11 de julio 2017 - 00:00

A rodar

A rodar
• En la página central de este suplemento se publica un informe que, como dice el título, es una radiografía del sector automotor desde 2001 a la actualidad. Se basa en la comparación de tres estudios que elaboró la asociación que agrupa a las terminales (ADEFA) en distintos momentos. Dos de ellos, realizados por prestigiosas consultoras como Booz Allen & Hamilton, en 2001, y Bain & Company, de este año. Ambos fueron anticipados en exclusiva por Ámbito Financiero. El otro fue confeccionado por la propia entidad, en 2015, y este diario no tuvo la primicia ya que compartió su publicación con dos medios más. Los trabajos apuntan a mostrar la realidad de la industria automotriz en los años mencionados y, para eso, se analizan variables como la productividad, la carga impositiva, los costos logísticos y laborales, entre otros puntos. El resultado es alarmante.

• El primero de ellos, el de BA&H de 2001, hay que ubicarlo en contexto. El ministro de Economía era Domingo Cavallo (su segunda gestión) y el país se encaminaba a una de sus peores crisis económicas. Después de buenos años de ventas en la convertibilidad, la demanda interna profundizaba su caída. No había un mercado exportador ya que las empresas en ese entonces privilegiaban las ventas internas además de tener un tipo de cambio atrasado, con el 1 a 1, que impedía vender a otros países. Una lección que se aprendió en esa crisis y que reconvirtió al sector después de 2002 como una industria pensada más para exportar. Con ese escenario, el informe concluía que si no se recuperaban las ventas, podía comenzar un proceso de desindustrialización.

• Hay dos datos que sorprenden de aquel informe y que están reflejados en los cuadros de la página central. Uno es el del costo de producción de un vehículo en la Argentina. Según ese trabajo, fabricarlo en la Argentina en aquel entonces era entre 20% y 30% más caro que en Brasil. En el reciente trabajo que Bain & Company preparó se determinó que el costo de producción de un auto en la Argentina es 25% más caro que en Brasil. Igual. Es decir que en estos 16 años no se mejoró en nada. Otra lectura, tan dura como la anterior, es que el costo de producción de un 0 km está al mismo nivel de una época en la que un peso valía igual que un dólar. El otro dato es la evolución de la presión impositiva. En 2001, según el informe de ese momento, "del monto total que desembolsa un consumidor al comprar un 0 km, 16% compensa los costos comerciales y registrales, 26% impuestos y el 58% restante el costo de producto". En el informe que elaboró el departamento de Economía de ADEFA, los impuestos en 2015 representaban 54,8%, el doble que 15 años atrás.

• La entidad que agrupa a las automotrices difunde todos los meses las estadísticas del sector: producción, exportaciones y ventas mayoristas. El rubro de exportaciones lo acompaña con un gráfico que muestra la evolución de la cantidad de destinos a los que el país les vende autos. En lo cuantitativo, en 2017, según el informe de junio, se exporta a 37 países. Un número similar al de 2001. Pero significa menos de la mitad que en el pico de 2006-2008. Lo más importante que refleja ese gráfico es que -ya con los parámetros mencionados de costos de producción e impuestos- la competitividad de las fábricas argentinas (salvo la excepción de Toyota que exportar en cualquier contexto) depende exclusivamente del tipo de cambio. ¿Será por eso que el presidente de Fiat, Cristiano Rattazzi, suele ser el más franco al hablar en público y reclamar un dólar más alto? Puede ser. Lo que está claro es que si se analiza la curva de este gráfico se ve cómo los mercados de exportaciones crecen o bajan según la relación entre el peso y el dólar. En 2001, con un dólar superretrasado y la convertibilidad a punto de estallar, los 0 km argentinos iban a sólo 32 países. Tras la devaluación de 2002 saltaron hasta 82 en 2006, nivel que se mantuvo hasta la crisis financiera mundial. A partir de ahí, el Gobierno de Cristina de Kirchner comenzó a tener diversos problemas. El superávit fiscal había desaparecido, la soja caía, la inflación inició su camino ascendente (se intervino al INDEC) y comenzaron a faltar dólares. De hecho, no tardaron en aparecer las restricciones a las importaciones y a la compra de moneda extranjera. Lentamente se fue retrasando y teniendo consecuencias en la pérdida de mercados para exportar.

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