22 de agosto 2018 - 00:18

Grecia celebra, pero el euro aún está en jaque por Italia y España

• LA GRIETA ENTRE PAÍSES RICOS Y MENOS RICOS HACE TAMBALEAR A LA EUROZONA
Se festejó en Atenas el cierre del rescate financiero, pero existen dudas de que el euro esté a salvo. Las principales amenazas de corto plazo son los bancos italianos. Detrás le sigue España. Otra vez, todos miran al BCE.

Grecia celebra, pero el euro aún está en jaque por Italia y España
El Gobierno griego, y gran parte de Europa, celebró el lunes pasado el fin del megaprograma de rescate financiero heleno. Sin embargo, los expertos advierten que apostar ahora al blindaje del euro y al fin de la crisis de la deuda sería un error. Consideran que el creciente avance del euroescepticismo y del populismo son serias amenazas de políticas como las que llevaron a la debacle financiera. A esto se suma el riesgo de nuevas turbulencias bancarias con el agravante de que el sistema de rescate no es suficiente. Para ellos, el mayor riesgo está en Italia, pero no se puede soslayar a España.

Con relación al caso heleno, hay que tener en cuenta que a partir de ahora ya no recibirá préstamos de la troika, sino que tendrá que atraer fondos privados. Además, el próximo año tiene programadas elecciones. Desde el rescate de la troika, Atenas recibió 61.900 millones de euros de los 86.000 millones que pusieron a su disposición en el tercer programa de asistencia financiera por parte del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE). También recibió préstamos por 141.800 millones de euros del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera entre 2012 y 2015. Desde el inicio de la crisis recibió 260.000 millones en préstamos.

La crisis que detonó los rescates de Grecia, Irlanda, Portugal y España, y luego el "whatever it takes" del titular del BCE, Mario Draghi, dejó algunas lecciones a la UE: se creó un fondo de rescate permanente, se centralizó la supervisión bancaria en el BCE y se estableció un sistema de resolución bancaria que pretende romper el nexo que arrastraba conjuntamente a los Estados y los bancos. Pero a pesar de todo esto el euro no está blindado. En primer lugar, por el accionar de algunos políticos, no tan predispuestos a asumir sacrificios en pos del proyecto comunitario. Sin duda, la germana Merkel y el franco Macron son los líderes que pugnan por profundizar la integración, pero a la hora de aportar fondos todo queda en la nada. Prueba de ello, el fondo de garantía de depósitos europeo.

En la otra orilla, Italia emerge como el principal riesgo ante el discurso antieuropeísta del Gobierno italiano, sumado al enfrentamiento con la Comisión Europea, y la utilización populista del euro al que califica "jaula alemana" porque impone la austeridad a los italianos. En nada ayudó el primer presupuesto de Conte y Salvini, con un gran sesgo expansivo. Tampoco la salud de la banca italiana colabora ya que el mercado le encuentra características similares a las que tenían las cajas españolas en 2012. De modo que se vislumbran dos escenarios posibles: una quiebra masiva que provocaría una catástrofe entre accionistas y bonistas según las nuevas normas de resolución, o, el más probable, un rescate público al estilo español. Pero ambas soluciones pondrían de nuevo al euro contra las cuerdas.

Hablando de España, es cierto que después del rescate del sector financiero no se cree que pueda ser un problema. Pero lo que inquieta es que están repitiendo los mismos pecados que llevaron a su debacle como el furor crediticio y las hipotecas por el 100% del valor de los inmuebles.

Por lo pronto, la amenaza a corto plazo no es esta, sino Italia por el retorno a los excesos en el gasto público que llevará inevitablemente a un nuevo incremento de la deuda pública (que ya está en máximos históricos). Panorama que se complicaría, por demás, frente a una nueva recesión. De ahí es que resurgen las quejas acerca de que la UE no tiene capacidad para imponer topes al gasto de los países con exceso de deuda. Ni tampoco dispone de herramientas para combatir las recesiones en esos países, que se ven forzados a recortar gastos por la caída de los ingresos.

Por lo tanto, el único que tiene poder para evitar una catástrofe en un país relevante vuelve a ser el BCE. No extraña que el prestigioso economista belga, Paul de Grawe, señale que "¿Estamos seguros de que el próximo presidente del BCE -el mandato de Draghi termina en 2019- estará dispuesto a usarlo?". Y retruca que, peor aún si se considera el espectro actual de líderes políticos que parece poco proclive o desinteresado en salvar el euro la próxima vez.

Volviendo a Grecia, no debe olvidarse que la deuda pública y privada representan el 180% y 130% del PBI, respectivamente, es la más alta de Europa. Por lo que la falta de un proceso de continuo crecimiento es clave además de continuar con las reformas estructurales. A esto se suman los desafíos de tener un sistema bancario débil por la elevada morosidad, el tamaño del sector público y la emigración. Una de las grandes apuestas son el turismo que contribuye al 20% del PBI (los turistas aumentaron un 75% en los últimos cinco años). Claro que en el corto plazo contará con el MEDE y la UE que brindarán más apoyo en forma de medidas de alivio de la deuda pactadas en junio por el Eurogrupo para no tener que acudir a inversores privados hasta 2020. Además, en los próximos años recibirá significativamente más dinero de los presupuestos de la UE y los socios europeos han aceptado retrasar los pagos hasta 2033.

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