11 de mayo 2009 - 00:39

Charlas de Quincho

Quinchos teñidos del cierre de listas para las elecciones, necesariamente complejo en muchos casos. Como la sopa que sirvió un candidato bonaerense a sus socios políticos, y que causó una revolución intestinal a sus invitados. En Olivos, las turbulencias fueron de otro tipo: algunos llamaron, pidieron y hasta suplicaron estar entre los candidatos, pero también hubo rechazos de la pareja presidencial a los pedidos. Uno que no logró armar nada fue un ex jefe de Gobierno porteño, que buscó el apoyo de un mítico cacique sindical gastronómico para terminar con las manos vacías; seguirá la campaña apenas como observador (después de todo, es ex periodista). Finalmente, estuvimos en Washington, donde, como es tradición, una vez por año el presidente se somete a la befa y la jarana de los hombres de prensa acreditados en la Casa Blanca. Obama soportó las chanzas, pero también se permitió bromear sobre temas tan complicados como la gripe porcina en México. Veamos.

Néstor Kirchner
Néstor Kirchner
Olivos, tan frecuentado el último mes por entornistas y allegados al matrimonio presidencial, puso el cerrojo este fin de semana. Néstor y Cristina hicieron de tribunal de alzada en el armado de las listas para reclamos no resueltos abajo, pero impidieron que se acercasen los dañados; ni aún aquellos que podían reclamar lugares en honor a la amistad. Entre viernes y sábado atendieron, a solas y por teléfono, los reclamos de los negociadores como Daniel Scioli o Florencio Randazzo, acosados por presiones insoportables. El gobernador recibió una condición indispensable para que el marplatense Gustavo Pulti aceptase ser candidato antitraición («testimoniales los llama la prensa amable») para mejorar la situación en un electorado con alto rechazo del Gobierno: que Scioli viajase en persona a subirlo a la lista y sobreactuase el agradecimiento. Lo llamó a Kirchner el viernes por la noche y le explicó, Scioli, que sin esa foto no había cierre. Néstor, que lloraba el rechazo a estar en las listas de otro intendente de zona enemiga, el bahiense Cristian Breitenstein, autorizó el viaje.
Una capitis diminutio para el ex presidente y más para el gobernador, que se sacó el gusto con su verdadero cierre de listas, que fue en la Feria del Libro en la noche del sábado nada menos que con Julio Cobos y el periodista no-amigo Nelson Castro en la presentación de un libro oportuno sobre los vices y hablando los tres de lo difícil que es vivir con los Kirchner. Néstor trató de no rabiar ayer en Olivos al enterarse de esta venganza de imagen que había hecho el gobernador y eligió incitar por teléfono a lo que queda del oficialismo en la Capital Federal con argumentos optimistas sobre lo que puede llegar a sacar Carlos Heller. Fracasó en acercar a otros emblemáticos del oficialismo pero tuvo que tragarse la derrota; quería, con Cristina, que estuvieran en las listas dos emblemáticos como el cineasta Tristán Bauer y el profesor y periodista Adrián Paenza. La Presidente los tuvo el martes en su despacho casi hasta la medianoche, mientras el helicóptero giraba sus aspas antes de llevarla a Olivos. Los dos rechazaron ir como candidatos en Capital con el mismo argumento de Daniel Filmus -de lo que se encargará en su momento de vengar Kirchner- «Sería un mamarracho».


