16 de marzo 2009 - 00:22

Charlas de Quincho

Festejo de cumpleaños de los 82 de Raúl Alfonsín (ausente) en el restorán Lalín: Elva Roulet (ex vicegobernadora), su hijo Ricardo y los ex diputados José Bielicky y Osvaldo Bisciotti. Mirtha Legrand en el preestreno de la versión argentina de la puesta de Broadway de «El fantasma de la Ópera». Acompañó a artistas y empresarios y pidió que la inviten de nuevo.
Festejo de cumpleaños de los 82 de Raúl Alfonsín (ausente) en el restorán Lalín: Elva Roulet (ex vicegobernadora), su hijo Ricardo y los ex diputados José Bielicky y Osvaldo Bisciotti. Mirtha Legrand en el preestreno de la versión argentina de la puesta de Broadway de «El fantasma de la Ópera». Acompañó a artistas y empresarios y pidió que la inviten de nuevo.
«Menem y Duhalde te daban antes un vino y después te decían de qué se trataba. Estos te la explican en seco». El comentario de uno de los participantes de la reunión en la noche del jueves en Olivos, donde se discutió el adelantamiento de las elecciones -tema dominante en todos los mentideros del fin de semana- describe un método pero también expresa más de una flaqueza. El hermetismo con que se rodeó el asunto intentó encubrir el lado oscuro del proyecto, que está muy lejos del tono altruista que intentó darle el Gobierno al anuncio el viernes. Ese hermetismo no lo pudo quebrar el periodismo findesemanero, pero aquí damos todos los detalles, incluyendo la crudeza del lenguaje que usaron los Kirchner cuando les preguntaron esa noche a palo seco («Ni sanguchitos, apenas café», se quejaron al salir) Juan Carlos Mazzón, Florencio Randazzo, Agustín Rossi y Miguel Pichetto.
Los recibió Néstor con el pretexto de preguntarles qué riesgos corría el Gobierno de que la oposición le clavase mañana el quórum para discutir las retenciones. Pero cuando llegó Cristina, casi a la hora de la cena, se enteraron de qué venía: «Tengo que salir a decir que estoy sola ante la crisis y que la oposición no hace más que entorpecer las cosas». Siguió con el cuento de la sorpresa que había tenido en una charla con Jorge Remes Lenicov en la cumbre de embajadores: «Me contó que la crisis en Europa es terminal, que la deuda de todos los países de la comunidad europea es el 200% del PBI, lo mismo me advirtió Guillermo Nielsen, que la situación es explosiva». Néstor agregó: «No sabemos cómo vamos a estar en octubre. Y la ametralladora de la oposición no para». «Sí -se montó Cristina-, el panorama es también explosivo acá. La ametralladora -le había gustado la figura, que repitió cuando llamó, pasada la medianoche, a los gobernadores para comunicarles el adelantamiento- no se detiene: rechazan una ley de radiodifusión que no conocen». Néstor, con aire de que tenían bien conversado el proyecto con Cristina, remató: «Además adelanta Macri, adelanta Binner, todos se salvan usando la ley que pone la fecha de las elecciones el 28 de octubre. ¿Tenemos los votos? Cambiemos la ley y cambiamos la fecha».

Rossi y Pichetto se movieron en la silla, pero Mazzón ya tenía la respuesta: cambiar el Código Electoral usando la figura de la emergencia, o cambiarlo para siempre y sacar la fecha fija. «Se nos van a venir encima», amagaron. Néstor: Macri y Binner no van a poder abrir la boca; Mauricio se beneficia porque lo obligamos a ponerla de candidata a Michetti, que es lo que él quería y ella no. Lo obligamos a ganar el 28 de junio la elección nacional, porque si la pierde pero gana la local el mismo día nadie se va a enterar. Con eso además la obligamos a jugar a la «gorda» (que es como llama cariñosamente a Elisa Carrió) en una elección que quería dejar pasar porque en las encuestas le gana Michetti. «¡Los vamos a volver locos!», se entusiasmó. «¿No se dan cuenta de que somos los únicos que estamos organizados. En la oposición hay tipos que ni saben todavía por qué partido van a ir a las elecciones». Sacó un papelito del bolsillo y leyó: si se elige el 28 de junio, el 28 de marzo se convoca, el 28 de abril cierran alianzas y el 8 de mayo listas de candidatos. «¿Quién puede cumplir mejor con esto? Nosotros y además los tenemos a todos juntos. Si se vota en octubre le damos a muchos de los nuestros seis meses para la traición», se entusiasmó.

