25 de junio 2018 - 22:08

Macri ante su mayor paro: CGT busca refundarse

• NO HABRÁ TRANSPORTE , BANCOS, NI ACTIVIDAD DOCENTE
El Gobierno enfrenta hoy el paro más organizado que haya sufrido hasta ahora. La CGT, al mismo tiempo, logró unificar sindicatos para darle contundencia a la medida, pero aún no puede mostrar un frente organizado hacia futuro. Macri cree que tras el paro volverán las divisiones del gremialismo PJ.

Hugo Moyano
Hugo Moyano
Mauricio Macri enfrentará hoy su tercer paro general, que se anticipa como el más contundente y con mayor unidad de criterio del sindicalismo frente a una agenda de reclamos más precisa que en otras ocasiones: rechazo al Fondo Monetario Internacional (FMI), al tarifazo y al tope en paritarias, a los que se suman los más genéricos y vinculados al ajuste económico. El Ejecutivo, sin embargo, confía que luego de la medida de fuerza volverá la división habitual del gremialismo peronista y podrá pivotear sobre ese escenario para insistir con su modelo y con la reforma laboral que envió al Congreso. Una chance de cohesión interna que la CGT comenzará a explorar inmediatamente después de la huelga amenaza esa fe en la que descansa el oficialismo.

La protesta se concretará por acumulación de destratos e incumplimientos del Gobierno que colmaron la paciencia del sindicalismo al punto de empujar al paro a las organizaciones del transporte público de pasajeros (colectivos y trenes), habitualmente refractarias a medidas de ese volumen. También, como se hizo frecuente desde la asunción de Macri, habrá participación activa de las dos versiones de la CTA y de las múltiples expresiones de la izquierda política y sindical, que buscará imprimir su sello con cortes y manifestaciones callejeras.

Todo indica que será la huelga más fuerte contra Macri. Sólo con la adhesión lineal del transporte (además de colectiveros de UTA y los ferroviarios pararán los metrodelegados del subte, los camioneros, todos los gremios aeronáuticos y los portuarios) garantizará una escasa concurrencia a los lugares de trabajo. También será completa en el segmento industrial, con organizaciones referentes como la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) o los mecánicos del Smata (que prometieron extender la medida hasta el martes), y hasta en el de servicios, donde gremios como Comercio o Gastronómicos, con trabajadores en general imposibilitados de parar sus actividades y dirigencias siempre afines a los gobiernos, prometieron esta vez que su adhesión se notará.

Tampoco habrá actividad financiera normal por la participación de la Asociación Bancaria ni clases en ninguno de los niveles educativos. En este caso por la participación en la protesta de todo el arco sindical docente, desde la Ctera (y sus gremios asociados como Suteba y UTE) hasta UDA, los de colegios privados de Sadop y los de nivel universitario. En el caso de los servicios sanitarios, como suele suceder, sólo se cubrirán las guardias hospitalarias.

En los casos de las CTA y las organizaciones sociales su aporte pasará por los gremios estatales, los docentes y la movilización callejera, un ítem que la CGT suele objetar cuando realiza una huelga por entender que le quita protagonismo y asocia la merma en la actividad a un supuesto temor a transitar en medio de piquetes. Desde el minuto cero la central mayoritaria había aclarado que sería "un paro sin movilización".

Para la CGT el desafío será enterrar en el olvido la anterior huelga nacional, del mediodía del 18 de diciembre pasado a la misma hora del día siguiente, que resultó un fiasco interno por la decisión de varios de los gremios más influyentes de correrse de la medida. Fue un acontecimiento inédito de desobediencia que decretó un estado de coma irreversible para el triunvirato que todavía integran Héctor Daer, Juan Carlos Schmid y Carlos Acuña.

Desde entonces el Ejecutivo fue el protagonista más activo para garantizar que en esta ocasión no habrá desobedientes o traidores. Lo hizo sobre todo al convocar a una negociación a la "mesa chica" de la CGT para evitar que se llegara al paro confiado en que del pliego de reclamos presentado por la central sólo haría efectiva la entrega de fondos a las obras sociales que estaban comprometidos desde 2016. De cuatro puntos restantes, que incluían reapertura de paritarias sin tope, exención de Ganancias en el aguinaldo, freno a los despidos por seis meses y el desmonte parcial de la reforma laboral, los negociadores, con Mario Quintana a la cabeza, sólo tenían previsto hacer concesiones mínimas que terminaron por dinamitar la negociación junto con la nueva radicalización del gastronómico Luis Barrionuevo contra Macri.

Pero incluso con esa responsabilidad primaria en la desembocadura en una huelga el Gobierno cree que hoy será apenas un traspié leve en su modo de vinculación con el sindicalismo. El equipo a cargo del ida y vuelta con la CGT descree de una escalada de conflictividad mayor a partir de hoy, como amagan desde el triunvirato. En cambio afirman que las históricas diferencias entre los "gordos" de los grandes gremios de servicios y los "independientes" alineados en general con los oficialismos respecto de Hugo Moyano y sus aliados terminarán por dinamitar cualquier continuidad de la protesta.

Es más: cerca de Jorge Triaca confirmaron que en lo inmediato el Gobierno apurará en el Congreso los tres proyectos de reforma laboral que envió para relanzar las pasantías, abrir un amplio blanqueo laboral con perdón de deudas, crear una barrera legal para los juicios contra prepagas y obras sociales y abaratar las indemnizaciones. De todos estos puntos el de los pagos por despido llegó a formar parte de las negociaciones frustradas con la "mesa chica" pero desde el oficialismo aclararon que la caída de ese diálogo volvió todo a cero y los proyectos se tratarán sin quitas de capítulos.

Sin embargo un factor puede enturbiar esa planificación gubernamental. El miércoles habrá un encuentro cumbre de todos los sectores en los que se divide la vida interna de la CGT. Los promotores son los sindicatos industriales, la UOM y Smata, que desde marzo cavilan una tercera posición para contrapesar a los otros sectores siempre en pugna. Pero a diferencia de otros intentos unionistas en este caso ya hubo señales favorables de todos los convocados. Eso no implicará un armisticio inmediato en la etapa previa al Congreso de renovación de autoridades de la central previsto para el 22 de agosto pero al menos preanuncia una siempre prometida y jamás concretada discusión sobre qué perfil deberá tener la próxima CGT.

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