16 de julio 2019 - 00:00

El crecimiento genuino requiere una hoja de balance limpia del BCRA

Que los problemas económicos argentinos se resuelven con crecimiento es similar a decir que los problemas financieros de personas y familias se resuelven ganando más dinero, o que los problemas de la empresa se resuelven con mayores ventas.

Desde 2011 la economía mundial ha crecido el 20% mientras que la Argentina no ha crecido nada. La tasa de inflación mundial ha sido de aproximadamente del 3% anual, mientras que la inflación doméstica ha sido del 24% promedio anual. La presión impositiva y el peso del gasto público en la economía se ha incrementado, y las exportaciones como porcentaje del PBI han disminuido. Con estos datos es difícil que la pobreza disminuya y que la economía se desarrolle.

Los aspectos que, desde mi punto de vista, han disminuido las posibilidades de crecimiento vienen dados, entre otros aspectos, por cuestiones tales como la imprevisibilidad respecto de los actos de gobierno, la inflación y, en especial, con el manejo de la hoja de balance del Banco Central. Recapitulando, la convertibilidad explota como consecuencia del déficit fiscal y de cuenta corriente, del multiplicador bancario en dólares, y del tipo de cambio fijo que impedía el ajuste de salarios que posteriormente se produjo. Desde 2002 en adelante, liberada la economía en el corto plazo de la carga de intereses, con un ajuste del tipo real de cambio y por ende de los salarios, y con superávit fiscal, la economía pudo monetizarse con impresión de dinero que no se iba a inflación.

En 2006 el Tesoro cambia casi u$s10 mil millones de reservas por Letras Intransferibles, y con eso se libera del control del FMI, en una economía que comenzaba a dar señales de inflación (aspecto difícilmente permitido por el ente monetario), que en 2007 alcanzó el 22%. El atraso tarifario, para evitar presionar sobre la inflación, aunque con resultados conocidos, desencadena déficit comercial energético, que consume los dólares de la cuenta corriente y presiona al déficit fiscal. La escasez de dólares y la inflación despiertan la demanda de dólares, que en 2011 es restringida mediante el conocido cepo cambiario. A partir de allí la estructura de la economía pasó a estar más intervenida y dejó de crecer de manera consistente.

En 2015 se liberan estas tensiones, pero el ingreso de dólares por endeudamiento y la necesaria recomposición del cuadro tarifario, generaron emisión de dinero posteriormente rescatada mediante pasivos remunerados del Banco Central de la República Argentina (BCRA)-Lebac, que crecieron hasta un monto de casi u$s70 mil millones. Luego la suba del tipo de cambio licuó su valor, y se reemplazaron por las actuales Leliq, más controladas en cuanto a riesgo, pero con mayor impacto en tasa de interés.

Más allá del incumplimiento de la restricción presupuestaria del Gobierno, que ha sido una constante en gran parte de la historia reciente argentina, la existencia de pasivos remunerados por parte de la autoridad monetaria respaldados en deuda del Tesoro, pueden haber agregado inestabilidad al sistema. En 2018 con la asistencia del FMI se dio una excelente oportunidad de rescatar los pasivos remunerados del BCRA mediante la operación inversa a la de 2006, es decir recomposición de reservas a cambio de Letras Intransferibles, aprovechando la licuación por el tipo de cambio. En mi perspectiva se dejó pasar la oportunidad (para lo cual deben haber existido las debidas razones), pero entiendo que el crecimiento genuino de la economía requiere de una hoja de balance limpia del BCRA que otorgue estabilidad a la moneda.

(*) Director del Departamento

de Finanzas, UCEMA

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