Kirchner ya no se enoja cuando habla de la Capital, territorio, cree, en donde el peronismo no tiene destino. «El que se quemó con leche, ve una vaca y llora», les dijo a los peronistas que fueron a decirle que no podían apoyar a un «gorila» como Heller. Lamentó que Aníbal Ibarra no aceptase ser candidato del oficialismo poniéndole sordina a sus críticas al Gobierno. Le mandó emisarios a ofrecerle ir de diputado nacional con Heller de legislador, pero el ex intendente se dejó llevar por el mismo ánimo de Carlos Reutemann en Santa Fe: ir de la mano de Kirchner, insistió ante esos negociadores (Alberto Fernández, Héctor Timerman, entre otros) era un seguro de derrota. También lo fumigó a Jorge Telerman. «Jugó mal con nosotros en la destitución de Ibarra», se sigue quejando Kirchner. Por eso lo envió a Florencio Randazzo a que inmovilizase al sindicalista de los porteros, Víctor Santa María, en el apoyo a Telerman. Se reía anoche Kirchner en la peña familiar cuando le contaron que Telerman, desahuciado de cualquier soporte oficialista, se embutió el sábado a la tarde en la sede del sindicato de los gastronómicos de Avenida de Mayo a intentar el armado de una lista con apoyos del barrionuevismo. Lo llamaron diciéndole que «Luisito» estaría presente, señal de que también lo avalaría Eduardo Duhalde (que alimentó antes otras candidaturas a diputado en Capital de Telerman).
Lo atendieron José Luis Minichilo y Carlos Acuña, del sindicato de estaciones de servicio. Le preguntaron qué traía. «A la 'Colorada' Teresa González Fernández de segunda candidata». ¿En serio? La llamo ahora mismo, dijo. Se comunicó vía celular y la 'Colorada' le dijo que no. Entre esto y que Barrionuevo nunca llegó (como tampoco a otra reunión en la que cerraría una lista con Aldo Rico) Telerman anunció que se bajaba de la pelea. A Randazzo le tiene que agradecer, además, Kirchner, que haya atendido el jueves a un exaltado Luis D'Elía, quien le reclamó una banca de diputado. «¡Tengo que estar en esta lista; es una elección importante!», le gritaba, agitando un papel que probaría que en la marcha sobre Capital había habido 70 mil militantes. El ministro le dijo que precisamente porque ésta era una elección importante, D'Elía no debía estar en la lista. En el imaginario de Olivos que el candidato del Gobierno no sea peronista puede atraer a un voto anti-Macri que rechaza además al peronismo y si logra nacionalizar la campaña en la Capital puede quitarle votos a la lista de Carrió. Esa ilusión la sustenta Kirchner en el apoyo que le dará el Gobierno nacional a Heller y que puede también restarles votos a otras manifestaciones del antimacrismo, como Ibarra o Pino Solanas. Por eso limitará las apariciones en actos públicos junto a Heller en Capital, y sólo va a reactivar su participación en las reuniones del grupo oficialista «Carta Abierta», un club de empleados del Gobierno que se reúne en la Biblioteca Nacional para quejarse del poco caso que les hace el Néstor en sus recomendaciones de profundizar la lucha de clases y adelantar la revolución social. Un proyecto que no intranquiliza, desde ya, a los Kirchner, que sólo se limitan a agradecer estos respaldos que en realidad son una forma de agradecer los salarios, celulares, despachos, secretarias, viáticos y otras prebendas que cobran del Estado estos intelectuales de «Carta abierta».



