6 de agosto 2019 - 21:47

Diálogos de Wall Street

¿Cómo tomar la devaluación del yuan? ¿China cambió de política? Pasamos del tiro al blanco a la guerra comercial, dice Gordon Gekko.

Diálogos

Periodista: Cuando todo empezó, el presidente Trump dijo que las guerras comerciales se ganaban “fácil y rápido”. Parecería que ni lo uno ni lo otro.

Gordon Gekko: Tenemos una guerra como Dios manda. Ya no es el juego de la gallina. Ni un ejercicio de tiro al blanco. Trump castiga duro, pero China no se quedó atrás. Y ya no son sólo las Bolsas de Shanghái y Shenzhen las que acusan recibo.

P.: Todo el mundo se estremece.

G.G.: No hay mal que por bien no venga. Lo peor sería ignorar la gravedad que toma el asunto.

P.: ¿Cree que Trump podrá moderarse por las consecuencias financieras de sus iniciativas?

G.G.: Menos lo hará si no advierte impacto alguno.

P.: A la tregua comercial que forjó en la Cumbre de Osaka la hizo añicos. ¿Para qué forzar la presencia de Xi Jinping allí y tomarse el trabajo de pactar una paz ornamental si ahora detona todo lo acordado?

G.G.: Escribe el Washington Post que el presidente ya no le presta atención al consejo de sus asesores, y se guía por sus instintos.

P.: ¿Cuál es el cálculo? ¿Qué gana en escalar la confrontación?

G.G.: La Fed bajó las tasas de interés por primera vez en once años. No es trivial. ¿Y de qué sirvió?

P.: De nada. Es como si no hubiera ocurrido, pero ya malgastamos una bala. ¿Cuál es el cálculo que inspira a Trump? ¿O es puro impulso?

G.G.: Hay lógica en hacerse el “loco” en una negociación. China le mojó la oreja a Trump en mayo, cuando volteó el borrador de un arreglo. Borró sus compromisos de palabra, y lo puso a prueba. ¿Está urgido por un acuerdo? ¿Necesita una foto como la que consiguió con Kim Jong Um, el líder norcoreano, aunque detrás no haya avances palpables?

P.: Se ve que no.

G.G.: Lo tenemos más claro con esta nueva vuelta de rosca.

P.: Tampoco China está apremiada.

G.G.: Y demostró que puede lastimar.

P.: El Banco del Pueblo de China niega su accionar en la caída del yuan y el quiebre del umbral simbólico de los 7 yuanes por dólar. Alega que fueron las fuerzas del mercado.

G.G.: Es verdad. Y también lo es que el banco central fue partícipe necesario.

P.: Me perdí. ¿Tuvo que ver o no?

G.G.: El mercado presiona por depreciar el yuan, y el banco central es el que interviene para que no ocurra. Es el principal responsable de que el mojón de los 7 yuanes no haya sido desbordado antes.

P.: Y este lunes se corrió. Dejó que los mercados voltearan la cotización. ¿Entendí bien?

G.G.: Sí. Y les dio la señal cuando movió el fix, que es la referencia cambiaria que el banco central establece en la apertura, día a día.

P.: El Tesoro de los EE.UU. acusó a China de manipulador de su moneda.

G.G.: Es una ironía que lo haga precisamente el día en que dejó de intervenir para sostener su valor.

P.: China con su represalia cambiaria tocó un nervio delicado. ¿Cómo sigue la película? ¿Querrá compensar el efecto de los aranceles dejando deslizar su moneda?

G.G.: No. Fue un movimiento discreto. El martes la señal fue la de un regreso a la “normalidad”. China avisó que puede utilizar este recurso, pero no cambió su política. Y la razón es muy sencilla. La depreciación del yuan en 2015 fue una hemorragia que costó muchísimo controlar. Recuerde que entonces las reservas de divisas rozaban los 4 billones de dólares, y se perdió medio billón. La cifra no se recuperó nunca (hoy están en 3,1 billones).

P.: En medio de esta trifulca, ¿qué es lo que realmente puede hacer la Fed? Trump le dirigió un tuit expreso como si Powell debiera tomar cartas en el asunto debido a los avatares del yuan. ¿Vamos a una guerra de monedas?

G.G.: Si eso quiere, tiene que llamar a Mnuchin, el secretario del Tesoro. La Fed mira desde el palco. Los mercados no necesitan que abra la boca. Ya descuentan una baja de tasas en septiembre. Casi como si fuera una certeza.

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