29 de julio 2016 - 00:00

Trump, un cúmulo de sinsentidos y riesgos

Sus palabras demostraron que, pese a ser un empresario, no entiende el significado del comercio.

 En su discurso de una hora y cuarto en la Convención Nacional del Partido Republicano en Cleveland, Trump no hizo más que ratificar lo que venía sosteniendo en su campaña.

El candidato mostró una vez más que a pesar de ser empresario no entiende el significado del comercio, del mismo modo que ocurre con ciertos banqueros que no entienden qué es el dinero, especialistas en marketing que no se percatan en qué consiste el proceso de mercado o los prebendarios que se alían con el poder para destruir la libre competencia.

Como es sabido, el empresario exitoso revela gran sentido de la oportunidad para detectar costos subvaluados en términos de los precios finales y, por ende, saca partida del arbitraje, pero no es en sí mismo alguien con quien necesariamente se puede contar para la defensa del sistema de libre empresa.

En el caso que nos ocupa, Trump volvió a la carga contra inversiones de estadounidenses en el exterior y las ventajas que las actividades comerciales extranjeras obtienen en su comercio con Estados Unidos; incluso la emprendió contra acuerdos de integración regional como el NAFTA con la amenaza de abandonar esos arreglos contractuales. No se percata de los enormes beneficios del comercio sin restricciones para ambas partes en las transacciones voluntarias.

Esta visión proteccionista y de xenofobia nacionalista tiñe sus propuestas en materia laboral ya que considera las ventajas comparativas como un ataque a las fuentes de trabajo locales sin ver que las tasas de capitalización maximizan los salarios e ingresos en términos reales y que el comprar más caro y de peor calidad empobrece. Mira el comercio internacional como una serie de escaramuzas y guerras que el aparato estatal debe resolver, lo cual no dista de los desvaríos tercermundistas y no es de extrañar que haya destacado sus coincidencias en esta materia con el estatista radical Bernie Sanders.

Su xenofobia la extiende también a la política inmigratoria bajo la infundada conjetura que los nativos son buenos mientras los foráneos son perversos que restan oportunidades a los locales. Paradójicamente esto ocurre en la nación que tiene inscriptos los conmovedores y hospitalarios versos de Emma Lazaurs al pie de la Estatua de la Libertad.

Las consideraciones de Trump en materia militar resultan agresivas y patoteriles y no simplemente de defensa. En este punto es de interés recordar las severas advertencias del General Eisenhower al despedirse de la presidencia, en el sentido de subrayar que lo más peligroso para las libertades de los estadounidenses consiste en el complejo militar-industrial.

El método que sugirió para reducir el gasto gubernamental se parece a una chanza de mal gusto ya que señaló que le pediría a cada departamento que anote dónde pueden cortarse gastos inútiles. En lugar de eliminar funciones incompatibles con la tradición estadounidense, le pide consejos al zorro en el gallinero como proteger las gallinas. Además, esto se contradice con su insistencia keynesiana de construir caminos y puentes para reactivar el empleo.

No resulta clara su ambigua propuesta de reducir y simplificar la maraña impositiva y las asfixiantes regulaciones, así como también la bienintencionada sugerencia de que las personas puedan elegir servicios de salud y educación y el necesario esfuerzo para mejorar la seguridad en la vía pública. A contramano con todo lo que dijo, debe destacarse su buena idea de proponer para la vacante a la Corte Suprema a una persona que suscriba la misma tradición constitucional que la de Antonio Scalia.

Por último, resultó significativo el hecho de que alabara la participación en el estrado de sus dos hijas e ignoró la de su hijo mayor, quien precisamente en su discurso intentó retomar las ideas más abiertas del Partido Republicano.



(*) Doctor en Economía y Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias

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