19 de agosto 2019 - 00:00

¿Cómo financiar el déficit fiscal y las tonteras de los monetaristas puristas?

Las opciones de financiamiento son varias y conviene decidir cuál es la menos costosa.

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Foto: Telam

Mucho se escribe sobre la independencia del Banco Central y la imposibilidad de éste de financiar los desequilibrios permanentes del Estado. Las opciones de financiamiento son varias y conviene decidir cuál es la menos costosa. Todas son dolorosas, pero claramente las hay mejores y peores.

En teoría, el BCRA no puede financiar al Estado, por lo tanto quedan las siguientes opciones:

1) Financiar con Deuda en moneda extranjera: tiene costos visibles y otros no tanto. Los visibles son las tasas de interés en dólares que hay que pagar, pero los oscuros son las devaluaciones del peso que implican cada vez mayor carga de intereses al gasto público total. Estas deudas se tornan impagables y exigen refinanciaciones o default. Como el déficit que financia son gastos corrientes y no inversiones de capital, “estamos en el horno”. Al no haber retorno productivo a la deuda contraída, no se paga la deuda y los intereses son cada vez mayores (en términos de pesos). Esto es una bola de nieve. Pan para hoy, hambre para mañana y las décadas siguientes. Así nos fue con Martínez de Hoz, Menem, De la Rúa y Macri.

2) Financiar con Deuda en moneda local: sería una buena solución poder financiarse localmente en pesos, pero luego de tantos defaults y expropiaciones de ahorros, los locales no le prestan al Estado, excepto los bancos locales, que tienen “la vaca atada” (aunque no tanto). Siempre se puede pagar dándole a la “maquinita”, que no nos engañemos genera inflación y mayores intereses, a la larga y a la corta (el largo plazo ya nos alcanzó).

3) Financiar con expropiaciones de activos privados o públicos: esta fue una interesante caja durante la década K. La ANSES, default de deuda, expropiación de las AFJP y otras yerbas son ejemplos. No hay tantas cajas privadas y públicas disponibles. Si por algo tenemos fuga de capitales, esta es una de las razones.

4) Algún combo de las opciones anteriores: en general esta es la opción preferida. Como no alcanza con ningún de ellas, se echa mano a todas las posibles.

Pero volvamos al principio: ¿cuál es el problema de financiarse con “papeles de colores”, eso que llamamos pesos? Creo que tenemos ataduras mentales a las ideas extranjeras. Las teorías extranjeras sobre el financiamiento del Estado no comprenden nuestra idiosincrasia. No sirven. El financiamiento directo con papeles de colores del Banco Central al Estado es la mejor y más económica de las alternativas. Si todavía piensa que soy un loco, siga leyendo.

Las ventajas de la emisión son las siguientes:

1) El traslado de mayor emisión es directa y casi instantánea a los precios. Por lo tanto, los argentinos comprenderemos de una buena vez que el déficit fiscal y los gastos infinanciables son los responsables de nuestra decadencia y que la inflación es un impuesto a los que menos tienen. Nada mejor que los políticos y la población comprendan la famosa teoría (siempre vigente) de la Teoría cuantitativa del dinero: M x V = P x Q.

2) No hay que pagar intereses.

3) No aumenta la deuda y la depreciación del peso será a la larga igual o similar a la de las otras alternativas.

4) El ajuste del consumo es constante en el tiempo en vez de ajustar a los tumbos y con megadevaluaciones.

5) Se transparenta una situación insostenible donde los que más sufren son los pobres y reclamarán soluciones, donde las excusas de los políticos locales no servirán.

6) Al final y realmente importante, es la Justicia intertemporal. Hacerles pagar con inflación futura o mayores intereses a las generaciones futuras, que ni siquiera “disfrutan” del gasto, no es justo. Que paguen los que causan el descalabro.

Es bien sabido que nuestro peso ya perdió 13 ceros en las últimas décadas y la devaluación ha sido mayor. Ya estamos jugados y el financiamiento por otros medios no ha servido para nada, salvo traer alguna ilusión momentánea (como la convertibilidad).

Llamemos las cosas por su nombre. Tengamos un golpe inflacionario como Dios manda. No sigamos con excusas viejas. El déficit es infinanciable con métodos tradicionales. ¡Volvamos a la híper!

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