Ahí sirvieron otro café y arrancó un frenético maratón de llamadas. Primero al «mago» Jorge Landau, apoderado del PJ y maestro en martingalas electorales. Lo localizaron en otro quincho que se cuenta más abajo, pero no pudo resolverles la duda si cambiar el código por esta vez (idea que le gusta más porque aprovecha el argumento de la emergencia, que les llega a todos) o para siempre. Después siguió la ronda de gobernadores; Scioli cenaba a solas con Karina Rabolini en su reducto zen de La Ñata, una casa sobre el río Luján en donde ha reconstruido el santuario personal que tenía en el Abasto (llevó toda la memorabilia de copas, fotos, banderas, banderines y diplomas) y cuyo rasgo distintivo es una piscina que tiene en el fondo pintada una gigantesca bandera argentina. No puso objeciones y se comprometió en el silencio que pedían los Kirchner. La idea era llamar el viernes o el lunes a una cumbre de gobernadores para anunciar con gran pompa el adelanto y dramatizar la emergencia ante la crisis. Siguió Capitanich, que estaba en el Chaco, quien puso el primer reparo: obtener una suspensión de una ley provincial que manda separar elecciones nacionales de las locales. Juan Manuel Urtubey, que esa noche estaba en Buenos Aires porque acompañaría a Cristina el viernes a Chubut, también contestó con un reparo: antes de llamar a elecciones generales tiene que hacer unas internas locales y no sabe si podrá.
La mesa que escuchó hasta la madrugada esas charlas con gobernadores y punteros se fue a dormir sin cenar y con la idea de que el adelantamiento tendrá los votos necesarios esta semana en el Congreso. A lo que nadie le pudo dar respuesta es a la objeción que uno de los presentes en Olivos puso sobre la mesa: esta es una batalla institucional y al Gobierno nunca le ha ido bien en esos temas, como le ocurrió con las reelecciones de gobernadores o en sus relaciones con la Justicia. Cuando subían a los autos, Cristina les dijo: mejor no reunir a los gobernadores porque alguien va a contar lo que hemos hablado acá (y miró a todos, de a uno, a los ojos) y nos van a operar en contra todo el fin de semana. «Mejor lo anuncio mañana en Chubut». El trámite confirmó otro tópico kirchnerista: cuando se anunció algo grande, mejor despejar la plaza, tomar distancia, cortar los teléfonos, esperar a ver qué se le ocurre a la ametralladora de la oposición, en la que incluyen, claro, a la prensa. Después de Chubut los Kirchner siguieron hacia El Calafate, de donde volverán esta tarde para preparar la serie de anuncios: mañana en La Plata la candidatura de Néstor a diputado nacional y el miércoles, en un teatro, con invitaciones personales a políticos y directivos de medios, el proyecto de reforma de la ley de radiodifusión.

