25 de mayo 2016 - 00:00

Retrato de una Madame Bovary del Cono Sur

Franz: “Para la historia del amor adúltero de Carmen Arriagada y Juan Rugendas tuve muy presente ese ‘quien huye del mal gusto cae en el hielo’ de Neruda. Hay  que atreverse a bordear el mal gusto”.
Franz: “Para la historia del amor adúltero de Carmen Arriagada y Juan Rugendas tuve muy presente ese ‘quien huye del mal gusto cae en el hielo’ de Neruda. Hay que atreverse a bordear el mal gusto”.
Charles Darwin, Johann Moritz Rugendas, dos viajeros, uno científico, el otro pintor, se encuentran a fines del siglo XIX en Chile y compiten por el amor de una mujer casada, Carmen Arriagada, en " Si te vieras con mis ojos", obra que publicó Alfaguara, con la que el escritor chileno Carlos Franz ganó el premio de la II Bienal de Novela de Mario Vargas Llosa, dotado con cien mil dólares y una escultura de Fernando de Szyslo, que se le entregó el autor de "Pantaleón y las visitadoras" a fines de marzo en Lima. Franz es abogado pero luego de asistir al taller literario de José Donoso decidió dedicarse a la literatura. Sus novelas "Santiago cero", "El lugar donde estuvo el Paraíso", "El desierto", "Almuerzo de vampiros" merecieron importantes premios. En su breve visita a Buenos Aires dialogamos con él.

Periodista: "Si te vieras con mis ojos" es novela histórica, novela de ideas con confrontaciones sobre ciencia y arte, sobre la libertad de las ideas y las conquistas femeninas, y novela de amor, ¿cuál fue el eje para usted?

Carlos Franz:
Mi objetivo fue hacer una novela de amor, que quería escribir, como todos los escritores, sobre mis propias experiencias amorosas. Pero uno siempre adopta distancias de seguridad que permitan tratar los temas subjetivos con alguna objetividad, mirarlos desde lejos. En este caso tomé una distancia temporal. La historia real del amor adúltero de Juan Mauricio Rugendas con Carmen Arriagada me pareció conmovedora, trágica, especialmente por ella, que es un personaje fascinante. Una madame Bovary del Cono Sur, encerrada en esa última provincia del mundo que era Chile entonces. Una mujer de gran cultura y sensibilidad, a la que le aparece este pintor experimentado europeo. Se encandilan y se apasionan. Era un estupendo pretexto para narrar lo que a estas alturas de mi vida, con casi sesenta años, he aprendido sobre el amor, y lo que no se termina de aprender también. Nunca me planteé una novela histórica, ilustrativa, que lo que busca es informar y no crear.

P.: Es por eso que enfrenta a Darwin con Rugendas, algo que en la realidad no sucedió.

C.F.:
Nunca antes había escrito una novela de este tipo, en base a personajes reales. A lo largo de veinte años de investigar para esta novela descubrí que el encuentro amoroso de Rugendas y Arriagada habían coincidido con el paso de Darwin por las costas de Chile, y eso ofrecía el potencial de un conflicto dramático muy rico. El adulterio real, el histórico, la relación de Carmen con su marido, mucho mayor, el militar alemán Eduardo Gutike, y Rugendas, resultaba un triángulo convencional. En cambio con la entrada de Darwin se tenía un cuadrángulo. Darwin es un joven inglés, virgen, orgulloso intelectualmente, racionalista que no cree en el amor sino que esa fuerza amorosa es un engaño que nos hace la naturaleza para empujarnos a reproducirnos, y nada más. Es una antigua discusión que en la época se pone de manifiesto, y que en el cientificismo de Darwin es donde va a encontrar uno de sus mayores apoyos. El amor nunca volverá a ser lo mismo desde que tenemos tan clara la noción de que la competencia sexual es determinante en la evolución de las especies. Y que esa competencia hace que se inventen romances para acentuar los cruces. Esa visión verdadera, pero no por eso menos despiadada, tenía que chocar frontalmente con la idea romántica del amor. Me fascinó lograr el momento en que entran en colisión estas dos formas de ver esa fuerza fundamental en la humanidad, que es el amor. Esas primeras chispas que se producen duran hasta el día de hoy. Y me gustaba inventar que eso pudo haber ocurrido en ese último rincón del mundo que era Chile. Eso me permitió hablar del nacimiento del amor cortés, de los cátaros, de persecuciones históricas, como un tapiz cultural que sirve de trasfondo a la acción de la novela, que pasa por las intrigas amorosas y las aventuras que suceden.

