griegos y sus dioses equivalentes. Los nombres se acompañaban de la palabra dies (día), algo que luego cayó en desuso, pero cuyos vestigios se conservan en idiomas latinos como el italiano (lunedì, martedì), el francés (mercredi, jeudi) y el catalán (dimarts, dimecres), entre muchos otros. 

• LUNES. Primero dies Lunae luego dies Lunis, se refiere a la Luna que en latín era una contracción de la palabra lucina (luz) y cuya etimología se remonta al indoeuropeo leuk. La deidad asociada era Luna romanos, Selene para los griegos, luego absorbida por el mito de Artemisa, hermana melliza de Apolo-Helios, el dios del Sol. 

• MARTES. Fácil de identificar en el dios Marte, dies Martis hacía referencia a la deidad de la guerra y al cuarto planeta del sistema solar. Marte, hijo de Júpiter, proviene de las raíces etruscas de los primeros pobladores de Roma y tenía una entidad propia y destacada que no fue una mera romanización de su par helénico Ares, dios de la guerra y la violencia. 

• MIÉRCOLES. Dies Mercuris, el día de Mercurio, dios del comercio del cual deriva, por ejemplo, el vocablo latino mercancía. Mercurio nació del mito etrusco de Turms y luego se fusionó con las características del griego Hermes, que cumplía también en su versión del Olimpo funciones de mensajero. Alude al planeta más cercano al Sol. 

• JUEVES. La deidad máxima del panteón romano, Júpiter, tenía su día el dies Iovis/dies Jovis. Era la divinidad principal, padre de dioses y de hombres, también llamada Iuppiter, padre Jovis, y fiel reflejo de su par griego Zeus. Júpiter era el regente del cielo y dios del rayo, asociado al quinto y mayor planeta. 

• VIERNES. El día dedicado a la diosa Venus era el dies Veneris. La deidad del amor y la belleza dejó su marca a través de sus abundantes apariciones en el arte pictórico y escultórico de los últimos dos milenios (La Venus de Milo, El nacimiento de Venus, etc.). Veneración sentían los romanos por ella y a qué punto ya que la palabra venerar (y también venérea) surgen de su nombre. Su par heleno era Afrodita y su planeta el segundo respecto al Sol.  

• SÁBADO. Si bien deriva del latín sabbatum y hace referencia al día de descanso judío, su origen se remonta a las tradiciones más atávicas de la humanidad. En un principio los romanos llamaban al sábado dies Saturni, día de Saturno, un dios autóctono de la agricultura y la cosecha que luego se fundiría con el griego Cronos, divinidad del tiempo. Pero la alusión al planeta reconocido por sus anillos se perdió con la adopción del emperador Constantino en el siglo III del cristianismo como religión oficial. El término sabbatum desnuda una herencia ancestral previa a la romana. Proviene del griego sábbaton, éste a su vez del hebreo sabbat/shabat que significa reposo o día de descanso. Más allá de la inspiración bíblica, según teorías se remonta al acadio sabattum (descanso) que a su vez se desprende de una expresión sumeria del mismo significado que se podría haber gestado varios milenios antes de Cristo. 

• DOMINGO. Comenzó llamándose dies solis (día del Sol), en el que la palabra solis hacía referencia a la estrella, igual que hoy. Estaba vinculado con el dios Apolo, uno de los más importantes del panteón romano después de Júpiter. Con la llegada del cristianismo el domingo dejó de venerar al Sol y pasó a referirse al padre de Jesucristo: dies Domini (día del Señor). El día reemplazado es el que corresponde al dios solar, reverenciado como Sol Invictus en la antigua religión romana y al que según algunas fuentes se le rendía homenaje el 25 de diciembre en coincidencia con el solsticio de invierno en el hemisferio norte. El cristianismo también determinó que el domingo pasara de ser el primer día de la semana a ser el último, por lo que dice el Génesis de la Biblia en donde explica que en el séptimo día Dios descansó. Sol podría derivarse del protoindoeupoeo, el primer idioma de todos, y su significado sería brillar. 

Otros idiomas

La inspiración divina y planetaria de los días de la semana se evidencia también en otros idiomas y con grandes similitudes que hablan de esa red invisible que conecta todo por detrás. En el caso del inglés, la mayoría de los días se derivan de la cultura nórdica producto de la expansión de la cultura vikinga por el norte de Europa a fines del primer milenio.

