8 de mayo 2019 - 00:01

Diálogos de Wall Street

Trump pateó el avispero, amenaza a China con mayores aranceles, y a Wall Street con una trifulca que derrita las cotizaciones. En el juego de la gallina, ¿quién aflojará primero?

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Periodista: Trump pateó el tablero de la negociación comercial con China. Las conversaciones, dos días antes, marchaban muy bien, según sus propias palabras. Y lo hizo cuando se especulaba con un acuerdo al alcance de la lapicera. ¿Es el método -el arte de negociar, como reza su libro- y un paso necesario antes de cerrar toda buena gestión o, es de verdad, un percance no calculado, sea culpa de los chinos o no, una discrepancia de último minuto?

Gordon Gekko: ¿Quién aprieta a quién? ¿Cómo saberlo? Trump no había nacido, Queens era un pajonal, y Sun Tzu ya había escrito “El Arte de la Guerra” más de 2 mil años atrás. Y, para peor, Trump no ha estado muy fino en sus negociaciones políticas más recientes. Basta mirar los movimientos del líder norcoreano Kim Jong-un, quien volvió al juego de lanzar misiles sin que el presidente atine a otra cosa que disculparlo.

P.: ¿Me está diciendo que puede ser que China haya dinamitado la iniciativa? ¿Le parece creíble lo que señala Robert Lighthizer -el principal negociador de los EE.UU.- en el sentido de que China se echó atrás con respecto a compromisos que había asumido?

G.G.: Le estoy diciendo que es muy difícil saberlo si uno no está en la cocina. El tablero, sí, lo patea Trump con sus dos tuits del domingo. Eso está fuera de discusión. China cuando tira la piedra esconde la mano. Y si fue Beijing hay que leer la respuesta de Trump como un alarde de fortaleza. Nos puntualiza que no es un rehén de Wall Street.

P.: Wall Street se puede hacer añicos y él seguirá firme en su empeño. ¿Le parece?

G.G.: Eso habrá que verlo para creerlo. Pero tensó la cuerda igual, y lanzó el ultimátum.

P.: Es el juego de la gallina. Será cuestión de ver quién se asusta primero...

G.G.: En eso estamos. La verdad es que Trump acostumbró mal a los mercados, que demoraron en acusar recibo, pero la Bolsa ya agachó 2,5% desde los récords.

P.: China no canceló el viaje de su delegación de negociadores a Washington. Las conversaciones continúan. ¿Cree que el aumento de aranceles entrará en vigencia el viernes?

G.G.: La tercera es la vencida, dice el refrán. La amenaza se canceló a fin de año durante la Cumbre del G-20 con una tregua a marzo. Y en marzo se la postergó sine die en función de los progresos alcanzados. Irse al mazo, sin nada a cambio, sería un papelón.

P.: Recuerdo que usted decía que Trump no iba a aplicar el aumento de aranceles porque no quería pegarse un tiro en los pies. Y, en efecto, sacó de la galera el muy conveniente conejo de la tregua. ¿Cómo se explica el cambio de decisión?

G.G.: ¿Empuja él o lo empujaron los chinos? No lo sabemos. Como sea, el ultimátum, sus términos y tiempos los fijó él solito. Vamos a la confrontación a ver quién aguanta más.

P.: En diciembre la Bolsa estuvo al filo del abismo. ¿Que Wall Street haya colocado una tanda de nuevos récords habrá alentado a la Casa Blanca a ser más dura?

G.G.: Y tampoco la economía cayó en una recesión. Si la decisión de Trump no es un arrebato, y no creo que lo sea, son elementos que forman parte de la ecuación de costos y beneficios.

P.: Leo que el acuerdo comercial sigue siendo posible pero que se torna más improbable.

G.G.: Yo lo veo tan probable como antes. Pero los plazos no serán los prometidos off the récord antes del fin de semana.

P.: Usted cree que, sí o sí, finalmente se forjará un acuerdo.

G.G.: Esto no es la Guerra Fría, las economías de los EE.UU. y China están demasiado entrelazadas como para levantar de buenas a primeras un muro insalvable. Las funciones de producción no son independientes. ¿Qué teléfonos venderá Apple y a qué precio si gravamos la importación de iphones desde China? ¿Querrá promover Trump que Samsung se quede con el mercado? Y conste que también la Guerra Fría tenía un marco de acuerdos mínimos y canales de comunicación entre las dos potencias para evitar el riesgo del exterminio mutuo.

P.: ¿Habrá tenido el presidente todos estos aspectos en cuenta?

G.G.: Ya cumplimos un año desde que comenzó la cruzada comercial con los aranceles al acero y al aluminio. Esta amenaza en particular cumplirá también un año en un par de meses; es tiempo suficiente como para que todos los afectados en los EE.UU. hayan hecho su tarea de lobby en Washington.

P.: Trump tuitea que China va a pagar el aumento de los aranceles cuando en realidad su impacto recae sobre los consumidores en los EEUU. Nada más grotesco que cuando se aplican sobre hierro y aluminio que son insumos intermedios utilizados en una cantidad impresionante de industrias. Ni siquiera se crean empleos significativos en un país que los genera a raudales y tiene una tasa de desempleo del 3,6%. ¿Sabe Trump todo esto?

G.G.: No es no que no lo sepa, es que no lo prioriza. Todo el equipo comercial, desde el secretario Ross, el propio representante Lighthizer, es muy profesional. Durante años, y cuando era mala palabra, defendieron con éxito la protección del negocio textil. No les interesa mucho el excedente del consumidor.

P.: Más conversamos, más se cae Wall Street.

G.G.: Cuanto peor, mejor. Más incentivos para negociar.

P.: Más se agrandará China.

G.G.: Esto es malo para las dos partes, y como recordó Christine Lagarde, para todo el mundo. Aunque los de afuera sean de palo. Pero es verdad, si Wall Street se desangra, los chinos querrán ver hasta dónde llega la templanza de Trump. Y querrán esperar un poco, aunque ellos se lleven la peor parte.

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