Boca sufrió hasta el final por su propia ineficacia para convertir en el marcador un dominio abrumador sobre un rival que mostró por qué está en el fondo de la tabla de posiciones.
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No fue una actuación deslumbrante de Boca ni mucho menos, pero el gol de Rodrigo Palacio a los ocho minutos de juego le dio la tranquilidad necesaria para manejar la pelota en la mitad de la cancha y buscar el momento oportuno para atacar.
Enfrente, Olimpo mostró todas sus limitaciones. Guillermo Rivarola armó un esquema defensivo con dos líneas de cuatro, dejando a «Matute» Morales como enganche y al veterano Josemir Lujambio como único delantero, pero no hubo conexión entre las líneas, y esos desacoples (sobre todo, por el sector derecho que marcaban Araujo y Villavicencio) le dieron posibilidades a Boca de llegar con claridad.
Sin embargo, Boca recién definió el partido a cuatro minutos del final y con un penal, por lo menos dudoso, ante Palacio, que Palermo convirtió con suspenso porque Navarro Montoya adivinó la punta y alcanzó a tocar la pelota. Justamente, el arquero de Olimpo fue gran responsable de mantener el marcador por la diferencia mínima, porque tuvo cuatro tapadas brillantes, demostrando que a los 41 años tiene los reflejos intactos.
En Boca volvió Krupoviesa, que trató de no exigirse por el estado del campo de juego y por eso se mandó muy pocas veces al ataque, y jugó de entrada Leandro Gracián, que aportó muy poco de la generación de juego que se esperaba de sus pies.
Sí se vio a un Palacio recuperado, picando y ganando por los dos costados y a Palermo buscando todas y con las mismas virtudes y torpezas que lo caracterizan (hizo un bonito gol de cabeza desde el borde del área grande que anularon porque la pelota había salido en la parábola del centro y pifió solo frente al arco un gran pase de Palacio). Boca ganó claramente y sigue en la punta.
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