24 de octubre 2018 - 00:00

Agnello Hornby: “Familia es una forma de hablar de mafia”

La novela presenta conflicto social e intriga, al estilo del policial, donde las comidas son parte esencial. Asegura que en sus libros siempre hay historias de familias inspiradas en hechos aportados por sus clientes.

Audacia. La escritora ejerció como abogada, llegó a jueza pero se retiró y comenzó a escribir a los 55 años.
Audacia. La escritora ejerció como abogada, llegó a jueza pero se retiró y comenzó a escribir a los 55 años.
Simonetta Agnello Hornby, la escritora italiana que llegó sobre el final del FILBA, nació en Sicilia, hija de los barones Aguello y Giudice, se hizo abogada en Estados Unidos, y ejerció en el Reino Unido, donde vive desde hace cuarenta años y llegó a jueza. Un día por casualidad, a los 55 años, se puso a pensar una novela. "La Mennulara" (Tusquets) que la hizo figura destacada de las letras italianas, y la llevó a seguir publicando libros que fueron best seller. Dialogamos con ella en su breve vista a Buenos Aires.

Periodista: ¿Se siente orgullosa de ser una escritora tardía?

Simonetta Agnello Hornby: Empecé a escribir a los 55 años. Antes pensaba que ser escritora era como lanzarme a ser astronauta. Creía que eso no estaba en mí, que no me interesaba. Yo escribía mucho, pero expedientes, era abogada y había alcanzado niveles insospechados. Eso empezó con una beca Fulbright que me llevó a estudiar en la Universidad de Kansas, después me instalé en Londres como abogada especializada en Derecho de Familia, y así llegué a ser jueza, a tener un estudio dedicado, entre otras cosas, a la defensa de migrantes. Hace cuatro años dejé la abogacía. Le dejé el bufete a los que me habían acompañado durante estos años. Bueno, tengo 73 años. Sabe, si tenía un sueño era convertirme en pintora. Pero las novelas ahora me están impidiendo llevar a cabo ese deseo. Tengo unos veinte libros en donde hay ocho novelas, libros de viajes, libros de cocina y libros de memorias. Si tengo algún orgullo es de haber sabido pasar de los expedientes judiciales que me llevaban a los estrados, a los libros que me llevan en gira, por caso, de Palermo Sicilia a Palermo Buenos Aires.

P.: ¿Su primera novela se le ocurrió porque no tenía nada para leer en un viaje?

S.A.H.: Fue así. Comencé a escribir literatura por casualidad. Estaba en el aeropuerto de Palermo, el vuelo se había demorado y no tenía nada para leer. Entonces me puse a inventar una historia que ocurría en Sicilia, en el mundo rural del pasado. A veces se me cruzaban imágenes de "El Gatopardo", más el de Visconti que el de Lampedusa. Partí de una mujer que se estaba muriendo y quería contar el secreto de su vida. Era una tal María Rosalía, a la que la llamaban Mennulara porque de chica era la más linda de las que juntaban las almendras en la cosecha. La Mennulara era una muchacha que había entregado su vida a los patrones. En su lealtad a los señores había algo enfermizo, algo que me intrigaba. Yo no paraba de hacerme la película, veía desfilar los actores. Y no tenía ni papel ni bolígrafo para anotar nada. En el regreso a Londres la historia de La Mennulara fue mi compañía. Cuando llegué me sentía muy cansada pero no por el jet lag sino por todo lo que había imaginado, pero me senté y anoté algunos momentos de la historia. Durante un año estuve con La Mennulara. Después, en un paso de sistema de computadoras, perdí cinco capítulos. No le dije nada a Feltrinelli, la novela ya estaba, y así salió, y fue un inesperado éxito, y hasta con premios. Ahora aquellos capítulos perdidos los he recuperado, justo cuando sale una versión de "La Mennulara" en historieta, y los voy a incorporar a una nueva edición de la novela.

P.: ¿De qué trataban esos capítulos?

S.A.H.: Yo separaba capítulos que iban a ir intercalados, por ejemplo los que hablaban de comidas. "La Mennulara" es una novela de conflicto social, de intriga al estilo del policial, y las comidas son parte esencial de la trama. Graciosamente los capítulos faltantes eran los que hacían explícitos los sucesos sexuales que se habían anunciado al pasar. Para mí que las pudorosas computadoras me censuraron.

P.: ¿Ser abogada de familia le regaló historias?

S.A.H.: Muchas. Mis novelas están centradas en familias. Hay hechos que me contaban mis clientes que si bien pasaban en el Reino Unido eran planetarios, y me llevaban a pensar historias. En Italia el sentido de familia aún es muy fuerte, en lo bueno y en lo malo que eso tiene. Bueno, "familia" es una forma de hablar de la mafia.

P.: En "Café amargo" cuenta un incesto en medio de la guerra, el fascismo y la mafia.

S.A.H.: El incesto anda por todo el mundo. El único incesto institucional era el de los faraones. El incesto es algo muy triste, muy dramático, y muy común. Yo he sabido de la realidad del incesto por mis clientes, es algo tremendo. Impone el ocultamiento, el intento de impunidad, el secreto, tiene las mismas normas que la mafia. Mire, se dice que ya no existe la mafia, no es verdad. Cuando no se sabe de la mafia, cuando no se expone, cuando no mata, es porque es muy fuerte. Cuando mata se la puede combatir, si reina no necesita matar. En el período fascista la mafia no mataba. Se podía dormir con las puertas abiertas porque el fascismo había arreglado con la mafia y ni se la notaba, lo mismo que ahora. Hoy la mafia en Sicilia tiene supermercados, hoteles, empresas, y todo está tranquilo. Es terrible. ¿Sabe otra cosa que me dejó mi profesión? La pasión por investigar. El problema es que, como investigar para mí es un placer, tengo que decirme aquí paro y escribo lo mío, sino sigo y sigo. Y otra cosa que me dejó es que siento que lo que sucede como italiana pero las escribo como inglesa, como una inglesa que escribe breve y claro como para que el juez comprenda rápido el alegato.

P.: ¿Qué escribió últimamente?

S.A.H.: "Rosie", un libro para chicos. Lo escribí con George, mi hijo, enfermo de esclerosis múltiple. Es una pequeña historia sobre el brexit. Una alegoría. A una nena de 9 años, de padre siciliano y madre inglesa de Jamaica, le gusta andar en un ómnibus rojo de dos pisos como si fuera su casa, y se encuentra con ardillas que viven en el parque de Saint James y otras que quieren vivir allí. Se trata sobre qué es ser de un lugar y qué es ser extranjero. Los dibujos son de Mariolina Camilleri, la hija del gran Andrea Camilleri. Estoy muy contenta porque ya está en la lista de best sellers. Y ahora ya me puedo volver a escribir lo nuevo, una secuela de mi novela "Café amargo".

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