Landau, que se enteró del proyecto a medida que lo consultaban sobre detalles del código electoral, estaba esa noche en un quincho poco kirchnerista, la cena anual del Centro de Estudios Americanos que entregaba diplomas a sus amigos y que presidía el embajador Anthony Earl Wayne. El diputado advirtió (por teléfono) a Olivos de temas como que hay que modificar la fecha de cierre de padrones, un detalle en toda elección (se va a postergar, con lo cual podrá ingresar más gente a los listados para votar), el riesgo que corre el Gobierno de que le planteen en la sesión la imposición de la lista única, caballito de batalla de la oposición, y de obviedades que estos proyectos a veces no tiene en cuenta. Por ejemplo, que una reforma electoral como ésta requiere el voto positivo de la mitad más un voto del total de miembros de la cámara, o sea 129 sufragios. De otro lado de la línea Rossi y Pichetto insistían en que los tienen. Landau estaba sentado en una de las mesas principales armadas por el Centro y por Wayne, que tienen una preferencia por miembros del Poder Judicial, como el camarista Mariano González Palazzo, el juez Marcelo Aguinsky y el magistrado Eduardo Palant, que compartieron los productos de la parrilla del Club Americano de la calle Viamonte, frente al Teatro Colón, con personajes tan diversos como el ombudsman Eduardo Mondino, la ex senadora por Santa Fe Liliana Gurdulich (hoy una cruzada del reutemismo), el secretario de la Marina de Guerra, el contraalmirante Daniel Hindryckx o el secretario de la UOM de La Matanza, Carlos Gdansky.
En esas mesas había ya detalles de un tramado que se desencadenaría también el viernes; a esa hora del jueves ya habían comunicado con la Casa de Gobierno desde el Consejo Nacional de Seguridad de los EE.UU. avisando que Barack Obama llamaría al día siguiente a Cristina de Kirchner. Eso obligó a que por la noche lo sacaran de la cama al traductor oficial para que viajase también a Chubut, adonde llegó el llamado. ¿A qué tanta prisa? A que Obama le había adelantado la invitación a Lula da Silva, prevista para el martes 17, para el sábado 14. Recibir primero al presidente del Brasil, aunque no se lo pretenda, puede parecer un desaire a otros mandatarios amigos, como Cristina de Kirchner. Llamarla, saludarla durante media hora (15 minutos en realidad, para dar lugar a la traducción) reparaba esos recelos. Festejó el Gobierno este golcito y se rieron de cómo Lula aceptó ser recibido un sábado a la tarde y sin el boato de una visita oficial para que Obama le mostrase el patio de juegos que ha montado en el jardín de la Casa Blanca para que se entretengan sus hijas.


Supimos también en esas mesas del Club Americano que Cristina de Kirchner recibe ideas sobre cómo honrar el 2 de abril a los héroes de Malvinas cuando visite Londres. Ya tiene, además de la cumbre del G-20, un turno para hablar sobre los efectos de la crisis global en América Latina en la London School of Economics, una universidad que fue antes un reducto de la izquierda y pasó a ser un faro de la llamada Tercera Vía -la que buscó con Bill Clinton y Tony Blair publicitar la «globalidad buena»- con la dirección de Anthony Giddens, muy leído por frepasismo. Allí estudió un amigo de Cristina, el ex ministro Martín Lousteau y allí hablaron hace un mes el rabino Sergio Bergman y el «lilista» (y ex kirchnerista) Alfonso Prat-Gay. Del tejido de estos viajes, le confirmaron a Cristina que este mes, cuando viaje a Viña del Mar a la cumbre de países progresistas (la Progressive Governance es el rótulo que reemplazó a la tercera vía), tendrá un turno para charlar a solas con «Joe» Biden, vicepresidente de los EE.UU.
Para esa reunión hubo una crudísima guerra entre los intelectuales del Gobierno que enfrentó a las estrellas, como José Pablo Feinmann vs. los zapadores, como se los llama a Olivos a los integrantes del movimiento de empleados públicos «Carta Abierta» a cuyas asambleas suele ir como un vecino más Néstor Kirchner. Era para elegir a los intelectuales que representarán al país en esa cumbre progresista, que presentaba para muchos postulantes un problema serio: fuera del país, ser peronista es no ser progresista, sino conservador. A un mandatario no le toman este tipo de examen, pero no se puede ir a una reunión de socialdemócratas y socialistas a decir «la vida por Perón» o «Evita capitana». Por eso ganaron la pulseada dos amigos del Gobierno que apoyan pero no son peronistas, el ex ministro Aldo Ferrer (hoy directivo de ENARSA) y el sociólogo -tan veterano como el alfonsinista Ferrer- Bernardo Kliksberg. Este profesional es muy usado por el Gobierno en este tipo de presentaciones internacionales, no dice mucho, pero luce. Se presenta, es uno de sus riesgos, como asesor de más de 30 gobiernos y numerosos organismos internacionales como la ONU, el BID, Unesco y Unicef. Habida cuenta de cómo marcha el mundo y asesorando a tantos ¿no traerá mala suerte?

