21 de marzo 2018 - 00:02

Kike Ferrari: escritor de culto y barrendero en el subterráneo

• UN AUTOR QUE HOY GOZA DE FAMA, PERO NO RENUNCIA A SU PRIMER TRABAJO
Su novela de culto “Que de lejos parecen moscas” sale ahora en Alfaguara, y prepara “Todos nosotros”.

Kike Ferrari. Con su uniforme de trabajo en Metrovías, un empleo que no deja pese a las mieles del éxito literario internacional.
Kike Ferrari. Con su uniforme de trabajo en Metrovías, un empleo que no deja pese a las mieles del éxito literario internacional.
Un empresario que sabe sumar placeres económicos, adictivos y eróticos, jugando en distintos terrenos y ganando siempre hasta que, por la pinchadura de una rueda, abre el baúl del auto y encuentra un cadáver atado con las esposas que él usa para sus juegos sexuales. Así comienza "Que de lejos parecen moscas", historia que se convirtió en secreta novela de culto y que tras un curioso recorrido ahora aparece en Alfaguara.

Kike Ferrari trabaja en la limpieza de una estación de subte de la Línea B (trabajo al que, pese a su éxito actual, no ha renunciado: en la estación tiene una oficina con computadora y biblioteca), se hizo escritor "leyendo sin parar, y de todo un poco". Publicó en pequeñas editoriales "Operación Bukowski", novela de iniciación, y en menor medida del tiempo en que vivió en Estados Unidos, "Lo que no fue" (Premio Casa de las Américas), y "Punto ciego" en coautoría con Juan Mattio. Dialogamos con él.

Periodista: Su novela "Que de lejos parecen moscas" tuvo un curioso recorrido hasta llegar a ser editada por una editorial internacional.

Kike Ferrari: Salió primeramente en 2011 en España, en Amargord, una editorial chiquita dedicada al psicoanálisis. Al argentino Carlos Salem le dieron a dirigir una colección que se llamó "Negro, urbano y canalla", que duró cuatro libros y abrió con mi novela. Eso me permitió ir a la Semana Negra de Gijón a presentarla, y que empezara a tener un recorrido entre los colegas y la prensa, pero casi nada entre lectores. Al año siguiente apareció por Moisson Rouge en París. En 2014 en una colección de "Siete novelas argentinas" de la Universidad Autónoma de México de Toluca. En 2015 la publicó en Buenos Aires Punto de Encuentro. Cuando descubrieron que, además de escribir novelas, cuentos, ensayos y notas, barro el piso de una estación de subte, me sucedieron un montón de cosas, y firmé con Alfaguara. Ahora la novela sale acá, en España, México y Colombia. Aparece en Italia por Feltrinelli. La publica en Francia Albin. En Estados Unidos sale el año que viene. Hizo un recorrido rarísimo. La ayudó haber ganado como mejor opera prima de género negro en la Semana Negra de Gijón de 2012, y haber competido en dos festivales franceses de policiales. Se volvió un libro de culto, un libro del que muchos habían oído hablar pero nadie había leído porque no se podía conseguir.

P.: El titulo remite a un cuento de Borges, "El lenguaje analítico de John Wilkins", y al comentario que hace Foucault de ese texto en "Las palabras y las cosas". También al caos de interpretaciones sobre el significado que hace el protagonista sobre el cadáver que le ponen en el auto.

K.F.: La novela tiene poco de literaria, se maneja por los hechos, por la pura acción de la novela negra. Los títulos de los capítulos, que corresponden a la enumeración de "una cierta enciclopedia china" según Borges, me permitieron ordenar una historia que si no me desbordaba. Me importó señalar a Borges vía Foucault. Dato que lleva a que algunos me acompañen en ese sentido, y otros se dediquen a la pesadilla persecutoria que vive Machi, que cuando descubre "Las palabras y las cosas" en el asiento del auto por un llamado de su hija, lee ese pasaje de Borges, se felicita por no haberlo leído nunca, y tira el libro por la ventanilla. Martín Kohan comentaba hace poco de la antiintelectualidad ya no del populismo sino de esa derecha que no se corresponde con lo de Sarmiento, Mitre, Lugones. A mí ese gesto me permite definir al personaje. El desprecio del saber es el que le tiene a su mujer, que procede de la clase alta tradicional (él, que no tiene un apellido con historia, desprecia lo patricio); es el desprecio a las mujeres que sólo son acompañantes sexuales, al tipo que le cuida el BMW, a esos que desde lejos parecen moscas para un ganador.

P.: ¿Qué lo lleva a esa escritura dura, coloquial, de pura acción?

K.F.: La influencia del "neopolar", el nuevo policial francés de los 70, de Jean-Patrick Manchette, de Thierry Janquet, que apuestan a contar al personaje a través de los hechos en el plan de Hammett. Manchette fue guionista de Chabrol, entre otros. Yo tengo 46 años y estoy atravesado por el cine y la tele.

P.: Los flash-back de Machi llevan a gente que recuerda a otra muy concreta de los tiempos del Proceso, de Menem, de De la Rúa, de comienzos del kirchnerismo.

K.F.: Son gestos a un lector cómplice, guiños. Pero la novela se lee por la intriga, no por esos referentes, como le pasa a mi sobrino que tiene 20 años, como pasa en España o Francia. Crecí leyendo a García Márquez y había montones de cosas que no sé a qué se referían y no me detenía porque trataba de saber qué iba a ocurrir a la vuelta de la página. Si un artefacto narrativo está bien, lo que se sepa de más es un plus. Lo importante es la anécdota, los personajes y el lenguaje. El personaje Luis Machi está inspirado en un patrón que tuve, y su Imperio en un tanguería frente a La Trastienda y junto a Michelangelo, y en algunas anécdotas que viví allí, como la del tipo que no va a trabajar porque se va con una mina.

P.: ¿Ahora en que está?

K.F.: Terminé el primer borrador de "Todos nosotros", que según mi editora española no es novela negra, va salir el año que viene en "narrativa hispánica". Trata de un tipo que va a hacer un viaje para matar a otro, viaja y lo mata. Lo que ocurre es que el tipo viaja en el tiempo hacia atrás. Le encontré una construcción que me gusta un montón.

Dejá tu comentario