6 de mayo 2016 - 00:00

El síndrome “Cenicienta”

 José Luis Gioja debutó ayer como jefe del PJ poniendo su despacho y su café para que el panperonismo anude su primer pacto anti Macri: los renovadores Sergio Massa y Graciela Camaño; los díscolos Oscar Romero y Diego Bossio, y el formoseño Luis Basterra, vice del bloque del FpV, pactaron empujar una ley antidespidos que, si la saga se completa como la soñaron ayer, forzará a Mauricio Macri a estrenar la lapicera del veto presidencial.

Esa unidad peronista es la foto de una familia disfuncional. Bossio viene de apartarse entre lamentos y oprobios del FpV y se ganó el mote de "traidor"; los K y Massa se malentienden y les cuesta sintonizar en asuntos menores. Gioja, con ganas de ser el Antonio Cafiero de este tiempo, se esfuerza por juntar los pedazos de algo que sólo puede durar un rato.

Con un Gobierno sin mayoría y una oposición dispersas y fluctuante, la política vive en estado de absoluta volatilidad. Todo es día a día. Los socios de la ley para pagarles a los buitres ahora están en trincheras distintas y los rivales de entonces, frente a este proyecto, están juntos. El status cambiará según el proyecto, según el termómetro callejero, según las rabietas personales.

Es el "síndrome de la Cenicienta". Los acuerdos y alianzas duran hasta la medianoche, las negociaciones son día a día y los cambios de planes y de bando son habituales. El mundo empieza de nuevo cada día y ante cada proyecto. Y ninguna sociedad política o legislativa es permanente. Cuando Cristina de Kirchner lanzó su frente ciudadano y habló de construir "una nueva mayoría", diputados K tendieron puentes sutiles hacia algunos pares massistas y Massa, en persona, le avisó a sus diputados que no tendría problemas en coincidir en algunas leyes con los ultra K. Ayer ocurrió. Pero no significa nada más que eso: Massa sigue tan anti K como los K siguen de anti Massa.

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