17 de diciembre 2018 - 00:01

Cambiemos: 300 días (con el país en vilo) para enderezar tres largos años

Es el plazo que tiene Macri para demostrar que puede corregir todos los errores cometidos en tres años. La seducción por el optimismo fácil y la nueva campaña.

Optimismo vs. furia. Marcos Peña fue motor del optimismo desmedido. Hoy Elisa Carrió ya no aporta a ese sentimiento.
Optimismo vs. furia. Marcos Peña fue motor del optimismo desmedido. Hoy Elisa Carrió ya no aporta a ese sentimiento.

Buena parte del país suele colocar a Elisa Carrió en rol de la madre de Cambiemos. Ella es integrante de la tríada inicial que fundó la alianza de Gobierno y, como muchas madres también, quien más retó y puso a prueba a su criatura. En los últimos meses su relación con Mauricio Macri se puso a prueba. El Presidente sabe que la necesita para mantener la imagen de unidad en el grupo, pero tras las amenazas de juicio político a Germán Garavano (que al cierre de esta edición aún estaba solo presentada en el Congreso, pero sin movimiento), las acusaciones contra Ricardo Lorenzetti y la declaración de haberle pedido la confianza al propio Macri en su lucha contra la corrupción, toda la relación cambió hacia una frialdad que pocos creían posible. Desaparecieron entonces las fotos en la mesa familiar de Los Abrojos junto a Lilita y las visitas de la chaqueña a la Casa Rosada se limitan a reuniones con algunos funcionarios (Marcos Peña entre ellos), pero sin el fuego de la pasión que solían tener hace un año. El juego de una Carrió protectora del Gobierno y a la vez monopolizadora de protestas continúa, pero nada es como era antes. Mucho menos cuando el macrismo se instaló como expulsor de dirigentes del grupo en internas que el electorado aún no procesa,como es el caso de la salida de Emilio Monzó.

Pese a todo ese problema es considerado hoy un tema menor dentro de Cambiemos, frente a los conflictos que tiene por delante el grupo, el Presidente y el Gobierno mismo.

Macri, como alguna vez tuvo que hacer Cristina de Kirchner hacia el final de su mandato, tiene entre sus desafíos mantener a sus propios votantes en el redil y convencer que la mejora tras la crisis llegará, aunque sea con datos débiles al menos antes que termine la campaña. Cuenta a favor, por ahora, que el peronismo no logra hacia el fin de año mostrar una candidatura unificada y que Cristina de Kirchner, sin representarlos a todos, aun es la única cara que se muestra en carrera.

El problema es entonces si ese equipaje le alcanzará a Macri para armar una oferta que lo lleve sin problemas a la reelección. Y para eso Cambiemos tiene 300 días; un plazo en el que deberá convencer que aprendió de las decenas de errores que se cometieron en los primeros tres años de Gobierno y, además, que puede demostrarlo.

Dos actores centrales estarán mirando ese proceso. En primer lugar está el votante de Macri de las elecciones 2015 y 2017 que creyó hasta enero-marzo de este año que el país realmente estaba saliendo de la postración y aislamiento económico al que lo sometieron los 12 años kirchneristas y cayó luego en una duda difícil de remontar.

Muchos de esos votantes vieron como el Gobierno incumplió una larga lista de promesas electorales que van desde no haber bajado la presión tributaria sobre los salarios, hasta fallar en el combate contra la inflación, que es el motor primero de las desgracias económicas de la Argentina y que, muchos macristas interpretan, fue una batalla descuidada y hasta con algún componente doloso de por medio. Ese fuego fue alimentado por una suba irracional del gasto público que terminó recordando a los peores índices de la administración económica de Cristina de Kirchner. Ningún votante de Cambiemos quiso ver nunca esa foto pero el Gobierno en su impericia lo obligó a mirarla.

Ese mismo votante fue el que soportó el esfuerzo inicial que implicó la suba de tarifas entendiendo que no podía el país seguir subsidiando el equivalente al 85 % de la energía que consumen sus ciudadanos, un récord delirante que solo los venezolanos pueden empardar y que el kirchnerismo, aún hoy y montado sobre errores de timing que también cometió el Gobierno en este tema, quiere mostrar como una virtud. No fue el esfuerzo en los bolsillos de la clase media lo que denotó la desconfianza, sino ver que el cambio prometido (en algunas áreas con pie de barro) terminaba incendiándose en la hoguera de una devaluación que el mercado le hizo al Gobierno, como siempre sucede cuando las medidas no las toman a tiempo los gobernantes. En este caso todo el proceso tiene nombre y apellido: ajuste; haberlo esquivado desde el 2015 cuando la fuerza de los votos y la herencia recibida hubieran permitido un recorte lógico y gradual fue el comienzo de todos los problemas. Un funcionario le dijo a este diario en esa época: “seremos gradualistas mientras el crédito externo lo permita”.

Fue la madre de todos los errores; la devaluación de 100 % y el pedido urgente al FMI de u$s57.100 millones en dos negociaciones apuradas, son la prueba final de eso.

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Expulsado. Emilio Monzó terminará el actual ciclo del Gobierno con la decisión de salirse del grupo e iniciar otro camino. Es uno más de los valiosos dirigentes y economistas que Cambiemos perdió en estos tres años. Sergio Massa espera, pero aún no pudo capitalizar los errores de Macri.
Expulsado. Emilio Monzó terminará el actual ciclo del Gobierno con la decisión de salirse del grupo e iniciar otro camino. Es uno más de los valiosos dirigentes y economistas que Cambiemos perdió en estos tres años. Sergio Massa espera, pero aún no pudo capitalizar los errores de Macri.

Hoy Nicolás Dujovne debe lidiar con un ajuste como pocas veces se vio, que por otra parte viene desacelerando el déficit fiscal en un círculo de virtuosidad imprescindible. Demostrar que ese esfuerzo es posible y que habrá premio en el primer trimestre con algún indicador que anuncie el fin de la brutal recesión que azota estos días s el centro del desafío que tiene Macri por delante. Esa prueba es la que espera el segundo actor a convencer: el mercado y el mundo de las inversiones.

Entre las malarias a dar vuelta después de estos tres años está el no haber logrado la lluvia de inversiones. Y ahora tampoco sucederá hasta que Macri no demuestre no solo virtudes económicas sino también que el próximo Gobierno no estará liderado por un peronismo irresponsable como el que encabeza Cristina de Kirchner. El miedo allí es lineal: si hoy Argentina solo tiene ayuda de gobiernos como el de Donald Trump, es porque los particulares están a la espera. Corre a favor del Gobierno que ningún peronismo que no sea K logró meterse aun a llevarse rentabilidad de esta crisis. Sergio Massa no pudo hacerlo, tampoco los gobernadores que fueron bien alimentados por el Gobierno. No debería recostarse una vez más el oficialismo en el mismo optimismo que lo llevó a la crisis también en este tema.

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