Insistirá, claro, la campaña en que si el Gobierno no gana vendrá el caos, lema que tiene contradictores también en la oposición. Lo prueba el mensaje que les dejó a un grupo de empresarios españoles con intereses en el país el hoy opositor Carlos Reutemann, en el almuerzo que le dieron el martes en la Embajada de España. El delegado de la Corona, Rafael Estrella, quería escuchar de boca del peronista más presidenciable alguna certeza sobre el futuro inmediato y para eso invitó a una decena de presentantes de firmas como el Banco Francés, GasBan, Abertis -Ausol y Acceso Oeste-, Telefónica, Banco Río, Repsol, Indra -empresa que hace las elecciones pero le vende a Hugo Moyano los equipos simuladores para entrenar a los choferes de camiones-. El Lole santafesino desdramatizó los comicios: «Es apenas una elección legislativa». Agregó que nadie se moría si perdía, aunque admitió que el resultado aclarará quién podrá competir por las presidenciales de 2011. Insistieron los empresarios, distraídos algunos con la leyenda de una salida anticipada del Gobierno que alienta el ala duhaldista de la oposición. «Miren -les explicó el senador- a Lula hace un año y medio el Congreso le volteó la ley del cheque y le hicieron un agujero de u$s 24 mil millones. Y ahí está, con el Congreso en contra, pero sigue alto en imagen, gobierna y hace política. ¿Quién dijo que sin Congreso a favor no se puede gobernar? No se dejen engañar, esta elección no es la vida y la muerte».
Prolongó la sobremesa en el comedor de Estrella -responsable de un blog personal en el cual lleva una crónica de su experiencia de embajador, pero no cuenta estas minucias quinchescas- con un análisis cualitativo del resultado electoral. «Acá -les explicó- al Gobierno le va a ir mal en la zona central del país, pero le puede ir bien en el conurbano de Buenos Aires, en el norte-norte y en el sur-sur. Saquen conclusiones». Este desafío a la inteligencia de los invitados al almuerzo terminó de adormecer -esa es la tarea de todo político cuando habla con empresarios- a todos, a lo que ayudaron los vahos de los exquisitos habanos que suele ofrecer Estrella a sus invitados. Atentos, los consejeros de la embajada trataban de retener lo que escuchaban para preparar sus informes a Madrid -salieron ese mismo martes hacia la metrópolis- con el mayor detalle posible. De ahí Lole se embutió en las miserabilidades del cierre de listas, que hizo antes de aparecerse el sábado junto a Juan Schiaretti y los dirigentes de la Mesa de Enlace en una feria de la industria lechera, acto al que algunos le dieron más importancia de la que tuvo, al menos para la política. «Me llamó Schiaretti, como otros años, nos saludamos al entrar, subimos al palco, hablaron ellos, bajamos y me fui a visitar a los tamberos, que están verdaderamente mal», contó anoche el Lole antes de ingresar en Chabás, cerca de Casilda, a la Fespal (Ferias y seminarios de las producciones alternativas) una feria de agricultura artesanal en donde volvió a demorarse con besos y abrazos. Besos y abrazos que no le alcanzarán para remontar una durísima campaña, que cuenta hasta con una colectora del socialismo armada por su adversario interno Agustín Rossi, que eligió como segundo candidato a un periodista de mucho éxito en Santa Fe, Juan Carlos Betanin, un militante del socialismo, y a un sindicalista de ATE apartado también del peronismo. Le confirma a Reutemann, para su preocupación, de que hay ya en marcha un acuerdo Rossi-Binner que le hace vaticinar, en sus palabras, una campaña que no será un camino de rosas.


La política criolla parece transcurrir en un mismo barrio, porque en Palermo Chico está la Embajada de España, pero viven también Francisco de Narváez y Mauricio Macri. En casa del primero se reunieron el jueves con Felipe Solá para probar las delicias de la residencia magnífica que habita el ex Casa Tía en la esquina de Ocampo y Gelli, y que antes ocupó la fundación del Banco Velox. Esa experiencia no fue afortunada, porque los tres fueron víctimas de un misterioso sopón que ofreció De Narváez y que no estuvo ni a la altura de los menús que sirve en sus locales de La Rural. Macri se retiró antes de las once y media con el argumento de que tenía actividades muy temprano a la mañana del día siguiente; podía caminar hasta su departamento de Libertador y Tagle, a pocas cuadras, pero las urgencias intestinales le hicieron pedir el auto para remediar el daño de esa sopa traicionera. «Me fui por el caño», recibió como mensaje de texto de uno de quienes había compartido la cena, cerca de medianoche, cuando atendía en su casa a Ramón Puerta, que lo esperaba para conocer el resultado de esa reunión, en la que se cerraron las listas del trío provincial. «Yo también», mandó a responder Macri.
Salió mejor el cierre durante esa cena express, en la cual De Narváez concentró el fuego en la destitución de Jorge Sarghini de las listas de diputados nacionales. Solá y Macri se extrañaron de ese pedido. Estamos de acuerdo en «desduhaldizar», le dijeron estos dos para-duhaldistas que son Macri y Solá, ¿pero Sarghini? Lo defendieron como uno de los duhaldistas más capaces y de mejor imagen. Coincidían en bajarlo, con llanto oculto de Solá, a Osvaldo Mércuri, un histórico a quien nadie puede imaginar sin un cargo público. Por eso lo tacharon antes que a nadie. De Narváez insistió en postergarlo a Sarghini por debajo del hiperduhaldista de Atanasoff, y el resto de la mesa, sobre cuyos intestinos ya operaba el maldito brebaje, se rindió cuando se dio cuenta de que estaban ante un ajuste de cuentas de cuando De Narváez y «la oveja» -como llaman los amigos con cariño a Sarghini- compartían el mismo espacio con Roberto Lavagna, aquel sueño que no fue.



