9 de octubre 2019 - 00:01

Agualusa: "Los sueños nos preparan para entender la realidad"

Mencionado por algunos como candidato africano al Nobel, su obra fue vinculada con la de Coetzee, García Márquez e, inclusive, el propio Borges.

Agualusa. Representante de las letras africanas en lengua portuguesa.
Agualusa. Representante de las letras africanas en lengua portuguesa.

“Después del premio a Saramago no ha habido ningún aspirante al Nobel de lengua portuguesa, acaso por eso nos ponen a Mía Couto y a mí, que somos africanos”, ironiza el angolano José Eduardo Agualusa, que vino unos días a Buenos Aires a presentar su novela “La sociedad de los soñadores involuntarios” (Edhasa). Agualusa lleva escritos más de 40 libros, entre cuentos, ensayos, crónicas, poemarios, y 14 novelas que lo han llevado a conquistar los más importantes premios internacionales. Dialogamos con él.

Periodista: ¿No le fastidia que lo relacionen con escritores tan diferentes como Coetzee, Borges y García Márquez?

José Eduardo Angualusa: Un crítico estadounidense dice que soy una fusión de García Márquez con Coetzee. ¿Mezcla extraña, no? No entiendo eso de poner un rótulo. Me relacionan con Coetzee porque somos africanos. Coetzee me gusta mucho, pero es totalmente diferente de mí. Borges, también. García Márquez, también. Nada que ver uno con otro. Yo pertenezco más a la familia de Borges que a la de Coetzee.

P.: Un gran diferencia es el uso que usted hace de lo histórico y del humor.

J.E.A.: En mi primer libro, “La conjura”, el más histórico, intentaba entender Angola. Y entenderme a mí mismo en el país. No se puede descifrar el presente sin ir al pasado. “La conjura” trascurre a fines del siglo XIX y concluye en el intento de independencia de Portugal. Mi novela siguiente transcurre en el siglo XVII. Y de ahí en más mis libros van cubriendo buena parte de la historia de Angola. Escribir me ayudó a comprender el país. No se puede entender nuestra larga guerra civil que acabó en 2002 sin saber de la formación de Angola, de como un núcleo urbano construyó ciudades enfrentando al campo. Nuestra guerra civil más que ideológica fue una guerra entre una civilización urbana y una civilización campesina.

P.: Sus libros llevan a la frase de Tolstoi: pinta tu aldea y pintarás el mundo, por momentos parece que usted hablara de la Argentina.

J.E.A.: Todos los países que pasan por una guerra civil o una dictadura feroz, que es casi una guerra civil, tienen en común la dificultad de lidiar con el pasado. Con olvido no hay crecimiento. Se puede avanzar fingiendo, omitiendo, o intentando recordar y discutir el pasado. En “El vendedor de pasados” una persona que solo puede surgir en un contexto como Angola o Argentina, se da cuenta de que los nuevos triunfadores le quiere dar a sus hijos un pasado mejor. No un futuro, el futuro ya lo tienen asegurado. Entonces Ventura le vender a los ricos un origen honorable, una prosapia. Eso funciona en países donde hay gente que se enriqueció rápidamente y le es difícil explicar ese súbito enriquecimiento. Esto surgió de la realidad, del tema de la construcción de la identidad, de identidades falsas, de memorias falseadas, inventadas, que se tornan reales. Muy Borges, ¿no? El personaje es un homenaje a Borges. Los recuerdos de Ventura son recuerdos de la vida de Borges que cuenta como propios.

P.: ¿Escribió “La reina Ginga” para mostrar que en siglo XVII en África tuvieron una Margaret Thatcher, una Angela Merkel, una feminista con un harén masculino?

J.E.A.: Ginga es más interesante que Margaret Thatcher y compañía. Era genial. La novela es un viaje en el tiempo que nos desafía. Eso sí, líder, caudillo, soberana y guerrera Ginga siglos después sigue siendo una extraordinaria provocadora.

P.: Usted goza con las provocaciones. En Brasil dijo que Bolsonaro es igual a Maduro.

J.E.A.: Es que todos los dictadores se parecen. La situación en Brasil es tan loca que supera la ficción. Si yo hubiera inventado un Bolsonaro no me lo habrían creído. El escritor firma un acto de credibilidad con el lector, y Bolsonaro es increíble.

P.: En “La sociedad de los soñadores involuntarios” vuelve real el mundo de los sueños.

J.E.A.: Los sueños, como la política, la historia, el humor, lo extraordinario, atraviesan mi obra. Los sueños me ayudan a escribir. Sueño personajes, frases, y luego sigo trabajando a partir de allí. Esa novela surgió de querer entender mejor la cuestión de los sueños. Los sueños, sostiene el neurocientífico Sidharta Ribeiro, preparan para la realidad. La realidad es modificada por lo sueños, y después lo olvidamos. Los sueños tienen el objetivo práctico de prepararnos para la realidad. Y tienen que ver con la utopía. En Angola 15 jóvenes fueron apresados por el régimen pasado porque estaban leyendo un libro de resistencia contra la opresión. No estaban preparando bombas, estaban leyendo. Hubo una gran acción de solidaridad. Uno de los presos hizo una huelga de hambre de 37 días que movilizó toda la sociedad. En mi libro está ese sueño por la democracia de los jóvenes y el inconcebible silencio de los que habían luchado por la independencia. Bueno, uno escribe para saber qué va a suceder con la historia. Y se expone a entrar en conflicto con lo que cree y piensa.

P.: Dos autores africanos de lengua portuguesa aparecen como candidatos al Nobel, usted por Angola, y Mia Couto por Mozambique.

J.E.A.: Cuando me lo dicen pienso en Borges y en la academia sueca, y sigo en lo mío. Me gustaría ganarlo con Mia Couto y mostrar que hay otra África que no es la que habla en francés o inglés. Escribimos con Couto “El terrorista elegante”, que vendrá a presentarlo pronto aquí. Parte de una obra de teatro que hicimos sobre un angoleño que fue apresado en el aeropuerto por terrorista, y en el juicio quedó en claro que solo era alguien con problemas mentales.

P.: ¿Qué está escribiendo ahora?

J.E.A.: Terminando una novela. Si no hablo de ella es porque la novela existe luego de que los lectores comienzan a leerla y me dicen de qué trata. Todo sucede en la isla de Mozambique, donde estoy viviendo ahora. En una ciudad histórica muy antigua hay un encuentro de escritores africanos y una tempestad los aísla del mundo.

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