Vivimos tiempos de incertidumbre, ansiedad y angustia, pero hay algo de lo que estamos seguros: no podemos volver al mismo mundo que teníamos antes del Covid-19. Ahora debemos concentrarnos en frenar el contagio y atender a las necesidades urgentes, pensando en todas aquellas personas que están sin adecuadas condiciones habitacionales, o sin recursos básicos para su alimentación. Esto ocurre en un planeta donde el 30% de los alimentos se pierden durante el proceso productivo o se arrojan a la basura.
Después de la pandemia, un mundo diferente
Lo que esto nos obliga a entender es que definitivamente necesitamos una nueva forma de relacionarnos con la naturaleza que nos rodea. El planeta nos está recordando algo que nunca debimos olvidar: nosotros lo necesitamos mucho más de lo que él necesita de nosotros.

El Covid-19 paralizó y modificó nuestra forma de vida y esto tuvo impactos en la naturaleza. Vimos indicadores de calidad del aire en algunas ciudades que, por primera vez en años, están dentro de los parámetros aconsejados por la OMS, debido a la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero. Vimos también evidencias de fauna silvestre en ambientes urbanos que, sin nuestra presencia, ocuparon nuevos espacios o “recolonizaron” lo que antes era su hábitat. Pero interpretar estos indicadores como una mejora para el ambiente es engañoso. Lo que esto nos obliga a entender es que definitivamente necesitamos una nueva forma de relacionarnos con la naturaleza que nos rodea. El planeta nos está recordando algo que nunca debimos olvidar: nosotros lo necesitamos mucho más de lo que él necesita de nosotros.
La OMS ya confirmó que el Covid-19 se trata de una enfermedad zoonótica, es decir que se transmitió de animales a humanos. La alteración de los sistemas naturales por destrucción del hábitat, la pérdida de biodiversidad, el tráfico de especies, la intensificación agrícola y ganadera y los efectos amplificadores del cambio climático, multiplican el riesgo de aparición de este tipo de enfermedades y provoca no sólo la desaparición de especies, sino también el contacto directo de las personas con animales salvajes y también con sus enfermedades. ¿Necesitamos más pruebas de que nuestra salud y la de la naturaleza están estrechamente conectadas? Una naturaleza sana, con biodiversidad conservada, es el mejor amortiguador de pandemias.
Cuando esto pase se necesitará un fuerte estímulo a la producción, pero la reactivación económica no puede ser a cualquier costo. Debemos revisar los actuales esquemas productivos para no caer en viejos errores y encontrar alternativas sustentables que compatibilicen la producción y la conservación de ambientes naturales. Existen posibilidades de satisfacer las necesidades económicas y las expectativas razonables de crecimiento y, a la vez, garantizar que nuestros recursos naturales estén disponibles para nosotros y para las generaciones futuras.
Fue necesaria una pandemia y la amenaza que ello implica, para que quede evidenciada la necesidad cambiar la forma en la cual nos relacionamos con nuestro planeta. Hay muchas estrategias que permiten combinar lo económico, lo social y lo ambiental y no podemos seguir esperando para ponerlas en marcha. Necesitamos promover un Nuevo Acuerdo entre la Naturaleza y las Personas de forma urgente. Desde la Fundación Vida Silvestre Argentina trabajaremos en ese sentido renovando nuestro compromiso asumido hace ya más de 43 años. Invitamos a todos a asumir el compromiso con nosotros.
(*) Director general Fundación Vida Silvestre Argentina.
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