Con santafesinos en la mesa no pudo evitarse una mención a la pelea de dirigentes de esa provincia para posicionarse en la vida privada y también en la política. Sobre lo primero, escuchamos que se anota como nuevo presidente de la comisión de Transportes de la Cámara de Diputados el legislador Alejandro «Fratacho» Rossi, hermano de Agustín, jefe del bloque y un «experto» en colectivos. Reemplazará a la díscola Norma Daher, que migró al felipismo y que por ese pecadillo pierde la comisión. El interés por el mundo en cuatro ruedas de este «Fratacho» obedece a que es un emprendedor en el rubro y hay expectativas en varias empresas (con un parque de varios centenares de colectivos en su natal Rosario) por este cambio en la comisión y por el ascenso de Rossi. Nada que se mueva deja de tener, además, la vigilancia de Hugo Moyano, otro de los interesados en que el hermanísimo se haga cargo cuanto antes de la comisión.
Otro santafesino que cayó en la charla en una de las mesas del club Americano fue Rafael Bielsa, a quien se le atribuyen ahora pretensiones de ser candidato a diputado nacional por el kirchnerismo en las elecciones del 28 (¿junio u octubre?, hay que votar). Este abogado renunció a la banca que había ganado para ser candidato en su provincia pero ahora se ha colado en algunas encuestas que le hacen creer a él (y a sus operadores) que puede lucir en una lista porteña. Esas encuestas arrojan resultados singulares, por ejemplo, que Aníbal Ibarra tiene mejores marcas que Jorge Telerman, a quien miran con cariño desde el sindicato de los porteros de la familia Santa María, viudos de Alberto Fernández pero que tienen necesidad de reforzar su presencia en la Legislatura porteña y hasta han pensado en colgarse de los faldones de cierto macrismo. No mide bien en esos sondeos el embajador Héctor Timerman (canciller volante de Cristina, es su «sherpa» en reuniones internacionales, reemplaza en la función a Alberto Fernández) y por eso seguirá en Washington. Esas encuestas son las mismas que le hacen demorar a Kirchner el anuncio de una candidatura bonaerense: es quien mejor mide de todos los oficialistas, pero tiene un «negativo» tan alto como el «positivo» (es decir empata adhesiones y rechazos). Enterados de entuertos del Gobierno mucho más de lo que se supondría, se rieron mucho escuchando el relato de la pelea en la cima del Gobierno por la amenaza de renuncia del cineasta Tristán Bauer a la oficina que maneja todos los medios del Estado, motivada en otra amenaza, designar al vocero presidencial Miguel Núñez en la presidencia de Canal 7. Bauer, a quien Cristina aprecia con desmesura porque -dice enternecida- «es quien me hizo ver a Sartre por canal Encuentro», ganó la partida y todo sigue como estaba.


Pocos invitados pero con excepcional buen humor convocados al Malba por Eduardo Costantini para ver en exclusiva, y antes del vernissage, dos muestras que acaban de llegar de México: la Colección de Arte del Banamex y una selección vintage del fotógrafo Álvarez Bravo. El motivo de tanta alegría era estar casi a solas con los cuadros de Diego Rivera o Frida Kahlo. Costantini es un experimentado surfista de varias tormentas financieras, en 1995 sacó provecho del tequilazo y compró el núcleo más importante de la colección de arte mexicano del MALBA, y sumó posteriormente el de Brasil con el efecto caipirinha. «Cuando unos pierden otros ganan», dijo en esa ocasión; sin embargo, ahora sostiene que «con esta crisis perdemos todos».

