23 de marzo 2018 - 00:00

Sensible mirada a un pasado cruel

Esto da por lo menos para otras dos películas. Una, de suspenso. Chile, 1974, un chico está en la sala-cuna del jardín cuando sus padres, militantes de extrema izquierda que justo iban a buscarlo, "mueren en un enfrentamiento". Ahora lo buscan los asesinos. Para salvarlo, la secretaria de su tío lo "reconoce" legalmente como hijo natural y así, con otro nombre, lo mandan a unos conocidos en París, quienes luego lo remiten a la Venezuela de Carlos Andrés Pérez, donde ya están exiliados el abuelo y el tío, que lo cría como su hijo.

La otra película es de tono reflexivo. A los 5 años, el niño descubre quién es, pero no puede decirlo. A los 17 conoce su país, sin sentirlo suyo. A los 32 recupera legalmente su apellido.

Ahora que ya vivió más que sus padres, se encuentra con sus parientes, el diario íntimo de la madre, el jardín en demolición, unos viejos extremistas y un hermano mayor, vuelto un hippie en las colinas. Y en especial se encuentra con el Chile de hoy, tan distinto del de los '70.

Todo esto, y quizá mejor que en películas con actores, está en el documental de Alejandro de la Barra que ahora vemos. Lo hizo en primera persona, sin discursos de ningún tipo, ni explicaciones redundantes ni elogios a ninguna juventud maravillosa ni registro del juicio y condena a los culpables, cumplido en 2015. Nada de eso. Y nada tampoco de los padres, sino la ausencia. Y una foto que es casi una ilusión, y cierra con altura, reproche y dolor íntimo este verdadero ejemplo de cine. En el montaje, el argentino Martín Sappia.





"Venían a buscarme" (íd., Chile, 2016). Dir.: A. de la Barra. Documental.

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