27 de julio 2017 - 22:15

La necesidad de ganar el pan fue el único límite a la huelga opositora

Como la semana pasada, la protesta se hizo sentir más en el este acomodado de Caracas.

CAOS. La medida de fuerza convocada por la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) derivó en graves enfrentamientos entre las fuerzas del orden y los manifestantes antichavistas.
CAOS. La medida de fuerza convocada por la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) derivó en graves enfrentamientos entre las fuerzas del orden y los manifestantes antichavistas.
Caracas - La necesidad y la lealtad al difunto presidente Hugo Chávez minan en los barrios pobres de Caracas el seguimiento al paro general de dos días con el que la oposición venezolana presiona desde ayer al Gobierno para que retire la Asamblea Constituyente que ha convocado.

Como ya había ocurrido en la huelga del jueves de la semana pasada, las zonas de clase media y alta donde el antichavismo es hegemónico eran ayer prácticamente peatonales, con el tránsito de vehículos limitado a las motos que se subían a las aceras para sortear los obstáculos de las calzadas.

Pese a que la Constituyente parece inspirar pocas pasiones, la situación era diferente en las partes deprimidas de la ciudad, donde la circulación fluía sin complicaciones -más despejada que lo habitual- y la mayor parte de los negocios y los vendedores ambulantes seguían operando pese a la menor afluencia de personas en las calles.

Esa era la situación en lugares como Catia o La Vega, en el oeste de Caracas, donde el apego a veces sentimental al chavismo, las estrecheces económicas y la propia densidad de estas barriadas llevó a muchos comerciantes y trabajadores a no sumarse al paro contra la Asamblea Constituyente que debe elegirse el domingo.

"Estoy de acuerdo con el paro, pero el lunes ya fue feriado y no podemos permitirnos cerrar todo el día", dijo Gerson Montilla, encargado de una tienda de bicicletas. A pocos metros esperaba a que se le llenara el vehículo un conductor de autobuses, que invocaba las mismas razones monetarias para explicar por qué sí había ido a trabajar.

También en La Vega se gana la vida con su quiosco Alexander Amarista, un joven que se declaró chavista pese a no mostrar entusiasmo por Maduro. "El Gobierno está intentando hacer algo para salir de ésta; la oposición sólo quema autobuses, clínicas y destruye", afirmó al mostrar su disconformidad con el paro.

Amarista dijo que nadie va a poner comida en su mesa si cierra dos días su quiosco, y, empleando el término despectivo con que Chávez designaba a sus detractores de buena posición social, culpó a los "empresarios 'escuálidos'" de la "guerra económica" que a su juicio provocan el desabastecimiento y la inflación galopante en el país.

Una mujer mayor, clienta del quiosco y vecina de La Vega, entró en la conversación y coincidió con el joven al explicar el éxito del paro en las áreas más prósperas de Caracas. "Allí ellos pueden hacerlo porque no tienen tanta necesidad", señaló la mujer, que rechaza la medida de la huelga pese a estar en contra de Maduro y la Constituyente con que busca elaborar una nueva carta magna.

Incrustada en el este por lo general acomodado está el Petare, la villa de emergencia más grande de América Latina y escenario en las últimas semanas de enfrentamientos entre vecinos que quieren la salida de Maduro y miembros de la Policía militarizada.

Más comercios bajaron las persianas en Petare, que, aunque rebajado por los efectos del paro, mantenía ayer su característico bullicio de motos, automóviles, vendedores callejeros de fruta y vecinos que caminan.

Preguntado sobre el relativo seguimiento del paro, un vecino señaló al pasillo que da entrada a una especie de patio, donde según él tienen su base de operaciones los temidos "colectivos". Estos grupos a veces armados dicen defender la revolución chavista en los sectores más populares y han sido acusados de atacar e intimidar a opositores y vecinos descontentos en lo que ven como sus feudos.

Justo enfrente de la montaña atestada de casitas en Petare tiene su tienda de colchones Hassan, un comerciante de origen sirio que abrió ayer porque esperaba a unos mecánicos para hacer reparaciones.

"Cuando terminen, cerraré. Una huelga no tumba gobiernos, pero hay que apoyar", dijo y responsabilizó a Maduro de la "destrucción de la clase media" y de la explosión de los precios con la brutal depreciación del bolívar.

Hassan lamentó que la crisis haya obligado a emigrar a parte de los empresarios de la comunidad árabe -"en unos pocos años han perdido lo que construyeron en cuarenta"-, y dice sobre sus anhelos de cambio: "Sólo queremos vivir como antes".

Este empresario ve las calles más vacías que otros días, y cuenta que asociaciones de comerciantes de Petare sí se sumaron a la huelga.

Imágenes de la Virgen María y fotos de Hugo Chávez con el presidente sirio, Bashar al Asad, decoran la tienda de Hassan, que se queja de Maduro y no esconde su añoranza del iniciador de la Revolución en Venezuela: "Chávez era otra cosa. Tenía grandes ideas, las sacaba adelante, tenía soluciones".

Agencia EFE

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