Más interesado en el arte que en los movimientos financieros, el empresario que cambió el petróleo por los libros, Eduardo Grüneisen, contó que varias pinturas de su colección están en el MALBA porque le interesa exhibirlas, y dijo además que acaba de prestar algunas de sus mejores obras para que integren la muestra que el viernes va a inaugurar Lula, acompañado por Cristina de Kirchner, en San Pablo. Organizada por el director del Museo de Bella Artes, Guillermo Alonso, con el ascendente curador Roberto Amigo, se llama «1961: el arte argentino en la encrucijada». «¿Cómo ves la calle?», preguntó Costantini, acaso con la intención de retomar contacto con la vida, en una clara referencia a la desaceleración del consumo y la inseguridad reinante. Como se sabe, cuanto más dura está la calle más se valoran refugios como los museos, y él aseguró que a pesar de la crisis, la programación del MALBA se va a cumplir, aunque en parte, ya que en octubre llega una inmensa muestra de Andy Warhol pero se suspendió la de León Ferrari y la brasileña Mira Schendel que venía del Museo de Arte Moderno de Nueva York. «Los costos del MOMA son elevadísimos», señaló Costantini, quien -por otra parte- mantiene desde su accidente la costumbre de usar zapatillas (negras, en este caso) con su infalible traje gris.
Faltaba la gente de la Embajada de México (nadie se explicaba por qué razón, y al parecer fue porque ambos anfitriones dieron por sentado que el otro había cursado las invitaciones que nadie envió), pero igual se habló del mural de Siqueiros, hoy en manos de los restauradores aztecas que trajeron los diplomáticos para hacer verdaderas maravillas frente a la Casa Rosada. El mural ha significado el ascenso y la caída de algunos funcionarios, como la Comisión de Honorables, desplazada por Parrilli. Pero ahora la cuestión es más grave: se anunció la inminente construcción de un museo temático con una inversión de 84 millones de pesos, sin aclarar que nadie sabe dónde puede estar el mural cuando lo terminen, ya que el compromiso de exhibición firmado ante la Justicia por los que ostentan la titularidad de la obra expira a fines del año próximo. El proyecto de la firma Dencanor es llevar el mural de gira por el mundo; en México ya ofrecieron 3 millones de dólares sólo por exhibirlo. El proyecto de ley de expropiación, aprobado en Diputados en 2007, perdió estado parlamentario porque no fue tratado en el Senado. Es decir, si el Estado quiere el mural, la ronda debe comenzar de nuevo: el proyecto deberá ingresar de vuelta a Diputados.


Asombro primero y ovaciones después, marcaron el final de «El fantasma de la Opera», que empresarios y gente del espectáculo como Mirtha Legrand vieron en la premiere exclusiva. La conductora de los almuerzos, encandilada por la puesta, que nada tiene que envidiarle a Broadway, pidió que la invitaran de nuevo. Entre los asistentes estaban Karina Rabolini y su mejor amiga, Teresa Garbesi; Carlos Fontán Balestra y su mujer; Ricardo y Eduardo Grüneisein, de la cadena de librerías Yenny y El Ateneo; Alejandro Roemmers; Julio de Marco, del Grupo Módena; Diego Miguens y su mujer; Roberto Devorick, de Ralph Lauren; Guido y Mónica Parisier; Enrique Llamas de Madariaga, Pancho Ibáñez y Mariano Grondona, quien dialogaba con la artista plástica Silvia Romero, que expone sus obras en la misma galería que la hija del periodista, Jacinta Grondona, una ascendente escultora.
En el cóctel previo a la función, la crisis mundial estuvo ausente de las conversaciones, tal vez porque Wall Street enhebró cuatro ruedas consecutivas de alza. El tema central fue el adelanto de las elecciones. Todos coincidían en la torpeza de Mauricio Macri en darle pie al Gobierno para adelantar las legislativas. «Fue acercarle oxígeno a un rival que estaba agotado», dijo alguien. Pero tan grave como el error estratégico del jefe de Gobierno fue la falta de iniciativa presidencial, a quien el adelanto de las elecciones debió ocurrírsele primero. Las críticas las escuchaba sin opinar Pablo Clusellas, secretario Legal y Técnico de la jefatura de Gobierno.

La gente de la publicidad tuvo su sarao, convocado por Javier Cainzos, titular del Grupo Gastronómico de Buenos Aires. Los invitados eran casi todos del ambiente de esa actividad, a excepción de Cristiano Rattazzi, presidente de Fiat Group, y Martín Lousteau, el ex ministro de Economía de Cristina de Kirchner, que volvió a la soltería a pocos días de su casamiento. Las mujeres más lindas ignoraban el traspié de la Resolución 125 y lo analizaban como buen candidato. Anabella Capelli, de un importante estudio jurídico; Laura Balbi, politóloga, y Jorgelina Citino, especialista en marketing, comentaban que lo veían más tranquilo y relajado. Lousteau les contaba de su decepción porque cuando fue convocado para el ministerio por Alberto Fernández le dijeron que la Presidente estaba dispuesta a hacer cambios. Conversó con ella y una de las pautas propuestas por el ex ministro fue arreglar con el Club de París. La sugerencia fue inmediatamente aceptada. El hombre movió cielo y tierra y consiguió llegar a las puertas de un acuerdo. El día anterior a la reunión final, la Presidente canceló todo. Allí Lousteau empezó a darse cuenta de quién gobernaba. Tomar la resolución de irse le llevó veinte días. Alguien acotó que a Sergio Massa, el jefe de Gabinete, lo convocaron con el mismo anzuelo: le dijeron que iban a sacarle el INDEC a Guillermo Moreno. Massa hizo su campaña en base a esa promesa, que terminó alejándolo de todas las decisiones pero, al revés de Lousteau, permaneció en el cargo.

