19 de marzo 2012 - 00:00

El rally de Wall Street no se detiene; aún tiene resto

José Siaba Serrate - Economista
José Siaba Serrate - Economista
El avance de las Bolsas no se detiene. Luce maduro, pero no satisfecho. Desde que se montó en octubre, el rally taloneó al Dow Jones por un recorrido que orilla los 3 mil puntos. Es una suba del 27% que se inició en un monte espinoso y que ahora cabalga libre de tironeos. El destino y las políticas a ambos lados del Atlántico apartaron las amenazas más temibles: la doble recesión en los EE.UU., el zafarrancho de la deuda de la eurozona, la asfixia de los bancos, la duda existencial por Grecia. La semana que pasó la Fed le propinó otro rebencazo: 15 de los 19 principales bancos y compañías de seguros de EE.UU. aprobaron los exámenes de estrés; gozan de excelente salud a los ojos del supervisor y hasta podrán aumentar la distribución de utilidades a sus dueños. Las acciones financieras treparon el 6% y el Dow no tuvo problemas en superar, de nuevo, los récords post-Lehman. Ya no falta nada: los bancos, el sector maldito que no había que tocar, lideran la carga de caballería. Uno de esos jinetes del Apocalipsis, el Bank of America, el emblema de la veleta de los estados de ánimo, que llegó a valer menos de 5 dólares en diciembre, el viernes cerró en 9,88.

¿Cartón lleno? Visto en perspectiva, ¿no habrá llegado la hora prudente de desensillar? Más de uno lo ha hecho, por cierto, a lo largo de todo febrero. Y lo lamenta. Pero así es el oficio. Nadie sabe cuando galopa a fondo si en la próxima curva no se esconde un barranco. Y averiguarlo también duele. Si uno piensa que todavía hay que seguir montado es porque después de los pases del BCE y del pacífico default de Grecia mejoró la visibilidad. Siempre asecha la posibilidad del imprevisto, pero las curvas se han enderezado. Y la Fed permanece atenta. No sería extraño que abra una tranquera en abril para extender el camino si surgen complicaciones. Pero antes que eso habrá que llegar a fin de mes. Y, habiendo cuadreras, pocos administradores de cartera profesionales soportan aparecer en la foto del trimestre de a pie, lejos de la excitación.

La crisis distanció a las Bolsas de los bonos. Aunque lidian con una misma realidad, sus opiniones de los últimos tiempos rara vez coinciden. Y las discrepancias pueden ser extremas. El Dow Jones tomó la lanza y embistió el futuro con éxito, se llevó las dudas por delante; y, a la par, los bonos, todos esos meses, se mantuvieron impasibles. Como si conocieran la gravedad profunda de la situación y, a diferencia de las Bolsas, no atisbaran progreso digno de mérito. Vale acotar que los intereses de acciones y bonos son distintos. Lo mejor que puede pasarle a la renta fija es cobrar lo que se estipuló de antemano; para las acciones, el potencial de ganancias es el cielo. No tiene límites. No es casual, entonces, que los bonos, por su sesgo, desarrollen mejor el olfato para anticipar los peligros. Así, mientras las Bolsas escalaban cumbre tras cumbre, y transmitían una señal tajante de superación de las dificultades; la tasa larga, que se hundió por debajo del 2%, sintonizaba en el dial reservado a un tenaz pesimismo. ¿Qué fue entonces lo que sacudió a los bonos esta semana e impulsó a la tasa larga a trepar como una exhalación al 2,35%? ¿Tiran la toalla los bonos y aceptan que las Bolsas tenían razón, y que, en efecto, se sortea la trampa de la crisis? ¿Por qué habrían de advertir recién ahora lo que ya era obvio hace tiempo sin que se sumen nuevas evidencias?

Bill Gross, el administrador de PIMCO, el mayor fondo de bonos del mundo, aporta dos razones: la inflación -»que otra vez asoma su cabeza»- y la posibilidad de que «la Fed, simplemente, deje de comprar bonos de largo plazo». Apunta Gross que la inflación ya esté presente. «La vemos en los precios del petróleo y de otras materias primas». Y también la registran las estadísticas: los precios al consumidor, los últimos doce meses, escalaron el 2,9%. Se sabe que el objetivo de política de la Fed (medido por otro índice) es el 2%. ¿Será, pues, que la inflación infligió el castigo? A esta altura, más bien, mentar la inflación no deja de ser un recurso retórico. Es como gritar que viene el lobo. Nadie ignora que la suba del precio del petróleo eleva las mediciones. Pero ya se aprendió también que la inflación es otra cosa. Y el dato preciso que se conoció esta semana arrojó menos inflación «genuina» que la esperada. Mal pudo, entonces, haber propinado este golpe de nocaut. Si se toma la mediana de la suba de los precios minoristas, lo que depura el análisis de las variaciones extremas, se detecta un aumento del 0,1%. Es el más modesto de los últimos seis meses. Que no se justifique la alarma no quiere decir que no se la use. Pero el lobo de la inflación no asustará hasta que de veras no clave sus dientes.

Queda la otra razón: que la Fed no cumpla con lo que los bonistas esperaban. Entiéndase bien: ya no se verifican los motivos originales que los condujeron a la postura de cerrado escepticismo. No es la economía, no es la crisis europea, ni el fin del mundo, lo que clama por el QE3. Son los propios tenedores de bonos los que tiemblan por si se ausenta el gran comprador de última instancia. Es decir, si la Fed decide que ya no hace falta inocular otra dosis masiva de medicina no convencional. No es por la inflación, en todo caso, que se cancelará este baile.

Bill Gross es un «gurú» reputado. Se pueden objetar sus ideas, con frecuencia pedestres, pero no la contundencia de sus resultados año tras año. Y Gross piensa que habrá un QE3. Y, tal vez, «hasta un QE4». Cómo lo concilia con su preocupación por la inflación es harina de otro costal, pero si Gross tiene el dinero donde están sus palabras, se comprende por qué Bernanke tomó cartas en el asunto. La Fed deberá comunicar con cuidado -y con antelación- cualquiera sea su decisión. Son tiempos de tortura psicológica para los bonos. Y quienes no los toleren, y deserten de allí, ¿adónde recalarán? Si la crisis financiera en sí no es el problema, sino un mal cálculo de posicionamiento, cómo resistirse a tomar revancha en el último tramo del rally de las Bolsas.

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