20 de septiembre 2019 - 00:00

Eclosión, o cómo tallar todo aquello que estalla

En su primer libro de poesía, Vera Spinetta recorre seis estados de su vida desede una mirada que atraviesa sombras y la lleva hacia la luz.

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“Crecer con otro es a veces deshabitarlo”.

Yendo. O quedándose. Ahí, en ese espacio sin red se mueve Vera Spinetta. En “Eclosión”, su primer libro, la poeta rompe la esfera de su propia oscuridad para avanzar hacia una zona que, por movimiento, o profundidad, busca sanar en forma de gerundio. Avanzando. Un camino individual de respuesta colectiva: “No tengamos miedo”. Y en esa frase corolaria de inicio, el mensaje se expande.

Vera posa el compás en el centro de su vida para girar sobre los días. Una rotación que no pierde punta y que, pese a dibujar sobre sus pasos, siempre la encuentra con una nueva mirada sobre los mismos sucesos. Crecer. Que es ser. Pasando de la primera persona del singular a la primera del plural. Como parte de un divorcio gramatical. Sin dejar de ser ella, como parte de un todo.

Dividida en seis fases lunares cíclicas (En vínculo, Vigilia, Los demás, Estado de alerta, En soledad, Ensueño), Spinetta se inclina “a la vera de mi costado izquierdo” para observar o reobservar, desde la propia obsesión del bucle emocional. Como ella dice “Cruzando el último silencio/ de nuestras vivas miradas/ jamás”. Una revelación que, por momentos, la lleva a intentar recuperarse de su olvido. Y viaja en forma de gota: “Necesito/ recurrir a la memoria/así no la pierdo//como en la niñez/que ni cuenta me di/ que la viví”. O de gato, como sucede en “Tiempo acérrimo”.

Spinetta atraviesa, o solo desanda, diferentes pasillos de un estado que no por frágil se rompe. Pero que sí estalla. Y se talla, para darle forma a aquello que aparece como amorfo, como aullido, ausencia o gemido. “Miro la pared/ me veo llegar/ chocar mi sombra”.

Con los huesos como filo, la poeta pliega los ojos para declararse soberana de sus días. Y sus noches. De los espejos, la sangre y del polvo que deja la luz cuando entra por la ventana. Y es “El salto” al que referencia en “Los demás” el que la halla al manifestar esto de que permanecer en ese lugar que no te da libertad es una “muerte abierta”.

Vera Spinetta emprende un viaje intrasensorial en el que se despoja de las sombras ajenas y algunas propias. “No me invites a tu muerte/ prefiero mirar un punto fijo/ en la pared/ y que todo caiga”, dice entre Idea Vilariño y Alejandra Pizarnik. Y allí, en la huella de un recuerdo, se cruza su padre: “miro mis cabellos/ y tus ojos, palmas jazmín/ en sollozos inundan/ lentamente/ el parque”.

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