11 de septiembre 2017 - 23:27

Trabajo y tecnología: el futuro ya llegó

Sean o no una amenaza para los trabajadores, los avances tecnológicos no se detendrán y cabe preguntarse si los argentinos estamos preparados para asumirlos o sólo para esquivarlos.

Traumas. En “El Dormilón”, Woody Allen despierta de un coma 200 años después e intenta mimetizarse como un mayordomo robótico.
Traumas. En “El Dormilón”, Woody Allen despierta de un coma 200 años después e intenta mimetizarse como un mayordomo robótico.
Doscientos años atrás, un fracaso condenó a los trabajadores a una competencia desleal. Los luditas que en la Inglaterra de la Revolución Industrial rompieron grandes telares sólo lograron la reacción de tropas que terminaron por apagar esos estallidos y convertirlos más en leyendas que en una reivindicación perdurable. El romanticismo en torno de la figura de los destructores de máquinas reemplazó el entramado filosófico que los llevó a aquellas acciones: los artesanos más esclarecidos lo intentaron más como una suerte de "negociación colectiva mediante disturbios", como la llamaron los investigadores, que como un vandalismo por miedo al hambre.

Doscientos años después, en la Argentina de Mauricio Macri los taxistas amenazan con romper los autos de los choferes de Uber, la aplicación móvil que llegó a la Argentina con la promesa de sumar calidad y restar costos al transporte urbano en cuatro ruedas. Y en esa gesta los de techos amarillos terminaron aliados a los del PRO, de casacas y globos amarillos: el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, hizo hasta ahora lo imposible por resguardar a los representados por Omar Viviani del azote digital.

Suena contradictorio para un macrismo que se diseminó en la Argentina con la bandera de la modernidad como contracara del partidismo analógico de la política tradicional. Si hasta creó un Ministerio de Modernización en el Gabinete del Presidente ingeniero.

Lo cierto es que las máquinas que llegaron con la promesa de liberar al ser humano del yugo diario en algunos casos lo sometió a una esclavitud acaso más sutil, incluso glamorosa. Una publicidad de telefonía móvil mostraba el año pasado a un periodista que, munido apenas de un celular de alta gama, cubría durante una extenuante jornada toda clase de acontecimientos. Es decir que una persona reunía gracias a ese aparato las labores del cronista, el productor periodístico, el camarógrafo y el editor. En pocas palabras, el sueño húmedo de cualquier empresario de medios con grandes ambiciones pero escasos recursos y escrúpulos.

El mes pasado la Organización Internacional del Trabajo lanzó la Comisión Mundial de alto nivel sobre el Futuro del Trabajo, creada con el propósito de realizar un profundo análisis sobre el empleo en los próximos años a partir de los desafíos planteados por las nuevas tecnologías. "Es de capital importancia que enfrentemos estos desafíos con la convicción de que el futuro del trabajo no está determinado de antemano. Es un futuro que nosotros debemos forjar según los valores y prioridades que elijamos y a través de las políticas que formulamos y ponemos en práctica", dijo en esa oportunidad el director general de la OIT, Guy Ryder.

En simultáneo con ese lanzamiento el presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim, dijo en su paso por la Argentina que más de la mitad de los empleos de los países en desarrollo terminarán por desaparecer producto de la inteligencia artificial. Y matizó con que parte de esa pérdida se compensará con la creación de nuevos puestos de trabajo asociados a esas tecnologías.

Ya en septiembre de 2013 dos investigadores de la Universidad de Oxford, Carl Frey y Michael Osborne, advertían que alrededor del 47% de los empleos de Estados Unidos estaba en condiciones de ser automatizado en un plazo de entre diez y veinte años. Un artículo posterior de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) minimizó esa alarma y situó en un promedio de 9% la cantidad de empleos en riesgo de ser reemplazados por las nuevas tecnologías en el corto y mediano plazo.

En cualquier caso la pregunta subsiste: ¿están preparados los argentinos para enfrentar el desafío que impone el avance científico en los trabajos que realizan en la actualidad? Ámbito Laboral buscó ejemplos concretos de respuestas a esa inquietud en los sectores público y privado. En el Ministerio de Trabajo advirtieron que el panorama no es alentador. Son contadas las compañías en condiciones de integrarse a un mundo globalizado para competir de igual a igual con sus pares de otros continentes. En números anteriores de este suplemento los funcionarios ya daban cuenta de la aridez de proyectos para la incorporación de nuevas tecnologías así como de financiamiento para llevarlos a cabo.

En la cartera de Modernización, en tanto, hasta ahora los planes se focalizaron en el control y fiscalización de la labor de los empleados públicos. La cartera que dirige Andrés Ibarra instauró primero mecanismos de seguimiento del presentismo y desde mitad de este año busca monitorear el desempeño y la eficiencia de cada agente con la implementación de sistemas de premios y castigos.

Las novedades causaron reacciones dispares en los gremios mayoritarios de la actividad. Mientras la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), principal bastión de resistencia a la oleada de despidos que produjo la administración de Mauricio Macri en el inicio de su mandato, y que reforzó a principios de este año, reniegan de más mecanismos de control por entender que la carrera pública ya tiene desde hace tiempo controles de presentismo y eficiencia. En la Unión del Personal Civil de la Nación (UPCN) se mostraron hasta ahora más permisivos e incluso facilitaron este año la firma de la primera paritaria del sector público que incorporó el pago de un adicional para los empleados sin faltas. El modesto 20% en dos cuotas pactado de aumento podrá trepar hasta el 25% siempre y cuando el estatal tenga asistencia perfecta a su puesto.