El jueves caliente no lo fue menos para los radicales. Ese día era casi una fecha patria, porque cumplió 82 años Raúl Alfonsín. El ex presidente se repone de su enfermedad en ese santuario que es el edificio de avenida Santa Fe casi esquina Rodríguez Peña. La familia ocupa tres modestos pisos: el 7° (donde vivía la madre del ex presidente) lo ocupa su esposa María Lorenza Barreneche); el 5°, donde siempre ha tenido su oficina, lo ocupa él; el 4°, una de sus hijas, encargada principal de su atención. Activo mentalmente respondió a los llamados de sus amigos con invitaciones a hacer política. «Los médicos no quieren que viaje, pero vamos a empezar en marzo las reuniones acá en casa», lo animó a uno de sus entornistas. Sigue imponiendo consignas en su partido, con gestos como colocarle a su hijo Ricardo como candidato a diputado nacional por Bs. As., nada menos que a Elisa Carrió. «Es una promesa que le he hecho a Raúl», se le atribuye a ella.
Lo mismo le arrancó al presidente de la UCR, Gerardo Morales, en la última visita que le hizo hace 10 días. Por eso fue notable la asistencia de radicales ese día al almuerzo de la peña El Progreso que conduce hace 20 años el ex diputado José Bielicki, que lo contaba a «Ricardito» como orador. No importó tanto lo que dijo (se conocen sus dichos y sus hechos, muchos emulando, hasta imitando, los gestos de su padre) sino que fue la fiesta oficial de cumpleaños. Estaban, entre otros, la ex vicegobernadora de Buenos Aires Elva Roulet, los diputados nacionales (mandato cumplido) Guillermo Tello Rosas, Osvaldo Bisciotti, el ex segundo de la SIDE Víctor de Martino, Juan Mínguez, Lucía Alberti, Juan Manuel Moure, el ex ministro de Obras Públicas Roberto Tomasini, el ex secretario Legal y Técnico Jorge Elustondo. Más de un centenar de radicales, muchos más de lo que reúnen muchas agrupaciones de ese partido, festejaron el brindis que ofreció Alberto «Quico» Pujol, todo un experto en esas mancias porque fue director de Ceremonial de la presidencia de Alfonsín. Uno propuso marchar desde el restorán Lalín (en la zona de Congreso) hacia la casa del ex presidente, como ocurrió después del acto del 10 de diciembre. El estado de militancia de los comensales a esa hora no les permitió repetir la patriada, que terminó con nuevas rondas auspiciando triunfos.

Vamos a terminar con un chiste fino. Un economista se presenta para un puesto en una gran empresa. El postulante es entrevistado por la consultora, por el jefe del departamento de recursos humanos y por el gerente del área donde va a trabajar. Finalmente, tras pasar todas las pruebas, le fijan una cita con el CEO de la compañía. Y tras una breve charla, el ejecutivo le dice al joven economista:
-Mire; su CV es excelente y sus entrevistas han sido brillantes, pero la verdad, debo decirle que me preocupa su tic nervioso...
-¿Cuál tic?
-¡Cómo cuál tic! ¿No se da cuenta de que parpadea constantemente? Logró incomodarme...
-¡Ah, eso! ¡No se preocupe: con un par de aspirinas se me va así de fácil! Espere que le muestro...
El joven comienza a hurgar en sus bolsillos, y empieza a sacar un profiláctico, dos profilácticos, diez profilácticos... El CEO lo interrumpe:
-¡Epa, amigo...! ¡No es que sea moralista, pero tampoco en la compañía nos gustan los mujeriegos!
-¿¡Pero qué mujeriego ni mujeriego!? ¡Trate de ir a una farmacia y logre que le vendan aspirinas mientras le guiña el ojo al farmacéutico!

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