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11 de diciembre 2017 - 20:57

Teatro: se mantuvo el público, pero la perspectiva es en baja

En 2017, figuras fuertes y convocantes confluyeron al mismo tiempo en la avenida Corrientes y, si bien lograron detener la caída de espectadores, no la revirtieron.

á de onda", "El boom del teatro", "La crisis del teatro", "Se muere el teatro". Hace más de cuarenta años que escucho o leo afirmaciones como éstas en algunos medios. Las primeras, promediando cada abril. Las segundas, cada octubre. Como en otras circunstancias de la vida, ninguna responde a una realidad -en este caso, teatral- sino a la estacionalidad de cada año. Sabemos de antemano que la temporada fuerte arranca en abril y declina en octubre. Siempre.

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Sin embargo, venimos de un año 2016 que invirtió la acostumbrada prueba: la temporada de verano había sido pareja a la de 2015, y cayó con fuerza a partir de abril cuando los anuncios de aumentos de tarifas se convirtieron en moneda corriente. Esas primeras facturas de servicios hicieron trastabillar a la clase media, potencial concurrente al teatro, nuestro más fiel cliente. Los "muy ricos", en general, tienen algún contacto como para conseguir las entradas sin pagarlas. Los "muy pobres" directamente no tienen posibilidades económicas para acceder a este circuito. Aquí y en el mundo.

En aquel pequeño ejemplo volvió a ratificarse que la venta de boletos teatrales siempre va de la mano del humor, el bolsillo y el clima imperante a la hora de movilizar a la bendita clase media hasta el teatro. Buena prueba de ello es observar que en el pico máximo de consumo de boletos en la temporada 2011, el Gobierno de entonces ganó la elección con 54% de los votos. Otra vez coincidió el bordereaux eleccionario con el de boleterías, como pasó cuando en 2001 cayó repentinamente un 35% y también en la meseta en que se sumergió la economía -y la venta de boletos- de 2011 a 2015. Siempre la venta de localidades acompañó los distintos momentos del país.

Sin embargo, y sin perjuicio de lo anterior, reitero algunas coordenadas que no por repetidas carecen de sustento: nuestro país es el único que tiene más espacios escénicos que pantallas de cine, primerea en el circuito de teatro independiente a nivel mundial, y genera cada año más talento. Lamentablemente esto último conlleva su contracara, ya que la oferta laboral supera ampliamente la demanda de puestos de trabajo. El gremio actoral tiene demasiadas personas en la búsqueda de cada posible rol a desempeñar. Todos conocemos un familiar, amigo, sobrino de otro amigo, o vecino, que busca su espacio en esta profesión. De 16.000 actores registrados, no superan los 400 los que sobresalen y consiguen mantenerse.

Próximo a cumplir 43 años en la profesión, muchas veces se me pregunta por la fórmula de permanencia. A mis 60 años no dudo de la importancia de la pasión sumada a cierta prepotencia de trabajo, un manual de estilo ético y una pizca de suerte. Una mezcla de la que he probado y sigo probando convencido de su eficaz fórmula. Por eso la sigo recomendando.

Sabemos que en este tipo de quehacer, como ocurre también con el cine, libros, discos, televisión, radio o los medios gráficos, se tiene menos chances de resultar exitosos que de naufragar en el intento. De hecho, matemáticamente, lo inusual son los que logran perdurar sostenidos por el interés del usuario. Muy distinto de cuando son artificialmente sostenidos por otros intereses.

En los tiempos actuales varias plataformas digitales compiten entre sí, dividiendo el gusto del posible cliente. En esas variables no ingresa el teatro por pertenecer a un nicho artesanal y único, sin simultaneidad e irrepetible, que tiene su sustento en el hecho vivo. Tan personal es esta tarea que algunos, a los efectos cotidianos del trabajo, continuamos privilegiando la calidad de la persona por sobre el talento artístico. ¡Vaya paradoja! Programar teatro no es sólo elegir un libro, si no se lo acompaña de la mano de poder conocer las necesidades de los distintos participantes del hecho teatral. Puede ocurrir que sin dinero te conviertas en un gran productor. Existieron casos. En cambio, el dinero nunca logró suplir la incapacidad de escuchar al otro.

El balance teatral 2017 nos indica un cierre de año con un empate técnico contra el anterior, el cuál, como dije al principio, fue perdidoso contra 2015. El hecho de que en esta temporada tantas figuras fuertes y con poder de convocatoria hayan confluido al mismo tiempo en el circuito brillante de la avenida Corrientes, y todas juntas sólo hayan logrado detener la caída pero no revertirla, preocupa. Fundamentalmente porque hace prever un 2018 en baja, porque ya no será ese puñado de nombres propios quienes coincidan en malón sobre los escenarios. Un dato que inquieta.

También inquietó en este 2017 ser un año de "camarines con candado". Una cosa son los teatros iluminados y los grandes figurones en ellos. Otra comprobar que, salvo un par de musicales, los elencos se conformaron por una a cinco personas. Menos fuentes laborales para el barrio teatral y una radiografía que muestra cómo lo que hubo para repartir en taquillas se distribuyó en pocas manos. También en esto el teatro refleja una semblanza de país y otro tipo de escenario a transitar.

Empresario teatral

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