27 de noviembre 2019 - 00:00

Diálogos de Wall Street

La Bolsa sube porque Washington y Beijing no se cansan de afirmar que un acuerdo está cerca. ¿Será cierto? ¿Alcanza? Le preguntamos a Gordon Gekko.

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Periodista: Ya ni siquiera permiten que nos deprimamos. La negociación de comercio entre EE.UU. y China prácticamente se transmite en vivo. Los comentarios de los funcionarios nos llegan al instante. Dice el presidente Trump que estamos entrando en los tramos finales de un acuerdo.

Gordon Gekko: “Uno de los acuerdos de comercio más importantes nunca suscriptos”, exagera.

P.: Exagera, sí. Pero, ¿nos miente con la proximidad de un arreglo?

G.G.: Ya lo veremos. En principio, la intención clara es que los mercados no aflojen los brazos. Por alguna razón los precisa sostenidos y muy vibrantes.

P.: Y lo consigue. Rueda a rueda, Wall Street avanza y consagra récords flamantes. ¿Usted le cree?

G.G.: Dime de qué presumes y te diré de qué careces. Tanta insistencia es sospechosa, alguna dificultad debe existir, y querrá taparse.

P.: Pero sería una mentira de patas muy cortas. ¿Cuánto tiempo se podrá mantener y no concretarse? ¿Y para qué? ¿Para luego caer en el descrédito absoluto?

G.G.: Creo que sí existe la intención de arribar a una tregua, y que dure más que las anteriores, gestadas en las cumbres del G-20 de Buenos Aires y Osaka, ambas efímeras.

P.: Digamos que sí la tiene Trump. ¿Y los chinos? Se necesitan dos para bailar un tango.

G.G.: El vicepremier Liu He, quien lleva la negociación operativa del lado de Beijing, también habló (ayer). Y nos hizo saber que estuvo al teléfono con el secretario del Tesoro Mnuchin y con el representante comercial, Lighthizer, resolviendo “cuestiones esenciales”.

P.: Son operaciones de prensa coordinadas.

G.G.: Es importante notar que existe, como mínimo, este acuerdo básico de aparear las declaraciones, y un ánimo de comunicación compartido. Cuando Trump se llena la boca con el comercio, pero a la par cita su preocupación por la situación en Hong Kong, uno podría concluir que eso bien podría ser un escollo insalvable para la negociación.

P.: Hasta el momento no es así. Pero podría serlo.

G.G.: Tal cual. Hay muchos temas en la agenda que podrían frenarla en seco. No hay dudas. Lo interesante es ver que las hostilidades cesaron hace un tiempo. La agenda completa que exigía Trump era imposible de aprobar. Y bien, se simplificó el esquema de acuerdo. Ya no se mencionan temas que eran inamovibles en un primer momento.

P.: Se quitan los asuntos insolubles, se aligera la agenda hasta lavarla de contenido.

G.G.: Si lo que se necesita es un papel firmado por ambas partes, eso se conseguirá.

P.: Es lo que palpitan los mercados cuando suben alentados por invocaciones muy banales.

G.G.: Es lo que hay. Con evitar nuevas agresiones, e instalar la idea de una paz que va a perdurar, estaremos mejor. Si además se remedian otros trastornos, excelente.

P.: Dicen los expertos que el acuerdo comercial fase uno es lo máximo a lo que se podrá aspirar.

G.G.: Suena razonable. Hay elecciones en 2020. Y si para conseguir un pacto más ambicioso se debe presionar y elevar aranceles no será el momento. A Trump no le faltan hormonas para ir al choque, pero no querrá correr el riesgo de provocar una recesión en plena campaña. Sería pegarse un tiro en los pies.

P.: Ahora bien, un acuerdo fase uno es un arreglo “hueco”, mal diseñado, poco apto para resolver los problemas que se propone atacar. Son palabras de un veterano analista, Stephen Roach, quien manejó Morgan Stanley en Asia.

G.G.: Amén. Nos quedaremos con los problemas de siempre, entonces. Lo importante es retirar de escena la incertidumbre que nos estaba matando. Por supuesto, después de tanto discutir, no mejorar ninguna cuestión de fondo sería decepcionante, pero, a decir verdad, nunca nos hicimos demasiadas ilusiones. Nada muy distinto de lo que pasó tras la disputa con Kim Jong-un y Corea del Norte. Salvo que en ese caso hubo un apretón de manos y ningún papel relevante firmado.

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