20 de febrero 2009 - 00:00

Borges, Cortázar, Sabato y Favaloro

Ernesto Sabato
Ernesto Sabato
Periodista: ¿Como surgió su nuevo disco «Homenajes»?
Eduardo Falú: Lo venía haciendo hace tiempo como mi personal y modesta ofrenda a tres ilustres argentinos: Jorge Luis Borges, Ernesto Sabato y René Favaloro, a quienes tuve el privilegio de frecuentar en la creación y en la amistad. Por supuesto, sin desmedro de otros que están ahí como Jaime Dávalos, Julio Jerez, Atahualpa Yupanqui, León Benarós, Hugo Ovalle y tantos otros. Pero esos tres hombres, Borges, Sabato y Favaloro son indudablemente universales. Los dos escritores han sido traducidos a todos los idiomas del mundo, y el médico, un hombre luchador, construyó esa catedral de la vida que es hoy su fundación donde se hacen cosas milagrosas.

P.: ¿Cómo fue su relación con ellos?
E.F.: Con Borges tengo una milonga, que se llama «Hombres de antigua fe», cuyo título original es «El gaucho». En ese poema Borges menta que el gaucho fue usado no sólo en las partidas policiales sino en los escuadrones del ejército y en las estancias, y a la vez se lo consideraba un bandido. Ahí se dice: «Se batió con el indio y con el godo,/ murió en reyertas de baraja y taba;/ dio su vida a la patria, que ignoraba,/ y así perdiendo, fue perdiendo todo», y más adelante agrega «profesaron la antigua fe del hierro y del coraje, que no consiente súplicas ni gaje/ por esa fe murieron y mataron» y «fue el que no pidió nada, ni siquiera/ la gloria, que es estrépito y ceniza». Bello. Estuvimos muchas veces juntos haciendo ese aire de milonga. Era un hombre de una inmensa cultura que hablaba con sencillez. Escribió esa milonga «Para la seis cuerdas» que son su obsequio a la guitarra.

P.: Y con Sabato le tocó hacer...
E.F.: «Romance de la muerte de Juan Lavalle». Fue una cosa inesperada. Yo estaba leyendo «Sobre héroes y tumbas» en uno de mis viajes a Japón. Cuando volví, hablando con Sabato le pregunté: ¿usted piensa hacer algo con eso? Es sobre todo interesante la parte de la retirada de Lavalle cruzando tantas provincias. «Yo pensaba hacer algo con orquesta, pero mi hijo Jorge Federico (Sabato) me dijo: Esto es gauchesco, tiene que ser con una guitarra y una voz como la de Falú, y con un corito»; fue el que entusiasmó a Ernesto. Le metimos manos a la obra, y fue saliendo. Y tengo algunas cartas, de otro escritor, que me mandó desde París hasta unos versos para que le pusiera música, Julio Cortázar.

P.: ¿Cómo conoció a Cortázar?
E.F.: En uno de sus libros escribió: «Siempre escucho los discos de Falú porque me trae reminiscencias de mi tierra», entonces le mandé, a través del pintor Torres Agüero, amigo de él, que también vivía en Francia, otros discos míos. Cuando Julio vino acá lo apalabré para que viniera a cenar a mi casa. Charlamos de muchas cosas, hicimos una amistad. Después lo vi en París, creo que estuvimos con el rosarino Antonio Berni. Habíamos quedado en hacer cosas juntos. Me mandó una vez unas coplas, las que no llegué a ponerle música, en las que justificaba su ausencia y decía que aunque estuviera alejado tenía su corazón en la Argentina. Me pedía que hiciera el Martín Fierro, que es algo imposible de tan extenso.

P.: ¿Por qué como homenaje a Favaloro canta «El agradecido»?
E.F.: Una vez que Favaloro realizó una convocatoria solidaria en el Luna Park que tuvo como maestro de ceremonias a Luis Landriscina, que me llevó a mi como sorpresa para el gran cardiólogo. Aparecí y toqué el bailecito «El agradecido», y se emocionó profundamente. Le puse «El agradecido» porque cuando iba al sanatorio para hacerme una revisación, él me había operado de una válvula, veía mucha gente humilde que consideraba que Favaloro le había salvado la vida. Los había operado sin preguntarles quiénes eran ni de dónde eran, y ellos no tenían voz para agradecerle, y así hice con letra de Hugo Ovalle «El agradecido». Era un hombre preocupado por el país, que le dolía la miseria de la gente.

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