22 de febrero 2019 - 00:01

Canaletti: "Lo que pasa en la clase alta queda en la clase alta"

Entrevista - El periodista y escritor Ricardo Canaletti analiza su nuevo libro "Crímenes sorprendentes de la clase alta argentina".

Canaletti

Al mundo de la criminalidad suele asociárselo con los estratos bajos de la sociedad. Se supone que es en los callejones oscuros y en los recodos incógnitos de las ciudades donde se ocultan los delincuentes más infames. Pero hay otra historia, donde los que infringen la ley son hombres y mujeres que visten de traje, y cuyas pesadumbres están asociadas con dramas familiares, amores no correspondidos o una codicia tan voraz como innata. En ese universo se sumerge el periodista y escritor de policiales, Ricardo Canaletti, para contar “Crímenes sorprendentes de la clase alta argentina” (Sudamericana, 2019).

Mientras reparte sus horas entre el programa “El after de Canaletti” de Radio Uno y sus columnas en distintos noticieros, el autor se hace un tiempo para hablar con Estilo A y contar los entretelones de su nuevo libro –el tercero de una saga que comenzó en 2014-, en el que echa luz sobre diversos ilícitos cometidos en los salones patricios de la historia local.

¿Cuál fue la idea disparadora del libro?

Ricardo Canaletti: La idea era continuar con la saga, y se nos ocurrió en la editorial darle un eje definido. Hay crímenes en el sentido amplio, historias que tienen que ver con gente de abolengo, poderosa, que no trascendieron completamente, y ahí surgió la idea de centrarnos en la clase alta. Una clase alta que fue cambiando durante los años. Encontramos este eje, del que se sabe muy poco, pero en el que también ocurren casos criminales. Así nació la idea de centrarnos en esta clase social, en esas reuniones para definir el índice.

Suele asociarse a la criminalidad con las clases bajas, ¿la idea del libro es ir por fuera de esos lugares comunes?

R.C.: Exacto. La mayoría de las noticias que uno ve o vio tienen que ver con las clases bajas. Antes con la clase media, pero nunca o pocas veces con la clase alta o poderosa. Hay crímenes de poder que se dan por interés, por codicia, en ese tipo de ambientes. También queríamos mostrar esa otra cara, siempre estamos acostumbrados que los casos proceden casi siempre de un mismo lugar. Siempre damos vuelta sobre las circunstancias que pueden mover a los crímenes en esos ámbitos. Uno se da cuenta que se repiten también con personas con educación, con trayectoria, con poder. No solamente son crímenes, también hay historias que valen la pena ser narradas que no tienen un crimen o asesinatos, pero si tienen delitos que son disparadores de acciones insólitas que pueden marcar una vida. El hecho de contar todo esto nos llevó a incluir ese tipo de historias.

¿Por ejemplo?

R.C.: El caso de Fabián Anchorena, donde no hay un crimen en el sentido de homicidio, pero sí hay una vida alocada, un adulterio que entonces era un delito muy grave para esa clase. Eso fue marcando toda una vida muy interesante y por eso lo incluimos.

Libro

¿Cree que algunos casos no trascendieron por la resistencia de los sectores que los protagonizaron?

R.C.: Sí, claro. Hay nombres como Anchorena o Álzaga, hay familias del interior que fueron muy importantes. El hecho de pertenecer a esa clase tiene el obstáculo de la trascendencia al público. Eso es básicamente la Justicia y la Policía, ellos sabían cuando informar y cuando no. Hay cuestiones que trascendieron a pesar de ello, pero ambos factores estaban al “servicio de”. Todo ha ido variando. Lo primero que se me ocurrió fue preguntarme si en la Argentina hubo nobles. Empecé a indagar por ese lado y encontré cuatro casos de nobleza venida de Europa, venida a menos también, donde me resultó muy difícil encontrar los elementos, pero se pudo rescatar con trabajo importante de archivo. Es una especie de trabajo entre periodista e historiador. Lo que pasa en esas clases queda en esas clases. Lo vimos con casos recientes, se hizo lo imposible para que las cosas no trascendieran. Para que la muerte no se conociera o se conociera de manera muy lavada. Eso fue un obstáculo.

¿Cómo mutaron los crímenes de la clase alta con el paso del tiempo?

R.C.: No hay un cambio tajante. Codicia hay en todas las clases; no hay que confundirla con necesidad o malos hábitos. El ladrón que te para en la esquina de tu casa lo menos que te puede decir es que actúa con codicia. Los patrones son más o menos los mismos. La diferencia entre educación y clase, hacen que algunas reacciones no lleguen a término. Eso no suele pasar en las clases populares. Acá hay como frenos inhibitorios pero también actúan con un lado B. Hay acciones que son delitos y no trascienden por lo mismo: frenos de clase. Por ejemplo, los abusos sexuales, que se dan por igual en todas las clases, pero en la alta se ocultan y naturalizan. El silencio tiene un peso tan importante como los gramos de una 45; el silencio es demoledor.

¿Hay futuro para la saga?

R.C.: Me encantó seguir con la saga y escribir este libro. Me gustó buscar este variante. Si sigo con la saga, estoy obligado a encontrar otro eje que sea atractivo, y siempre con la idea de la sorpresa y del asombro.

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