20 de diciembre 2019 - 00:02

La economía navega entre aciertos y dudas externas

El presidente Alberto Fernández y el ministro de Economía Martín Guzmán.

El presidente Alberto Fernández y el ministro de Economía Martín Guzmán.

NA

Quienes esperaban todo tipo de desbordes económicos a raíz del cambio de Gobierno se están llevando una sorpresa mayúscula. Aquellas versiones de gran emisión monetaria con el fin de aumentar salarios públicos y jubilaciones, devaluación descontrolada que el Gobierno no podría manejar y un déficit fiscal galopante quedaron poco menos que en la nada. Este Gobierno está cuidando la “caja” mucho más que el anterior. La “megaley” implica un ajuste fiscal de alrededor del 1,5% del PBI, lo que lleva las cuentas operativas del Tesoro a un ligero superávit del orden del 0,5% del PBI. Insuficiente para compensar los cerca de 4% de déficit ocasionado por los intereses de la deuda pública y los otros 4% de déficit ocasionado por el pago de intereses a los pasivos remunerados del BCRA (Leliq y pases pasivos). Pero hay superávit operativo, al fin. Y desde el inicio del nuevo Gobierno. Por otra parte, es impensable poder compensar con superávit operativo los intereses de la deuda y los pagados por el BCRA.

No hay noticias de que ello exista o haya existido en el caso de naciones superendeudadas a altas tasas como lo es lamentablemente Argentina. Ello no significa claro está, que estemos frente a un esquema perfecto o inexpugnable. No se trata de eso. El lector habrá notado que hasta el momento no hemos utilizado la expresión “plan económico”. Y no la hemos utilizado porque no estamos -por lo menos por ahora- frente a un plan económico, sino frente a un conjunto de medidas. Un plan económico es primariamente un conjunto de medidas. Pero cualquier conjunto de medidas no es un plan económico. Para que un conjunto de medidas sea un plan económico se necesita que las mismas estén articuladas de manera tal que garanticen una dinámica estable de funcionamiento de las principales variables económicas: precios, dólar, tasas, salarios, empleo, etc. Un plan económico busca garantizar la estabilidad de algunas de esas variables y el crecimiento de otras.

Este no es el caso por una causa sencilla: no es posible hacer ningún plan económico estable en Argentina si no hay una resolución del tema que ocupa el centro de la cartelera: la deuda. Si no hay un arreglo con el tema deuda -cualquier arreglo, desde el mejor hasta la declaración preventiva del no pago- no se puede garantizar la estabilidad ni tampoco, por supuesto, el crecimiento. En tal sentido, la decisión de seguir pagando la deuda mientras se negocia coloca la situación de reservas internacionales del BCRA en una zona en el mejor de los casos incómoda.

Si bien los vencimientos para los próximos 45 días son tolerables, unas pocas semanas más allá ya nos ubicamos con vencimientos de deuda muy difíciles de sobrellevar si no entran dólares por algún lado. Y no es fácil que ingresen por varios motivos. En primer lugar esta no es la época del año en la que estacionalmente ingresan más dólares al país sino que lo son el trimestre junio-agosto, del cual estamos muy lejos. En segundo lugar las expectativas de aumento en las retenciones a los productos agropecuarios hicieron que se liquidara por anticipado el 40% de la cosecha gruesa esperada. Y en tercer término las estimaciones de rindes para la soja y el maíz vienen descendiendo de manera bastante abrupta debido al clima inusualmente seco que está afectando al 80% de las zonas de cultivo que explican el 70% de la producción de los mismos.

El nuevo Gobierno, que empezó haciendo bien las cosas en muchas cuestiones internas tiene que lidiar entonces con dos factores externos de riesgo: la salida de dólares por pago de vencimientos de deuda y la incierta entrada de divisas como producto de exportaciones tradicionales cuyas estimaciones vienen descendiendo.

Si a ello le sumamos el hecho de que una ligera reactivación ya impactaría hacia el alza de las importaciones cabe concluir que no se puede esperar demasiado tiempo antes de tener que comunicar a los acreedores algo que eufemísiticamente se puede llamar “reperfilamiento generalizado por tiempo indeterminado”, el cual, después de todo ya está anticipado en las cotizaciones de los bonos de deuda desde hace muchos meses, por lo que no cabría esperar momentos críticos ni caos en los mercados, pero tampoco parecen estar dadas las condiciones aún para momentos de bonanza.

Desde todas estas cuestiones parece entonces atinado encarecer la salida de dólares causada por motivos suntuarios como puede ser el turismo o las compras de bienes de consumo que en forma “hormiga” se hacen a plataformas de internet del exterior. Ello insume dólares que pueden empezar a faltar más bien temprano que tarde. Si bien puede parecer muy antipático hacer pagar a quienes deben abonar más de $80 por dólar este tipo de gastos no cabe más remedio que hacerlo, de la misma manera que cabe meditar con frialdad cuanto tiempo más -semanas o meses a lo sumo- se puede seguir esperando una solución con el tema deuda sin tener que “reperfilar” de manera generalizada.

En este sentido la duda que asalta es si el Gobierno tiene ya diagramada una oferta pulida para buscar el canje de bonos o si aún no estamos en ese lugar. Si hay un punto en el que parece haber un retraso considerable es este. Y lamentablemente es una cuestión totalmente central. Todas las medidas laboriosamente diagramadas probablemente durante largos meses que ahora se aprueban pueden terminar siendo en balde si el Banco Central se queda con una posición crítica de reservas. En este punto hay parte de la historia que no se conoce, que no ha sido contada, y a la que quizás no tengamos acceso jamás. Lo cierto es que Alberto Fernández y sus funcionarios sabían desde hace ya muchos meses que accederían al poder en diciembre. Sabían también que el cronograma de vencimientos de deuda era incumplible.

Sin embargo el ministro Guzmán recién apareció en carrera faltando menos de dos semanas para el cambio de Gobierno , lo que no entra dentro de ninguna lógica si era considerado desde antes como un serio candidato para ese cargo. ¿Tenía preparado el Gobierno otro esquema de tratamiento de la deuda pública que debió dar marcha atrás? ¿Pensaba quizás sincerar el “default” en que incurrió el gobierno de Macri y algo le hizo rever la decisión? Estas preguntas solo pueden contestarse con conjeturas. No se puede saber a ciencia cierta las respuestas. Pero no hay que engañarse: por más que las actuales autoridades hayan y estén actuando de manera impecable con la “megaley” que en este momento transita por el Congreso, los dólares van a empezar a faltar ya en los primeros meses del próximo año. Y esa es una cuestión inexorable para la cual no hay escapatoria. El tiempo apremia y la cifra de deuda pública que vence en el cuatrienio marzo-junio causa mucho más que escozor: entre pesos y dólares nada más y nada menos que u$s30.000 millones.

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