6 de mayo 2016 - 00:00

La saga de un hombre sin escrúpulos

Brasilia - El suspendido presidente de la Cámara de Diputados de Brasil, Eduardo Cunha, fue la gran piedra en el zapato en el convulsionado segundo Gobierno de Dilma Rousseff y uno de los artífices de su inminente y probable suspensión como jefa de Estado.

Fue el 1 de febrero de 2015, un mes después de que Rousseff asumiera su segundo mandato, que Cunha alcanzó el más alto cargo de su carrera: la presidencia de la Cámara Baja. Desde entonces se inició entre el Ejecutivo y el Legislativo una cruenta batalla que condenó a los titulares de ambos poderes a una agonía política que puede resultar en la destitución de ambos. La principal víctima de esa batalla, en tanto, es el país, sumido en una grave inestabilidad política y hundido en la peor recesión económica del último cuarto de siglo. Cunha, de 57 años, cavó su fosa poniendo en práctica lo peor de la política: el uso de sus prerrogativas como legislador y presidente de Diputados para ejercer el poder en beneficio propio y perjudicar a sus enemigos.

En su calidad de tercera autoridad del país, el político evangélico, dueño de un verdadero imperio en internet bajo el dominio "jesús.com", llevó al extremo los métodos ilegales de los que usó y abusó a lo largo de su carrera política.

Al día de hoy, está procesado por el Supremo Tribunal Federal por delitos de corrupción vinculados a la trama ilegal que operó en Petrobras. Se lo acusa de haber recibido unos 5 millones de dólares en sobornos para facilitar negocios a empresas con el ente estatal.

Formado en Economía, Cunha inició su carrera como diputado regional por Río de Janeiro en 2001 por el conservador Partido Popular Brasileño, hoy extinto. Luego fue diputado federal durante tres mandatos con el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB). Durante su trayectoria ostentó las riquezas que obtuvo en actividades al margen de la ley y llevó su autoridad al límite del autoritarismo intimidando, amenazando y coaccionando a colegas, abogados, funcionarios públicos e incluso a quienes le "debían" sobornos.

Fue precisamente a raíz de esas actitudes que el procurador general de la República, Rodrigo Janot, solicitó en diciembre su destitución al STF.

Rousseff fue una de las que se interpuso en el camino del poderoso diputado, quien a cambio de haber ayudado a financiar campañas políticas cosechó el apoyo de una centena de legisladores que entre gratitud y temor le son incondicionales. El primer golpe que Cunha le propinó a la gobernante del Partido de los Trabajadores (PT) fue imponerse con holgura en febrero de 2015 al candidato oficialista, Arlindo Chinaglia, para presidir la cámara baja.

Tras ratificar su poder en las urnas parlamentarias, Eduardo Cosentino da Cunha anunció su intención de enfrentar al Gobierno, aun cuando en aquel momento, el PMDB, que integra junto al vicepresidente, Michel Temer, era el principal aliado de Rousseff.

Contrariamente a lo que pueda parecer a primera vista, Cunha no aumentó su poder político como enemigo de Rousseff y del PT, sino como aliado, ya que fue decisivo para que Rousseff llegara por primera vez a la presidencia en 2010. Gracias a su influencia, la exguerrillera obtuvo el apoyo de la comunidad evangélica, que la rechazaba por defender la legalización del aborto y el casamiento entre personas del mismo sexo, entre otras banderas progresistas.

Dueño de una capacidad de trabajo asombrosa, Cunha tiene también un prontuario repleto de denuncias de corrupción. Fue alejado de sus cargos como presidente de las estatales de Río de Janeiro Telerj (de telecomunicaciones) entre 1991 y 1993 y Cehab (Compañía Estatal de Habitación) entre 1999 y 2000, a raíz de graves denuncias.

Vengativo, Cunha le dio en diciembre el golpe mortal a Rousseff. Procesado en el Consejo de Ética de Diputados por haber ocultado tener cuentas bancarias en Suiza, en las que según el país europeo depositó dinero fruto de los sobornos, Cunha avisó al PT: si el partido no le daba los votos necesarios para frenar el proceso en el Consejo, él acogería el pedido de "impeachment" de Rousseff.

El 6 de diciembre de 2015, el PT anunció que sus tres miembros en el Consejo de Ética votarían por la continuidad del proceso. Pocas horas después, Cunha admitió el pedido de enjuiciamiento de la mandataria.

Agencia DPA

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