En los cargos menores hubo algunas preguntas sobre candidatos a Solá, que había instalado ya a su mujer María Elena Chávez como postulante a senadora en la 6ª sección electoral (Bahía Blanca). «¿No le habías prometido a la 'Colorada' que María Elena no sería candidata?», lo mortificó De Narváez. La 'Colorada' es Teresa González Fernández, ex esposa de Solá. «¿Yo? Nunca prometí nada. Además esto es política, muchachos». Habrá represalia. Le dedicaron un rato al cierre del kirchnerismo en Capital con Heller a la cabeza y Macri dio el dictamen final: sale quinto, va a ser un papelón, va a estar por debajo de Ibarra, de quien se ha enterado la gente de quién es (por un papelón televisado), y de Solanas. «Ya van a ver», cerró Macri, quien por aquello de las jurisdicciones se negó a dar explicaciones sobre algunos nombres de su lista, como la inclusión de Ivana Centanaro, una ex directora del Registro Civil -cargo que debe en realidad a su padre, un magistrado del fuero Contencioso administrativo- una dirigente que fue delarruista, ibarrista, telermanista, kirchnerista y que hace pocas semanas pidió ingresar al macrismo. Todo un récord.
Le facilitaron ese pase Santiago de Estrada -lo une algún lazo clerical con la candidata-, Diego Santilli y Juan Manuel Olmos. Nadie imaginó que tamaño borocotazo fuera pagado con una candidatura que puede estar en el borde de los «entrables» (va en el puesto 13). Gran premio para esta dirigente quien además tiene experiencia familiar en el resbaladizo negocio del crédito, actividad sobre la que podrá polemizar con su contrapartida del otro lado, el banquero Heller. Hombres que han sufrido la lupa sobre su actividad financiera de Poder Ciudadano, se extrañaron también del cargo que se lleva Laura Alonso, titular de esa ONG que, según muchos políticos, debió avisar cuando examinaba las finanzas de los políticos que después se iba a dedicar a la actividad partidaria. ¿Les seguirá tomando examen a sus colegas de bancada si llega a entrar como diputada nacional por el PRO de Capital? El gesto de Alonso -una militante radical del barrio de Colegiales- golpeó a la ONG porque se dedicaba al fund raising (búsqueda de aportantes)- y Poder Ciudadano puede enfrentar ahora problemas de financiamiento. En las tareas de fondo, además, ya venía siendo reemplazada por otra radical que no ha querido tener actividad partidaria, Delia Ferreyra, antes asesora del bloque UCR del senado.


