25 de mayo 2018 - 23:41

Urge derribar tres mitos hoy en la economía

Urge derribar tres mitos hoy en la economía
La realidad económica argentina suele estar plagada de mitos. Esos mitos operan generalmente de manera destructiva: inhiben fuerzas creadoras y desinhiben procesos destructivos. Solo la historia, con el paso del tiempo, separa paja de trigo y se puede visualizar correctamente cuales fueron las creencias erróneas que determinaron que la realidad tomara los equivocados rumbos que suele tomar en nuestro país.

Hoy en Argentina pululan al menos 3 mitos que son creídos a pie juntillas por el gran público a fuerza de haber sido repetidos en medios de comunicación. Esos mitos son altamente perjudiciales para el país. Veamos cuales son:

Mito número uno: "El 28 de diciembre fue una fecha nefasta para el país. El hecho de que la Jefatura de Gabinete haya elevado las metas de inflación provocó el caos posterior".

Error. Gran error. Craso error. Lo que ocurrió el 28 de diciembre fue en realidad un gran sinceramiento de la política económica argentina. La meta inflacionaria de entre 10% y 12% para 2018 era una quimera incumplible dada la realidad monetaria, fiscal y externa del país. Los números crudos del país dan para una tasa de inflación claramente superior -por no decir muy superior- a los cerca de 25% anual que se padecieron en 2017. Haber querido forzar a la economía a que se encorsete en una franja de entre 10% y 12% anual en 2018 habría implicado la necesidad de un festival de deuda que ya a fines de 2017 se perfilaba como imposible de contraer dados los cambios que ya se gestaban en los mercados financieros internacionales y dada la magnitud creciente de los desequilibrios argentinos.

Cabe preguntarse: ¿En qué situación estaríamos hoy si la meta no se hubiera modificado? Sería todo claramente peor de lo que hoy ya es: la meta hubiera quedado totalmente sobrepasada en este quinto mes del año gatillando la reapertura muy prematura de paritarias complicando la situación salarial y laboral. El aumento de la presión se habría reflejado no solo en la faz laboral, sino que también estaría alcanzando al mercado de cambios donde el mercado estaría "madrugando" al Banco Central y a las autoridades de Economía mucho más de lo que ya lo hizo, y las críticas arreciarían sobre todo el gobierno por la falta de realismo con la que se hace la planificación económica. Nadie podría creer en pronósticos económicos y los funcionarios habrían perdido total credibilidad. No solo el Banco Central, sino también el resto del gobierno. El cambio de las metas inflacionarias del 28 de diciembre introdujo una muestra de realismo de parte del Gobierno. Justamente la parte del Gobierno que viene perdiendo poder relativo en los últimos días.

Quien dude de esto debe preguntarse: ¿Cuándo fue positivo en la economía argentina negar la realidad?

Mito número dos: "El Banco Central debe ser independiente en Argentina tal como lo es en otros países del mundo. De hecho, ni la Jefatura de Gabinete ni el propio residente del país deben inmiscuirse en las decisiones del Banco Central".

Gigantesco error. Querer que las generales de la ley de nuestro Banco Central igualen la de otros bancos centrales de países muy desarrollados equivale a creer que las familias de bajos recursos deben efectuar el mismo nivel de erogaciones mensuales que las familias de altos recursos. La independencia del Banco Central es un lujo que la economía argentina no está en condiciones de darse. De hecho, desde el 2010, por su reforma de la Carta Orgánica, el Banco Central ya no es independiente y tampoco tiene como objetivo exclusivo cuidar el valor de la moneda. A quien esto moleste puede dedicar unos minutos a examinar cómo se mueve, por ejemplo, el mayor banco central del mundo, la Reserva Federal de EE.UU., que tampoco tiene como objetivo exclusivo cuidar el valor de la moneda y además, si bien una vez nombrados los funcionarios estos tienen gran nivel de discrecionalidad en sus votos y decisiones, antes de asumir la jefatura y vicejefatura son sometidos a un detallado, prolongado y delicado escrutinio a nivel político por parte del presidente y del Congreso para tratar de prever que harían los candidatos con las tasas de interés de resultar elegidos. Y generalmente se elige a aquellos más proclives a mantener tasas de interés en niveles moderados, o incluso negativas en términos reales como fue el caso de Ben Bernanke y Janet Yellen, como lo había sido antes Alan Greenspan, y también lo es el caso de Jerome Powell si se lo compara con quien fue su rival, el "ultra halcón" John Taylor.

El Banco Central argentino no puede ni debe ser independiente en forma total. La política económica debe estar centralizada en un solo hombre y el Banco Central toma decisiones demasiado importantes como para que su jefe "se corte por la suya". Al respecto, hay que recordarle al presidente Macri, quien recientemente cometió la "gaffe" de decir que el Banco Central es independiente, que no lo es. Y que la renuncia de su cúpula depende solo de su deseo.

Mito número tres: "Las tasas de interés muy altas contribuirán a regenerar estabilidad en la economía y en los mercados financieros".

Falso de toda falsedad. Las altas tasas de interés que hoy campean en nuestra economía solo sirven para postergar grandes ajustes macroeconómicos que a la postre terminan manifestándose "por las malas".

Tasas de interés estratosféricas solo servirán para que el desajuste posterior en las tasas de devaluación e inflación sean mayores. Las altas tasas incentivan a los capitales golondrina a ingresar o a quedarse en el país, engrosan sus ganancias y luego esos capitales pueden partir multiplicados por esas tasas, por lo que pueden fugar más dólares. Las altas tasas, también ayudan a reprimir inflación. Producen liquidaciones de stocks de mercancías para no tener que pagarlas y facilitan los cortes en las cadenas comerciales y crediticias lo que por un corto tiempo pone un pie encima en la tasa de inflación. Y cada vez que en Argentina la inflación se reprimió terminó por producir posteriores picos de inflación altísimos.

En síntesis, mejor despojarse cuanto antes de los mitos económicos que hoy abundan. Solo pueden perjudicarnos en gran medida más adelante. Y no demasiado tarde.

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