24 de abril 2018 - 00:09

“Diagonal Sur 2”: cuando la violencia tematiza al arte

La exposición puede visitarse en el Centro Cultural Borges, y está complementada por otra que integrada por obras de mujeres.

Insomnio. Al ingresar a la muestra, la misteriosa platea de un cine en penumbra de Gabriel Valansi atrapan la mirada con sus luces fantasmagóricas.
Insomnio. Al ingresar a la muestra, la misteriosa platea de un cine en penumbra de Gabriel Valansi atrapan la mirada con sus luces fantasmagóricas.
El Centro Cultural Borges presenta en estos días la exposición "Diagonal Sur 2", una muestra de arte contemporáneo argentino curada por el francés Philippe Cyroulnik. Dividida en dos capítulos, "Diagonal Sur 2" exhibe, en primer lugar, referencias a la violencia que cruza nuestra historia más reciente, y luego una selección de obras donde figuran todas las mujeres que integran una extensa colección privada. A partir 1989, cuando viajó a nuestro país invitado al CAyC por Jorge Glusberg, Cyroulnik comenzó a albergar en el Centro de Arte Contemporáneo de Montbéliard, en Francia, numerosos artistas argentinos que nunca dejó de apoyar. Así se convirtió en un conocedor de las vertientes contemporáneas de nuestro arte y, desde entonces, se suceden las muestras que presenta en Buenos Aires.

"¿Qué puede el arte en tiempos de crisis?" se titula la exposición que inauguró, en un espacio difícil del Centro Borges, el lobby del primer piso. Allí está, trágica y oscura, la fotografía de Jorge Miño: la copia en negativo de un amenazante portal. La imagen de una demolición provocada por Marcela Astorga registra un edificio con el techo horadado, justo cuando por ese hueco se filtra un rayo de luz cenital. El francés escribe sobre "los agujeros de una agenda con direcciones que desgranan la ausencia de aquellos cuyo cráneo fue atravesado por una bala, cuya última visión fue la de una puerta de avión abierta sobre el Río de la Plata o la puerta de un Falcon arrancando...". Así, sobre una columna, ubica la enigmática huella de una bota impresa por Jorge Macchi. En abierto contraste figura la dimensión desmesurada de una tela abstracta y sin motivo aparente que Federico Colletta pintó al óleo con colores grises. Luego de mezclar la pintura con cenizas, Colletta cubrió el abismal vacío con el empaste.

Al ingresar a la muestra, la misteriosa platea de un cine en penumbra de Gabriel Valansi atrapan la mirada con sus luces fantasmagóricas. La imagen, como el poema de Borges, se llama "Insomnio" (De fierro, /de encorvados tirantes de enorme fierro tiene que ser la noche/ para que no la revienten y la desfonden/ las muchas cosas que mis abarrotados ojos han visto).

Cyroulnik presenta con nostalgia varios afiches de Roberto Jacoby, "el rastro olvidado de un resplandor del pasado o de un instante de felicidad enterrado en nuestra memoria", observa. Entre los carteles figura el anuncio del debate "Cultura 68". Jacoby superpone sobre el afiche un fragmento de la canción que el mismo escribió para el grupo Virus: "tu beso en el vidrio dejó marcado el rouge".

Entretanto, cambian la época y el espíritu de la obra. Luciana Lamothe se pone en la piel del otro, asume la violencia actual y la ejecuta. Durante una acción arranca los carteles de las empresas de seguridad que la gente contrata para protegerse y, luego, interviene los logos con líneas negras. La ficción pisa el umbral de la realidad. En abierto contraste, el arte ornamental de Karina El Azem evoca motivos orientales y reduce el mundo a una decoración en constante cambio. Para representar las ruinas del siglo XX, Gian Paolo Minelli retrata una serie de libros descartados en la decrepitud de un edificio abandonado. La obra de Marcelo Grossman, un ensayo fotográfico sobre la identidad, muestra rostros que se diluyen en el anonimato.

Con poco espacio y muchas obras para albergar, Cyroulnik utilizó la plazoleta central del Borges y montó el cartel de neón de Santiago Rey, "Dormiré cuando esté muerto". La frase recuerda la canción de Bon Jovi e ilumina el lugar con su dramático mensaje. La muestra se completa con obras de Juan Matías Álvarez, Nuna Mangiante y Elisa Strada, sumadas a la colaboración como curadora de Verónica de Toro y la producción de Clara Lía Cristal.

"Las obras por su propio poder pueden encarnar, ocultar o rastrear los cantos, los gritos y los fantasmas de nuestra humanidad. [...] Condensan en ellas la vida y las experiencias múltiples. Absorben y restituyen lo real de un modo particular sin necesidad de representarlo", señala Cyroulnik.

"La otra mitad del mundo del arte (Fragmento)", se llama la muestra dedicada a las mujeres, en exclusiva. El objetivo del curador es poner en evidencia el gusto del coleccionista, su subjetividad. Y gran parte de las artistas pertenecen a la generación de los años 90 y 2000. En la exhibición se destacan Rosana Schoijett, Adriana Minoliti, Andy Racciatti, Diana Aisenberg, Carolina Antoniadis, Fabiana Barreda, Nicola Costantino y Ana Gallardo; Cynthia Cohen, Flavia Da Rin, Marina De Caro, Desirée De Ridder, Marcolina Dipierro, Annemarie Heinrich y Nora Iniesta; Magdalena Jitrik, Silvana Lacarra, Fernanda Laguna, Catalina León, Tristana Macció, Marta Minujín y, entre muchas otras, Liliana Maresca. Al final del recorrido se encuentra "El atravesado" de Maresca, una rama antropomórfica de madera combinada con un bronce que "atraviesa" el cuerpo de lado a lado y un coral en una pierna que, responde al afán de embellecer la obra mientras a la artista se le escapa la vida. Cyroulnik trabajó en una colección donde comparó el número de hombres (144) con el de las mujeres, que lejos de ser insignificante representa 48%.

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