19 de enero 2018 - 17:15

Fuego y furia: el primer año de Trump en la Casa Blanca

Donald Trump, presidente de EEUU.
Donald Trump, presidente de EEUU.
Llegó a la Casa Blanca con la promesa de "Estados Unidos primero". Un año y varias decisiones espectaculares después, Donald Trump confirmó su disposición a darle la espalda al multilateralismo en la escena internacional.

En su primer aniversario como presidente de Estados Unidos, su imagen en el mundo es peor que la de sus predecesores, Barack Obama y George W. Bush, según una encuesta de Gallup.

Solo el 30% de los encuestados en 134 países aprueba al multimillonario republicano. Y sus más duros críticos están en Europa occidental, Canadá o México, tradicionalmente próximos a Estados Unidos.

Posiblemente en coincidencia con las revelaciones del libro "Fire and Fury" ("Fuego y furia"), que retrata a Trump como un hombre infantil e indisciplinado que no quería ganar las elecciones sino potenciar su marca.

Según una encuesta realizada por The Wall Street Journal y NBC News, en su primer año el índice de aprobación a su gestión disminuyó, aunque los estadounidenses le dan crédito aún en la expectativa de mejorar la economía y el mercado bursátil.  

El 39% de los entrevistados aprobó el trabajo del presidente, mientras que el 57% lo desaprobó (el 51% lo rechaza "fuertemente"). En febrero de 2017, el respaldo era del 44% y la tasa de desaprobación, del 47%.

Pese a todo, seis de cada diez republicanos aseguraron estar satisfechos con la dirección del país, el nivel de satisfacción más alto de este grupo desde principios de 2007, etapa en la que gobernaba el entonces presidente, George W. Bush.

De hecho, el 25 por ciento indicó estar "muy satisfecho" con Trump, mientras que más de un 30 por ciento dijo sentirse "satisfecho" con su liderazgo.

En su análisis, el centro de investigación afirmó que la subida en los niveles de agrado, que creció treinta puntos porcentuales en el último trimestre, se debe mayoritariamente al éxito de la reforma fiscal aprobada en diciembre, el gran triunfo legislativo de Trump en su primer año de mandato.

A continuación, un recorrido por la diplomacia en la era Trump:

Las ambiciones nucleares de Corea del Norte son el principal desafío internacional para Washington. A pesar de la antipatía declarada de Trump hacia el multilateralismo en la última Asamblea General de la ONU, la estrategia ha sido convencer al mundo de presionar a Pyongyang para que dialogue a través de sanciones draconianas. 

China y Rusia votaron las últimas resoluciones en la ONU. Pero con Trump denostando al líder norcoreano Kim Jong-Un, y sus promesas de "fuego e ira" o la "destrucción total" de Corea del Norte hacen temer que la guerra de palabras degenere en un conflicto nuclear.

Con Irán, el enfoque es unilateral. Trump amenaza con retirarse del acuerdo nuclear de 2015 con Teherán, que también firmaron China, Rusia, Francia, Alemania y Reino Unido, si no se remedian "las terribles lagunas" del texto, cuya aplicación busca impedir a los iraníes obtener el arma atómica.

A Estados Unidos le preocupa que el acuerdo no castigue a los iraníes por su programa de misiles balísticos, su interferencia en conflictos regionales o sus abusos contra los derechos humanos en el país.

Trump acaba de dar plazo a los europeos hasta mayo para salvar el acuerdo, o volverá a imponer sanciones relacionadas con el tema nuclear y saldrá 'de facto' del pacto, con el riesgo de sepultarlo.

Otra decisión unilateral, otra protesta mundial: Trump reconoció a principios de diciembre a Jerusalén como la capital de Israel. Israel aplaudió, y los airados palestinos ahora niegan a Washington cualquier papel de mediación en el proceso de paz, que el presidente estadounidense quiso revivir pero que está más moribundo que nunca.

Washington anunció en junio su retirada del acuerdo de París sobre el clima, que Trump considera contrario a los intereses económicos de Estados Unidos, aunque en la práctica esto se concretará al final de su mandato. El presidente francés, Emmanuel Macron, quiere convencerlo de dar marcha atrás.

Pero Washington también ha cerrado la puerta a otros acuerdos u organizaciones multilaterales: el Tratado de Libre Comercio de Asia y el Pacífico, la Unesco, el Pacto Mundial sobre Migración. Y el costo de la ONU también está sobre el tapete. Es la "doctrina de la retirada", se lamentan incluso en círculos republicanos.

En Siria y en Irak, la administración Trump ha continuado la lucha contra el grupo yihadista Estado Islámico, hasta la victoria. Acusado de no tener visión de futuro, ahora que el régimen de Damasco, respaldado por Irán y Rusia, ha ganado la delantera sobre sus oponentes, Washington plantea una estrategia: presencia militar sostenible en Siria para evitar cualquier regreso de los yihiadistas, pero también para contrarrestar a Teherán y, finalmente, propiciar la salida del presidente Bashar al Asad.

La promesa más famosa y más ridiculizada de la campaña de Trump en 2016 fue la construcción de un "hermoso gran muro" en la frontera sur de Estados Unidos y a costa de México.

Pero más allá de la controversia sobre su financiación, el asunto desnuda un problema mayor: Trump está convencido de que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), vigente desde 1994, perjudica a los estadounidenses.

Funcionarios mexicanos, canadienses y estadounidenses negocian desde hace meses, tratando de evitar una posible salida de Estados Unidos que perturbaría sus economías altamente integradas.

Dejá tu comentario