4 de junio 2018 - 20:28

Son los dólares, no el déficit en pesos

Son los dólares, no el déficit en pesos
El Gobierno Nacional sostiene que el origen de la crisis es fiscal. Más allá que el macrismo ha agravado con sus decisiones en estos 30 meses el déficit, la causa fundamental de la crisis es el sector externo.

El problema es la restricción externa o sea la falta de dólares, no el déficit en pesos. Argentina acumuló un déficit de cuenta corriente de más de 5 puntos del PBI, nivel comparable a los peores años de la década del 90.

Por eso los inversores, que se beneficiaron con la fabulosa bicicleta generada por la desregulación financiera, han decidido dolarizar los activos y sacarlos del sistema por distintos mecanismos.

Así en 2018 Argentina con un 24% es el país que mas devaluó en el mundo este año. Solo Turquía tuvo una devaluación cercana al 20% con un déficit externo similar, mientras que otros países tuvieron devaluaciones muy poco significativas.

El verdadero talón de Aquiles del país es producto de la apertura importadora y la eliminación de ciertas regulaciones financieras que limitaban el ingreso y la salida de capitales especulativos de corto plazo.

Como muy bien lo estudió hace décadas Marcelo Diamand las políticas de endeudamiento siempre terminan en una crisis cambiaria, que agrava el problema de fondo que es la existencia de una estructura productiva desequilibrada.

El Gobierno ha elegido acudir al FMI y producir un fuerte ajuste fiscal y de tasas de interés. El ajuste solo provocará una mayor recesión en la economía. Así se agrega un nuevo drama a la economía real.

La experiencia histórica mundial, demuestra que un ajuste fiscal deprime la economía y afecta la
recaudación con lo que un menor gasto no reduce el déficit.

El FMI exige a la Argentina una flotación y por ende una devaluación de la moneda. Igual que en febrero de 2002 cuando la flotación llevó al peso de 1,40 a 4 en dos meses y se aceleró la inflación a un 40% anual.

En un país de baja dolarización, una devaluación restaura el superávit comercial mediante un ajuste de precios relativos que reduce las importaciones y vuelve más competitivo al sector exportador.

Pero en Argentina una devaluación se traslada ("pass through") a los precios internos, lo que genera mas inflación y modifica muy poco el resultado externo y a un altísimo costo.

Además, la devaluación agrava el problema de solvencia del país, deteriorando las relaciones de deuda e intereses en relación al PBI, agravando el costo fiscal del endeudamiento.

Por eso el FMI se equivoca si fuerza una devaluación y un ajuste ortodoxo, como se equivocó en los años 90 cuando obligó a los países asiáticos a ajustar, cuando el problema era el sector externo.

Uno de los peores errores del Gobierno argentino fue subestimar la importancia de la política cambiaria, implementando una libre flotación y una desregulación financiera absoluta y de shock. Cuando se implementaron en forma ineficiente, parcial y tardíamente la flotación administrada y ciertas regulaciones cambiarias ya era tarde.

No es lo mismo hacer política cambiaria en un país de baja dolarización que en un país con la historia cambiaria de Argentina. La política cambiaria la debe determinar el Banco Central y no el mercado. Hoy el Banco Central incumple con todos sus objetivos por sus errores de política, pero también por la inconsistencia de las políticas del Gobierno Nacional que nos llevaron a esta crisis.

Como señalamos junto a Haroldo Montagú en 2005 en el artículo "Hacia una política monetaria y cambiaria orientada al crecimiento" se debe efectuar una flotación administrada en el marco de ciertas regulaciones que aseguren un balance de divisas positivo.

Se requiere asignar las divisas en función de un plan de desarrollo que revierta gradualmente la extranjerización de la economía nacional y resuelva los problemas de una estructura productiva desequilibrada.

En ese marco es de singular importancia lo destacado por Walter Graziano en su excelente artículo del viernes 1.6.18 en Ámbito Financiero. Argentina no puede tener un solo tipo de cambio efectivo. Es necesario desvincular los precios internos y externos y evitar que una devaluación sea inflacionaria y pulverice los salarios.

En el caso de las exportaciones, Argentina no puede tener un mismo tipo de cambio para la soja que para exportaciones industriales o servicios de mayor valor agregado. Tampoco puede ser igual el tipo de cambio para bienes esenciales o el de los insumos críticos, que el de las deudas financieras, repatriación de utilidades, turismo o importaciones de bienes suntuarios.

Así tipos de cambio efectivos múltiples, de manera directa o indirectamente vía política fiscal, es una política ineludible de una estrategia de desarrollo que evite la restricción externa.

La estrategia cambiaria se debe complementar con una política de sector externo integral con un sesgo productivista, que incluya, rever las licencias de importación, subir ciertos aranceles, retrotraer la baja a las retenciones a la soja, introducir rembolsos en exportaciones de las economías regionales, promover el compre nacional y reimplantar controles al ingreso de capitales especulativos, además de que se vuelva a requerir aprobación del Banco Central para ciertas operaciones financieras que impliquen salida de divisas.

EE.UU. y Europa son crecientemente proteccionistas, a contramano de un Gobierno que busca firmar acuerdos de libre comercio ruinosos para el país, que implicarían una mayor desindustrialización y crecientes desequilibrios económicos y sociales.

En síntesis, el FMI no es una solución, sino que las políticas que promueve y ejecuta el Gobierno generarán inflación y recesión, pudiendo además tornar una crisis cambiaria en una crisis financiera y de deuda. Aún estamos a tiempo, para evitar un colapso mayor, más allá de los enormes daños que ha ocasionado esta política.

Es de esperar que un gobierno peronista en 2019 llame a un verdadero Pacto Social y promueva un Plan Cuatrienal de Desarrollo Nacional y no un GAN para el ajuste. No es esperable que el Gobierno cambie, pero podría verse, si tuviera esperanza de perpetuarse, en el espejo de la derecha conservadora que, en el marco de la crisis del 30, abandonó un liberalismo económico inviable e introdujo el control de cambios, restricciones arancelarias y para arancelarias, introdujo el impuesto a las ganancias, creo las Juntas Reguladoras de Granos y Carnes y el Banco Central entre otras medidas.

Quedan 18 meses y no hay tiempo que perder. Se debe elaborar un programa que defienda el interés nacional, adecuado a estos tiempos, como hace el Primer Mundo que evite una crisis mayor y promueva una estructura productiva que asegure crecimiento, equidad y sustentabilidad.

(*) Ex presidente del Banco Central

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