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En muy resumidas cuentas, mientras las inversiones ingresaban a Brasil, la fiesta parecía no tener fin. Brasil llegó a ser sede del Mundial en 2014 y de los Juegos Olímpicos en 2016. Pocas cosas pueden hablar de una euforia internacional tan fuerte hacia un país.
Cuando las inversiones se retiraron, comenzó la era del endeudamiento a tasas bajas. La era de la plata dulce que aprovecharon muchos países Emergentes y a la que la Argentina sólo pudo sumarse en la última fase.
Queda a la vista el mismo arquetipo de comportamiento. Cuando el influjo de dinero abunda, no hay un solo político que quiera hacer los deberes (reformas). Esto sucede en Argentina, Brasil, Turquía, India, Sudáfrica.
El peso se verá afectado por la depreciación del real, que continuará la tendencia marcada. El nivel de 30 pesos argentinos por dólar, próximamente será cosa del pasado. Lo peor sería intentar evitar lo inevitable y dilapidar reservas para frenar este tren que viene de frente.
Una vez más, todos los Emergentes deberemos pagar de manera abrupta por no hacer los ajustes a tiempo y de modo planificado. Ahora el que manda es el mercado, que cuando ajusta, lo hace a los palazos.
¿Cuántos embates más deberá soportar el peso argentino? La respuesta la tiene la clase política que no parece interesada en buscar un acuerdo para cumplir con las metas impuestas por el FMI.
Resulta un ironía que se demonice al FMI, la única entidad del mundo dispuesta a prestarnos para que podamos mantener, al menos parcialmente, nuestro tren de vida. Los que creen que sin el FMI estaríamos mejor, no entienden que sin el FMI, la consecuencia sería abismo y default inmediato. Cuánta ignorancia.
(*) Ceo de Carta Financiera
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