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Luigi Zoja: "Estamos viviendo una sociedad post-patriarcal"
En “El gesto de Héctor” y “Los centauros”, el autor se ocupa desde múltiples perspectivas del lugar del hombre y la mujer en la contemporaneidad.
P.: Héctor deja su marca hasta en lo sexual: inicia la "postura de Andrómaca", en la que su esposa, la mujer, va arriba.
L.Z.: Hubo quienes llamaron a eso "el caballo Héctor". Es otra metáfora anticipatoria del cambio de lugar de la mujer. En Italia, las reformas de los años 70 que comenzaron con el divorcio y el derecho al aborto, siguieron con un avance constante de las mujeres que, por caso, hoy superan en número a los hombres en muchas universidades. Recuerdo que en una charla sobre "la ausencia del padre" había sólo mujeres, así que lo primero que dije es: "¿comienzo o ya está todo explicado?" Hay una crítica a veces excesiva que mezcla padre y patriarcado, condenando los excesos del conservadurismo del patriarcado y del padre tradicional, los abusos de poder, de autoridad que se vuelve autoritarismo. El caso es que se tira por la borda algo valioso y no sólo lo despreciable. Occidente se forjó, nos guste o no, con una sociedad patriarcal, el cambio radical que se ha producido en las últimas generaciones nos ha llevado a una sociedad post-patriarcal, que no es como la señalaron ciertas feministas en el pasado sino lentamente balanceada. Hoy es natural ver padres en actitudes cariñosas con sus hijos, superando pudores, rigideces y distancias del pasado. Recuperan aquella enseñanza del príncipe troyano que abrazaba a su hijo frente a sus tropas. Para todo padre, aún el padre biológico, su hijo es una adopción. La actitud afectuosa hace hijo al hijo. En Italia a ese tipo de padre se lo llaman "mamo" porque tiene algo de la ternura de una madre. Pero lo importante es que luego asuma ese rol paterno que dicta normas e impone límites. Cuando comencé mi investigación sobre "prehistoria, historia, actualidad y desaparición del padre", descubrí gracias a internet que había diez veces más textos sobre la madre, y de la relación madre-hijo, que sobre el padre; y los que se ocupaban del padre eran textos estadounidenses que se interesaban más en las estadísticas y las conductas grupales que en la evolución histórica y la situación actual. Eso me impulsó a hacer una reconstrucción genealógica de esa construcción cultural que llamamos padre.
P.: Hoy crece la violencia hacia la mujer, los femicidios.
L.Z.: Aún estamos en una sociedad que no es patriarcalcéntrica sino machocéntrica. El padre es la forma cultural de la identidad masculina, construida como un tapón sobre los instintos, esa violencia animal por el dominio de las hembras. En "Los centauros" muestro cómo esa figura mitológica refleja la tragedia de la identidad masculina. En los centauros la sexualidad es el estupro. La agresión es el modo de relación con las mujeres; no conocen el amor, ni se arrepienten de su violencia, es una patología animal, salvaje, perversa. Eso entre los hombres se ha manifestado a través de los tiempos como una perversa conducta marginal. Y es patológicamente marginal en tanto no es transformada por el padre, que civiliza, humaniza, controla y acota.
P.: ¿Qué está escribiendo ahora?
L.Z.: Un trabajo sobre las imágenes icónicas de nuestro tiempo. De alguna forma es una profundización de ideas que surgieron de "Paranoia. La locura que hace historia", y de la paranoia como fórmula de los medios de comunicación. Luego me dedicaré a un ensayo sobre la italianidad, y tengo como modelo "El laberinto de la soledad" de Octavio Paz.
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