En Modernización explicaron que más allá de esos sistemas de seguimiento se comenzó a trabajar "sobre proyectos orientados a lograr una correcta integración de la tecnología en el ámbito gubernamental y en la promoción de una gestión con beneficios para la sociedad" y pusieron como ejemplo el Sistema de Gestión Documental Electrónica (GDE) que funciona en todos los ministerios y en 48 organismos descentralizados, y que cuenta con más de 90 mil usuarios y que hasta ahora generó más de 1.700.000 expedientes digitales. El nuevo sistema demandó al capacitación de más de 80 mil agentes de la administración pública y su objetivo es "simplificar los trámites y (habilitarlos) a distancia para la ciudadanía, la erradicación del papel y de todas las desventajas del formato analógico".

Hasta ahora exhibieron como logros la generación de 357 trámites en condiciones de ser llevados a cabo a distancia mediante una nueva página web en la que se anotaron 300 mil usuarios con la generación de 650 mil expedientes electrónicos. Entre esos trámites figuran el registro de dominio de internet, certificaciones de importación e inscripción de proveedores del Estado.

La cartera desarrolló las plataformas Compr.AR y Contrat.AR para la gestión online de compra de bienes y servicios del Estado y la contratación y seguimiento de obras públicas "de modo transparente y ágil". Los colaboradores de Ibarra señalan que mediante esos mecanismos se tramitaron compras por más de 21 mil millones de pesos y se redujo a un cuarto el tiempo promedio de los procesos. En la misma línea se habilitó un nuevo portal del Monotributo, se simplificó la gestión de la legalización de títulos educativos y se creó una "Ventanilla única de Comercio Exterior" para simplificar el proceso de exportación. Por último destacan en Modernización la implementación del Programa Nacional de Telesalud Pediátrica, que prevé para fin de año conectar 143 centros de salud a esa red nacional con la posibilidad de acceso para 2,2 millones de niños.

En el sector privado la falta de una política de Estado sostenida en el tiempo dificultó la adopción de herramientas para encarar la necesaria adecuación de los trabajadores a la llegada de las tecnologías del primer mundo. No lo hicieron en buena medida los empresarios locales como tampoco los sindicatos, en general asociados a prácticas vetustas. No son pocos los gremios que todavía se comunican por fax.

Una excepción es el Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor (Smata), acostumbrado a lidiar con una actividad fuertemente atravesada por los adelantos tecnoloógicos y que sólo promete más desarrollos sorprendentes para los próximos años. "Ya desde principios de los '90s sabíamos que teníamos que apostar a la capacitación frente a las nuevas tecnologías. Y hoy estamos convencidos de que es la única forma de prepararnos para lo que vendrá". Lo dice Ricardo Pignanelli, secretario general del sindicato que nuclea a unos 100 mil operarios en todo el país.

Aunque su oficina no es precisamente un dechado de modernidad (proliferan los cuadros con simbología e imágenes peronistas, los almanaques y los souvenirs más rústicos) Pignanelli se entusiasma cuando recuerda las primeras experiencias del gremio en el rubro de la capacitación, y más todavía cuando habla de la inminente instalación de un Centro de Innovación Tecnológica para la industria automotriz en un predio de Parque Roca, vecino del autódromo de Buenos Aires, que le cedió el Gobierno porteño.

Al remontarse veinte años atrás destaca que el sindicato, que entonces lideraba el "Gordo" José Rodríguez, debió adaptarse a la apertura indiscriminada de las importaciones promovida por el recién llegado Carlos Menem, que obligó a competir a la rígida industria local con los automóviles japoneses repletos de "chiches" hasta entonces desconocidos en la Argentina. La industria local cedió integración nacional y pasó a ser una mera ensambladora de piezas importadas. "Llegamos a tener 75 mil afiliados y para 2003 nos habíamos caído a 23 mil. El que quería capacitarse tenía que pagarlo de su bolsillo", añade Pignanelli.

Aunque preocupado por una nueva oleada importadora en los proyectos económicos de Cambiemos, el dirigente dice confiar en la capacidad del sindicato de adaptarse a las nuevas demandas, e incluso cree posible todavía llevar la integración de piezas nacionales del magro 20% actual a un 35% en los próximos años, basado en una combinación que destaca de "mejores productos que otros países competidores, como Brasil", y "la nueva ley de autopartes" que el gremio ayudó a sancionar en el Congreso.

De todos modos la mira del Smata está puesta en 2020: "para entonces va a estar instalada con fuerza en la Argentina la tecnología híbrida. Autos que ya se venden en otros países y que cuentan con la tecnología usual de los motores de combustible y otro eléctrico. Calculamos que esa tecnología durará unos quince años. Después vendrá el recambio más grande. Los autos eléctricos. Tenemos que prepararnos para construir celulares con ruedas", grafica.

"Pensemos en lo que hace hoy un mecánico y qué va a pasar cuando tenga delante un auto sin cardán, sin sistema de inyección ni caja de velocidades, y con cuatro motores eléctricos y componentes electrónicos", proyecta el dirigente en el piso ocho del edificio del sindicato, en la avenida Belgrano.

La respuesta a ese interrogante la brinda al mencionar que en la actualidad el sindicato cuenta con 42 centros de capacitación y acuerdos firmados con varias terminales automotrices y con la cámara de concesionarios (Acara) para brindar cursos de robótica, mantenimiento industrial e hidráulica entre otras especialidades propias de las tecnologías actuales y las que llegarán. "Hay pocos países en los que se fabrican autos. Otros, como México y Sudáfrica, nos llevan años de ventaja con sus capacitaciones. Nosotros tenemos que embarcarnos definitivamente ahí porque no podemos permitir que caída la calidad de nuestros productos", completa el dirigente.

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