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Sueño de la vida y de la historia
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Dos emprendedores se ponen al frente de la defensa de la memoria para ofrecer a través de sus espacios una muestra de la Buenos Aires colonial. Cómo el patrimonio de la cultura se puede imponer a la mera acción comercial.
Para dejar el claro el concepto, Gregorio -quien pide que se lo llame Goyo- aclara que "no se trata de un proyecto comercial. Nuestra clientela no son los turistas sino los vecinos. Querían hacer una torre, lo cual sería mucho más redituable, pero me encariñé con esta idea de patrimonio. Es un proyecto que funciona como un sueño. En 5 años podré devolver la plata que debo. Mientras, sigo disfrutando...".
No es el único caso. En el libro "Leyendas de ladrillos y adoquines", la periodista Mariela Blanco -en coautoría con el arquitecto Horacio Ludigliani-, da cuenta de El Zanjón de Granados -Defensa al 700- "como un ejemplo de gestión privada sobre temas de preservación de patrimonio". Un lugar que toma el nombre de lo que alguna vez fue uno de los arroyos más importantes de la Buenos Aires de la primera y segunda fundación.
Cuando Jorge Eckstein, un químico y empresario de raíces húngaras, se hizo cargo del conventillo, jamás pensó que podría cambiar los verbos que conforman la cuestión. De derruir pasó a restaurar. Y para que la memoria se conserve viva, todo el trabajo de reciclaje se hizo con materiales no invasivos.
Se trata de un complejo actual que se encuentra en la que era la última manzana de la ciudad fundada en 1580. Allí, Eckstein dejó al descubierto cuatro siglos de vida porteña luego de desestimar un redituable emprendimiento comercial para darle lugar a una aventura a través de las entrañas de Buenos Aires.
"Hay mucho interés entre los porteños por conocer sus propios baluartes arquitectónicos dentro de un circuito cultural alternativo al cine o al teatro, hasta ahora reservado a turistas", asegura la autora del libro.
La experiencia que pueden vivir todos los visitantes es única. Frente al aljibe se escucha el sonido del agua natural que se escurre de casas vecinas como intentando salir al río. Un sonido que comunica y que se convierte en un viaje hacia la historia de un país a través de tres espacios conectados: La casa mínima (foto), Los Puentes y Los Patios.
"Es bastante usual ver en San Telmo o Palermo a gente tomando fotos de empedrados, cafeterías. Son vecinos del barrio interesados en conocer el alma de aquella Buenos Aires que supo ser la París de Latinoamérica", agrega Blanco.
Así como grandes casonas y locales históricos fueron derribados para hacer lujosos emprendimientos privados, todavía hay quienes sostienen la bandera de la memoria a través de la raíz del patrimonio. Un viaje de ida y de vuelta hacia los confines de la cultura local.
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