Contra lo que el Gobierno alardea, no hay otro plan hacia los Estados Unidos que mejorar las relaciones, y lo muestra el énfasis que le pone la Cancillería a actos que en el país repercuten poco, pero que a puertas cerradas se festejan en Olivos como si fueran goles de una final. Por ejemplo, la presencia del embajador Héctor Timerman en la cena del sábado que le ofrecieron los periodistas destinados en la Casa Blanca a Barack Obama, una rutina que se hace todos los años en la cual el Presidente de los Estados Unidos es víctima de bromas y chascarrillos en boca de imitadores y el mismo Presidente se presta a discursos en broma. Algo impensable en la Argentina, cuyo Gobierno destila vitriolo y sólo sonríe en programas oficiales. A Timerman lo invitó la CBS a una mesa que compartió con Colin Powell (ex canciller de George Bush), el actor Ben Affleck y, entre otros, el gobernador de Nueva Jersey John Corzine, que salvó de milagro la vida en un accidente de auto muy parecido al que sufrió Raúl Alfonsín (sin cinturón, alta velocidad, riesgo de muerte).
Otra compañera de mesa, que atraía por su belleza a los asistentes a esta megacena de ricos y famosos (Timerman no permitió que se lo registrase en fotos con black-tie, pecado de leso kirchnerismo) era Lara Logan, jefa de corresponsales de CBS en Irak y Afganistán. Cuando tenía 17 años, contó, era moza en el restorán Water Club de Manhattan y sirvió la mesa de un presidente argentino. Era a fines de los 80. Timerman, diplomático, le preguntó cuál de los dos podía ser (Raúl Alfonsín o Carlos Menem), pero ella dijo, pese a ser periodista, que no recordaba el nombre pero que no paraba de mirarla y sonreírle. «Ya sé quién puede ser», le respondió Timerman, que cambió de tema.
Se distrajeron con el discurso de Obama, quien bromeó sobre los próximo 100 días de su Gobierno: «Nuestro proyecto principal es escribir un libro sobre los primeros 100 días. Pero nos va tan bien que lo vamos a completar en 72 días, y el día 73 lo voy a dedicar a descansar». Siguieron las bromas sobre sí mismo y el halo providencial con que hace publicidad su Gobierno. Bromeó sobre Hillary: «Fuimos rivales durante la campaña, pero estos días no hemos podido estar más cerca. Cuando llegó de México me dio un fuerte abrazo y un beso y me dijo que me fuera para allá cuánto antes». Riesgosa alusión a esa tragedia que es la gripe porcina que tiene en Estados Unidos al país más comprometido, ya con tres muertos. No se salvaron los republicanos cuando dijo que no aplicaban para un salvataje
financiero, ni el ex vicepresidente Dick Cheney, cuya ausencia disculpó con esta frase: «Está ocupado escribiendo sus memorias, que llevan el título provisorio de 'Cómo dispararles a los amigos e interrogar a la gente'» (alusión a la obra «Cómo ganar amigos e influenciar a la gente», de Dale Carnegie).



En ese sarao no se salvó nadie de los chistes, ni Timerman de responder preguntas sobre la Argentina, tema que había tratado horas antes en otra cena, ésta privadísima, en la residencia de la embajada, donde agasajó a otro lote de importantes «socialites» de Washington. Entre ellos Julius Genachowski, nominado para dirigir la Federal Communications Commision -una especie de Comfer norteamericano, pero en serio-, que fue compañero de Obama en Harvard; la senadora Kirsten Gillibrand (Demócrata de Nueva York, reemplazó a Hillary Clinton), Max Stier (presidente y CEO de una organización llamada Partnership for Public Service, dedicada a promover que jóvenes profesionales ingresen a la administración pública), Florence Pan, nominada por Obama para jueza en la Corte Federal; Mona Sutphen, vicejefa de Gabinete de Obama; Clyde Williams (organizador comunitario de la campaña de Obama), Don Gips, administrador de la Casa Blanca; Liz Berry, directora del Fondo Global para la Educación; Sara Bloomfield, directora del United States Holocaust Memorial Museum; Moises Naim, director de la revista Foreign Policy; Chris Isham Title, director de CBS News en Washington.
Timerman paralizó a todos ofreciendo los mejores vinos que se hacen en la Argentina (Catena y el Mendel Unus que embotella en Mendoza su esposa Anabelle), con lo cual trató de hacer pasable ese deber que tienen los embajadores y que casi nunca logran cumplir, de explicarles la Argentina a los extranjeros. Atajó las preguntas sobre conflictos y llevó la charla a algo que entendieran más sus invitados, como la historia de la detención de su padre, el periodista Jacobo Timerman, o la lucha de los países de América Central por terminar con las guerras civiles. Los halagó con el regalo del CD de tangos que grabaron Daniel Barenboim y Rodolfo Mederos y, cuando todos se habían ido, se enfrascó en una charla hasta la madrugada con Clyde Williams, una especie de «Chueco» Mazzón de Obama, sobre los detalles de la campaña que lo hizo presidente. También sobre los chismes que corren por Washington, como quién paga las zapatillas de correr de la marca Lanvin que usa Michelle Obama, que cuestan u$s 540 y le han reportado críticas, o si es cierta la leyenda urbana que dice que la esposa de Bernard Madoff se presentó en unas grandes tiendas y devolvió 15 pares de zapatos de los más caros del mercado. O, nubarrón sobre ciertos augures de la tecnología, si es verdad que está a punto de lanzarse un nuevo buscador de internet, el Wolfgang Alfa, creado a solas durante años por un matemático infalible, que puede terminar nada menos que con el reinado de Google.


