12 de junio 2018 - 23:08

FMI busca un “nuevo comienzo” con el acuerdo con Argentina

• EN SU RELACIÓN CON EL MUNDO, TRAS ÚLTIMOS SALVATAJES CUESTIONADOS
El Gobierno de Macri se juega su última carta para relanzar su política económica. Pero también el organismo quiere mostrar una señal de éxito. Y Lagarde, un aval a su gestión y eventual proyección.

Christine Lagarde
Christine Lagarde
Desde Washington se espera que el acuerdo firmado entre Argentina y el Fondo Monetario Internacional (FMI) sea exitoso con tanta ansiedad como desde Buenos Aires. Para Mauricio Macri, se trata de la última oportunidad para relanzar su política económica, estabilizar la crisis, y llegar con posibilidades reales a las elecciones en 2019. Y para el organismo financiero también se trata de un movimiento importante que pone en juego no sólo su prestigio sino también su capacidad certera de contención de un Estado ante una crisis. Ello no implica una carta clave para el mismo FMI y su cuerpo técnico. También la propia Christine Lagarde se juega con la carta argentina una apuesta personal donde se evaluará su propia capacidad de conducción y, eventualmente, su proyección internacional.

Sucede que hasta la llamada telefónica de Macri a Lagarde, las últimas intervenciones del FMI en diferentes países habían tenido un resultado agridulce. Si bien se mencionan ciertos casos en los que el organismo considera que el resultado final fue positivo (Croacia, Serbia), las crisis más resonantes de los últimos tiempos en los que hubo intervención del Fondo terminaron con un saldo negativo, al menos en la percepción de la sociedad. El más importante fue el caso griego, donde las consecuencias de la intervención del FMI son consideradas como negativas desde la sociedad helena, mientras que desde el organismo se habla de incomprensión por parte de la población griega.

El caso argentino quedó como una cuenta pendiente en los pasillos del FMI. Décadas después de la crisis de 2001, aún se discute si la decisión conjunta del dúo que formaban el alemán Horst Köhler y la norteamericana Anne Kruger, de precipitar la caída terminal del país, fue o no la correcta. Si bien hay un consenso general en que en aquellos años la ayuda a la Argentina era a diciembre de 2001 inútil e innecesaria, también se considera hoy en el FMI que la decisión de Kruger, avalada por Köhler, de convertir al país en un ejemplo para el resto del mundo fue un castigo innecesario. Y que había alternativas para ayudar a la Argentina para que, por lo menos, el país no cayera en los niveles de pobreza a los que arrojó la crisis derivada de la salida de la convertibilidad. Más crítica es aún la visión personal de Kruger de considerar a la Argentina como un ejemplo y un caso aleccionador para el resto del mundo. El tiempo demostró que no sólo fue la Argentina la que ingresó en crisis, sino también Rusia, Turquía y casi toda Europa del Este. Ni hablar de la ineptitud del FMI para poder prever la crisis de 2008 iniciada en los Estados Unidos con las subprime y sus consecuencias en Europa primero y en todos los estados emergentes después. Curiosamente, se recuerda en el FMI que el primero en impulsar una revisión del caso argentino fue Dominique Strauss Kahn, hoy caído en desgracia a nivel mundial, pero que en su momento había pedido una revisión general sobre la actuación del FMI ante el caso argentino prometiendo una autocrítica general. Obviamente, las posibilidades de una redención argentina quedaron atrapadas en aquella habitación del Sofitel New York Hotel el 14 de mayo 2011.

Años después, ya con Christine Lagarde al frente del FMI, se comentaba en Nueva York que hubo algún contacto indirecto e informal entre el FMI y el Gobierno de Cristina de Kirchner para hablar de algún tipo de reinicio del diálogo entre el organismo y el país. Fue a mediados de 2011, cuando Amado Boudou (aún ministro de Economía) se perfilaba como hombre fuerte del kirchnerismo y eventual sucesor presidencial. El próximo vicepresidente tenía en mente un retorno lento y prudente al FMI como parte de un plan económico que Boudou tenía en mente para el segundo Gobierno de Cristina. Una crisis cambiaria local de octubre de 2011, donde la expresidenta creyó ver actitudes golpistas y la caída en desgracia del exvicepresidente hicieron que las gestiones de un regreso de los acuerdos con el FMI terminaran abruptamente.

Hubo otro momento de eventual acercamiento con el kirchnerismo. Fue en la cumbre del FMI de abril de 2012, cuando en Washington el Gobierno español estaba decidido a apurar al organismo para que condene la reciente reestatización de YPF. En ese evento, el entonces ministro de Hacienda del Gobierno de Mariano Rajoy, Luis De Guindos, tenía la misión de lograr una declaración oficial del organismo en contra de la decisión de Cristina de Kirchner. El entonces ministro de Economía local, Hernán Lorenzino, negoció directamente con el chileno Nicolás Eyzaguirre, en esos momentos director para el Hermisferio Occidental del FMI, para que el organismo se mantuviera independiente de la decisión. Curiosamente logró el objetivo, y Eyzaguirre declaró que "YPF no está dentro de la agenda, no será tema de debate aquí. Es algo que queda en el ámbito de las relaciones del Gobierno argentino con una empresa, Repsol". Lorenzino intentó que este apoyo se convirtiera en un inicio de las negociaciones para el regreso del país a los acuerdos con el FMI, pero fue luego el entonces viceministro de Economía Axel Kicillof el que terminó de bombardearlo.

Ahora el FMI quiere que el flamante acuerdo con la Argentina sea no sólo el reinicio de una "bella amistad", sino un faro para toda la región y las amenazas populistas.

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