P.: ¿Qué siente hoy un novelista al tener que contar escenas sexuales?

C.F.:
Un gran desafío estético, y fue una de las cosas que me hizo entretenida escribirla. Lo más fácil, para los escritores que pretendemos ser serios, es tratar el amor cínicamente y con eso ganar una distancia para evitar caer en la cursilería o la pornografía. Yo tuve muy presente ese "quien huye del mal gusto cae en el hielo" de Neruda. Hay que atreverse a bordear el mal gusto, porque huir en dirección contraria hace caer en el hielo, donde el juego emocional y sensual es cancelado o restringido. La pasión es desborde, es exceso, es arriesgarse al mal gusto, y a veces caer en él. Por eso otra veta de la novela es el humor. Hay momentos que los personajes caen en situaciones ridículas, de las cuales ellos mismos se dan cuenta y son narradas con una semisonrisa. Y es así, cuando estamos enamorados a veces hacemos el ridículo, y eso es parte del amor.

P.: ¿Por qué Carmen Arriagada, si bien no publicó ningún libro, es considerada la primera escritora de Chile?

C.F.:
Su intención no era ser una escritora. Es como Madame de Sévigné que le escribió durante décadas cartas a su hija, y es la mayor escritora epistolar del siglo XVIII. Lo que hizo Carmen fue escribirle a su amante 235 cartas, que son las que se recuperaron, donde hay una correspondencia erótica y romántica, muy caliente, y en casos con intriga porque algunas están firmadas con seudónimo. Hay cartas dentro de cartas. Una formal y dentro una escondida. Algunas muy largas muestran la cultura, los ideales, la vida cotidiana, y las frustraciones de esa mujer. Son documentos extraordinarios.

P.: ¿Cómo encuentra el carácter novelesco de esa chilena?

C.F.:
Hace unos veinte años le comenté a mi madre, actriz de teatro y muy lectora, que alguna vez quería escribir una historia de amor pero por el momento no me sentía capaz porque me faltaba experiencia. Me dijo: hay una historia maravillosa que nadie ha contado, y me regaló una biografía del pintor Rugendas. En la vida de ese artista viajero alemán me encontré con una muy emocionante historia de amor adúltero. Una historia que merecía ser contada y que me permitiría expresar todo lo que yo quiero decir del amor. Me demoré muchos años en sentirme capaz de abordarla. Y poder mostrar que lo que ocurre en la novela podría estar pasando hoy mismo.

P.: ¿Qué le significó ganar el Premio Vargas Llosa?

C.F.:
Me siento enormemente orgulloso. Es un premio que se da a la mejor novela publicada en español en los últimos dos años. Yo ni me lo creo desde luego, debe haber otras mejores que la mía que no llegaron a ese concurso donde los jurados podían proponer todos los libros que se le ocurrieran. No deja de ser un motivo de asombro para mí, viendo la calidad de los otros libros, la jerarquía de los autores que fueron finalistas.

P.: ¿Qué está escribiendo ahora? ¿Qué tema tratará esta vez?

C.F.:
Estaba empezando una nueva novela y se me atravesó ese premio, y no sé cuando me voy a volver a sentar al escritorio. En cuanto al tema, a mi me gusta encontrar el estilo adecuado para lo que estoy tratando. Si el tema varía, y varío de tema bastante, debe variar el estilo con que se trata ese tema. Eso exige aprender un nuevo estilo. Eso lleva tiempo, más allá del tiempo que toma desarrollar el tema en sí mismo, así que me demoro bastante. Hay también una evolución vital también que hace que uno cambie en alguna medida. A veces pienso que si fuera cineasta creo que me parecería más a un Staley Kubrick que a un Federico Fellini, por mencionar a dos autores que me encantan. Fellini siempre tiene un estilo, una manera de narrar, Kubrick tantos estilos como temas trata, lo cual también es un estilo, más difícil de describir desde luego. Yo a veces envidio esos autores que cuando descubren un estilo y un tema se pasan el resto de su vida escribiendo, como suele decirse, el mismo libro, y eso es muy elogiado. Y cada año uno ve una nueva versión de lo mismo. Esa repetición a mí me parece horrorosamente aburrida. Me parece mucho más entretenido estar explorando esta divina libertad que da la literatura a cambio de la falta de poder real que podría otorgar hacerle caso al mercado, y seguir haciendo lo que uno quiere, cree y pude hacer teniendo en cuenta el lector ideal con el que se busca dialogar.

Entrevista de Máximo Soto

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