31 de agosto 2019 - 20:47

La historia de Mía Fedra, la primera tenista trans profesional de la Argentina

La Ley de Identidad de Género transformó su vida y, luego de algunos años alejada del deporte, volvió y ahora compite en torneos femeninos. "Gracias al tenis me siento viva", reflexiona.

Mía Fedra, la primera tenista trans profesional de la Argentina. 
Mía Fedra, la primera tenista trans profesional de la Argentina. 
Ignacio Petunchi

La Ley de Identidad de Género fue promulgada en los últimos días de mayo de 2012. En sus artículos promueve que cualquier persona tiene el derecho de sentirse y ser llamada según el sexo autopercibido. Desde ese momento, la vida de Mía Fedra cambió para siempre.

Fedra es la primera tenista trans profesional de la Argentina. Su historia incluye el cambio de género, una pelea con el deporte que tanto ama y miles de anécdotas y peligros por trabajar de noche, luego de un “desenamoramiento” con las raquetas.

“Estuve un montón sin jugar al tenis, pero no sé si lo sufrí tanto. Estaba medio despechada, es como un romance, y ahora me reenamoré”, le cuenta Mía a Ámbito en las instalaciones del club Darling, en San Telmo. “A los 17 o 18 años lo dejé frustrada, pensando que tenía un techo, que no iba a jugar. No tenía alma. A su vez, yo ya estaba en proceso de mi cambio, me empecé a hacer más popular, me hacían notas y me gustaba. Me distraje con eso, con embellecerse y ser una mujer trans”, rememora.

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Fedra y la discriminación en el deporte: "Me han atacado varias, pero ya no. En la cancha me siento cómoda, casi canchera".

Su enemistad con los courts se presentó para 2001, en “la época de la crisis, mi familia no la pasó bien. Mis viejos se separaron, no había plata. Fue una debacle”. Como consecuencia del mal momento económico, Fedra encontró en la noche, en boliches, una salida laboral. Pero después de un largo período oscuro y lejos del polvo de ladrillo, ocho años después todo comenzó a cambiar.

“Ya siendo Mía, pero con el nombre masculino, en 2009 hice el profesorado. Esos dos años que duró sirvieron para amigarme con el tenis. Yo no sabía que iba a salir la Ley de Identidad de Género”, expone.

La sanción de la Ley 26.743 le permitió a Fedra presentarse en la AAT, con su nuevo DNI, y pedir el cambio de nombre en su título de profesora. Y competir en torneos femeninos.

Desde entonces, juega certámenes profesionales, nacionales e interclubes, aunque estos últimos dos son los que más ocupan su calendario. “Muchos me preguntan qué hago en +35, pero yo estaba desentrenada, y ahora estoy jugando y entrenando todos los días. Me veo en la exigencia de demostrar que soy buena”, se impone.

Esa autodemanda ocurre debido a una fuerte exposición que tuvo en las últimas semanas a raíz de su historia. Por eso quiere demostrar que no es sólo un caso para contar: “Todo esto me sirvió para ponerme las pilas. Vengo de tener buenos resultados en las últimas semanas”.

“Al tenis llegué como un capricho, vi algunas canchas cerca de mi casa –en Adrogué- y se me ocurrió que tenía jugar”, cuenta quien tiene padre y hermano deportistas. “Entonces hacía taekwondo, pero era muy agresivo para mí y tuve que dejarlo. Esa práctica me dejó que siempre hay que tener disciplina, aunque nunca la apliqué en mí. Soy indisciplinada. Pero como el tenis a mí me puede, pudo con todo: soy un personaje de la noche y pudo sacarme de ahí”.

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Durante algún tiempo, jugar torneos femeninos siendo una mujer trans no le resultó fácil a Fedra. La discriminación es un flagelo real de la sociedad y no escapa al marco deportivo. “Me han atacado varias veces, pero en torneos fuera de la Asociación. Ahora ya no pasa tanto”, cuenta la profesora que reconoce tener “algún alumnito, señoras y amigas” a quienes da clases.

“Me decían: ‘Convengamos que tenés más potencia que nosotras’, pero ya no me lo dicen porque todas jugaron contra mí y vieron que ellas pueden ser más potentes que yo. Otra rival, en un dobles mixtos, le decía a su compañero que me tire más fuerte a mí porque sentía que me jugaba más débil por ser mujer, y él le explicaba a los gritos: ‘¡Pero no es!”, detalla. Sin embargo, aclara que no siempre lo siente como discriminación: “En la cancha me siento cómoda, sino no estaría tan suelta, casi canchera. Cuando pasan esas cosas te tirás para atrás, pero ya no pasa”.

Por estas cosas, Fedra encuentra un paralelismo en Renée Richards, tenista que en los 70 realizó su cirugía de cambio de sexo y tuvo enormes restricciones para poder competir en el circuito WTA y a quien hoy investiga y lee para conocer más sobre su vida. “En su momento ella vino a la Argentina. Acá, luego, le gritaban ‘negras’ a las Williams”, reflota.

“La sexualidad en el deporte es un tabú. Es retrógrado total pensar que una persona debe estar ‘confesando’ que es homosexual. ¿En qué momento de la cabeza de una persona pasa plantearse qué genitalidad tiene el otro? Puedo entender si un rival piensa que es un impedimento para jugar, por la fuerza, pero si te incomoda que sea una chica trans o un chico gay, es medio raro”, lanza en severo tono crítico.

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Mía tiene una carrera de muchos años en el tenis, al cual llegó "por un capricho". Hoy compite en varios torneos y también es profesora.

La oriunda de Adrogué reconoce que se siente una “referente” en el tenis porque ahora tiene “una responsabilidad sobre mis hombros”. “Mis compañeras ven que no soy una chica que tiene recursos y que le sale todo bien en la vida. Siento que mis compañeras y el colectivo me están respetando un poquito más y valorando mi esfuerzo”, se enorgullece.

Una parte de su lucha por jugar al tenis también es económica: “Hay inscripciones, zapatillas, raquetas, el profe, todo suma. Por eso también estoy en la búsqueda de un auspiciante, porque a este nivel no hay premios. Muchos se pusieron simpáticos conmigo, pero no aparece nada”.

Con el tenis estaba medio despechada. Es como un romance, y ahora me reenamoré" (Mía Fedra).

Todo ese esfuerzo lo hace con el fin de seguir adelante y mantenerse dentro de las canchas. “Estoy en un momento re lindo en cuanto al juego, físicamente estoy bien”, se elogia.

En su club se siente cómoda, casi como si se tratara de su entorno natural. No resulta extraño, entonces, que se sienta tan gratificada con el deporte que ama. “Al tenis le agradezco esta oportunidad, gracias a él me siento viva. Hace unos años, si bien jugaba un poco, me encontrabas en un after hour, con vicios, y ahora estoy hecha un avión. Tengo vida, estoy sana, no hago otra cosa y estoy contenta”, concluye. De la práctica a la noche y de regreso a las canchas otra vez, la vida de Mía Fedra sigue andando, pero siempre al lado de una raqueta.

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