Si el mercado del arte es un sismógrafo que permite ver cómo repercute la crisis en los bolsillos de los poderosos, daba gusto escuchar en un vernissage del Museo de Bellas Artes a Adela Casal, la representante argentina de la casa Sotheby's, cuando contó que el repunte de las ventas neoyorquinas de arte contemporáneo e impresionista fue tan vertiginoso que se superaron los resultados de los últimos dos años. Con un puñado de obras, entre ellas un Mondrian que casi duplicó su base, se cosecharon 61,3 millones de dólares en una noche. Acaso enterado de la eterna rivalidad entre Sotheby's y Christie's, un personaje bien informado miró el reloj, hizo un llamado y agregó que en la subasta vespertina de Christie's acababan de recaudar más de 100 millones de dólares.
Más allá de estas cifras, que escuchaba atenta Teresa Frías, de ArteBA, se dijo que en el remate figuraba un Picasso que perteneció a Julian Schnabel, un pintor de la generación del 80 que se hizo célebre a través del cine. Lo cierto es que antes de «Cuando anochezca», Schnabel filmó «Baquiat», la historia de un talentoso artista heroinómano que murió a los 27 años, y allí muestra desde adentro cómo funciona el sistema del arte, sin ocultar sus miserias y con protagonistas como Andy Warhol o la galerista Annina Nosey, que solía venir a Buenos Aires cuando vendía la obra de Guillermo Kuitca, y que todavía se hace sus escapadas para bailar tango. Si es verdad que Nosey intentó suicidarse cuando Kuitca cambió de galería, nadie lo sabe, pero aclararon que es la típica galerista «trampolín», sagaz para descubrir genios, pero no para mantenerlos. Antes de cerrar el tema, pasaron un dato: «Basquiat» no llegó a las pantallas de los cines argentinos, pero se consigue en los videos.



Entretanto, el embajador de Francia, Frédéric Baleine du Laurens, enfrascado en la belleza de la exhibición de las mejores piezas de arte originario del Norte argentino, se reveló como un auténtico conocedor, que se ufana de sus saberes. «Estuve en Catamarca, en el maravilloso Museo Arqueológico de Andalgalá; he visto cosas que pocos porteños han observado». Tal vez tocados en su orgullo nacional, Guillermo Alonso (director del Bellas Artes) y la jujeña Cristina Guzmán, le retrucaron que en París, «cuesta creerlo, pero en el Quai Branly, el museo que abrieron bajo la sombra de la Torre Eiffel dedicado a las civilizaciones de Africa, Asia, Oceanía y las Américas, el sur de Latinoamérica se vislumbra como un territorio casi inexplorado».


Vamos a terminar con un chiste religioso, en atención a la visita papal a Tierra Santa. Una tarde, Moisés y Jesús están caminando por la playa, conversando de sus pasados milagros. Moisés dice:

-¿Sabés qué, Jesús? Voy a volver a partir las aguas del mar.

Y con un gesto de sus brazos, las olas se dividen. Al ver esto, Jesús dice:

-Voy a tratar de volver a caminar sobre las aguas.

Y se interna en el mar, pero en cuanto da un paso, se hunde. Moisés lo mira, comprensivo, y le dice:

-Dale, Jesús: probá de nuevo. Después de todo, hace mucho tiempo que no lo practicás...

Jesús vuelve a tratar de caminar sobre el agua, pero de nuevo se sumerge al primer paso. Moisés lo mira, incrédulo. Y Jesús, con una sonrisa, explica:

-Ya sé lo que pasa: la última vez que lo intenté, no tenía agujeros en los pies...

Dejá tu comentario