En el idioma de Shakespeare todos los nombres llevan el postfijo day (día). Así son sus equivalencias en deidades y planetas: monday (lunes) es el día de la Luna; tuesday (martes) es el día del dios de la guerra Tyr/Tiu, como sucede con Marte; wednesday (miércoles) viene de woden-day, que hace referencia al principal dios nórdico, Odín; thursday (jueves) es la jornada en honor a Thor, que domina el rayo como Júpiter/Zeus; friday (viernes) es por la diosa Freyja/Frigg, a quien se le rezaba por cuestiones de amor, belleza y fertilidad como a Venus/Afrodita; en el caso de saturday (sábado) se revela la alusión a Saturno y queda claro que en todos los casos hay un paralelo con su versión romana, de donde se inspiran; sunday (domingo) es el día del Sol.

El alemán es muy parecido al inglés ya que se nutre del mismo origen nórdico y hace referencia a iguales dioses. Las excepciones son el miércoles, mittwoch, que se deriva de una expresión latina que significa mitad de semana, y samstag, que proviene del sabbatum. En los idiomas sueco, danés, neerlandés, finés y noruego se dan similares coincidencias con el alemán y el inglés.

En otras lenguas los nombres se desprenden de su orden cardinal y significan literalmente primer día, segundo día, etc. En ese grupo están el portugués, ruso, chino mandarín, árabe, hebreo, polaco y griego moderno, entre muchos otros. La mayoría, sin embargo, tiene un tratamiento especial para el sábado y domingo, con significado equivalente al del español. Los musulmanes tienen además el viernes (del árabe jama'a, de recoger/congregarse), el cual es un día de reunión en la mezquita.

Una red de legados ancestrales

Las similitudes son muchas y su explicación está en las conquistas del Imperio Romano y del cristianismo. Al menos, en lo que se refiere a occidente. Pero algunos ejemplos dan cuenta de una raíz mucho más antigua. En el idioma hindi, que evolucionó a partir del antiguo sánscrito, las equivalencias con los planetas son las mismas y los dioses de la India responden con gran semejanza a las características de sus pares grecorromanos. En el caso los días en China, que ahora usa un sistema ordinal que numera los días, tuvieron en el pasado la misma estructura.

Antes de que cayera en desuso, China utilizó una nomenclatura que equiparaba cada día con un planeta y además con un elemento de la naturaleza. Esa tradición fue importada por Japón tal vez alrededor de mediados del primer milenio y configura el calendario actual. En japonés domingo es nichiyoubi (día del Sol), lunes es getsuyoubi (día de la Luna), martes es kayoubi (día del fuego y Marte), miércoles es suiyoubi (día del agua y Mercurio), jueves es mokuyoubi (día de la madera y Júpiter), viernes es kinyoubi (día del oro o metal y Venus) y el sábado es doyoubi (día de la tierra y Saturno). Esto se da también en el caso del coreano.

La teoría ante estas correspondencias exactas es que todo surge de un mismo manantial cultural: las civilizaciones de la Mesopotamia, ubicadas en lo que ahora es Irak, que florecieron entre los años 3.000 ac y el 600 ac. Sumerios y acadios, asirios y babilonios habitaron esa zona y legaron al mundo la escritura, los códigos de leyes, adelantos en arquitectura y el calendario solar de 12 meses de 30 días y de 24 horas cada uno. Los babilonios dividían el mes en cuatro semanas en consonancia con las cuatro fases de la Luna y así se configuró el período de siete días. Los días habrían estado asociados a los planetas y estos bautizados como sus propios dioses. Sin, Nergal, Nabu, Marduk, Ishtar, Ninurta y Samas se identifican con exactamente las mismas características que sus equivalentes romanos que dan nombre a nuestros días actuales.

También de varios mitos babilónicos, como el diluvio universal, se nutrió la religión judeocristina. Roma y Grecia hicieron lo mismo con sus dioses, a los que renombraron y adaptaron. Los egipcios también jugaron su papel. La semana romana era en un principio de ocho días y el cambio a siete se produjo en los primeros siglos de la era cristiana por una costumbre adoptada por los soldados de Roma apostados a orillas del Nilo, según arriesga otra hipótesis.

Finalmente, es evidente que bajo el velo del legado cultural grecorromano y cristiano se esconden orígenes menos conocidos, que abrevan de las aguas de las más antiguas civilizaciones. Son indicios fundacionales que nos hablan de los albores de la historia en campos solitarios a la luz de las estrellas y junto a la seguridad del fuego, y de plegarias y ofrendas a dioses ya extintos. Esas palabras, esos nombres, que pronunciamos en la actualidad, son un hechizo que todos los días nos conecta con una herencia ancestral.

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