16 de junio 2009 - 00:47

Charlas de Quincho

Completamos hoy la entrega de esta sección que comenzamos ayer, como en todos los fines de semana largos. Aquí se repiten los pasajes más salientes de las charlas publicadas en la víspera, y agregamos jugosos detalles del viaje presidencial a Ginebra. Por caso, la verdadera razón de que el cacique máximo de la CGT no haya compartido la excursión a Suiza. También la silente protesta de un hombre de la UIA ante el discurso de Cristina en la OIT, cuando habló del sistema previsional. Otra pregunta que desvela al Kirchner varón: ¿quién hizo el casting de un aviso de su campaña? El actor se parece demasiado a un personaje no muy popular por estos días. Y una última incógnita: ¿por qué Macri bajó del avión a Tucumán a las esposas de todos los que lo acompañaron? ¿Otra crisis con Malala Groba? Además, qué hablaron a solas Carlos Reutemann y Antonio Cafiero. Veamos.

Charlas de Quincho
Cruel la política y crueles los políticos, especialmente con los ausentes. Se probó anoche, antes del regreso de la delegación que acompañó a Cristina de Kirchner a Ginebra, en ese instante de jarana y distensión que domina al final de la jornada. Allí Hugo Moyano fue víctima del titeo de la Presidente y el par de ministros que la acompañaban por su resistencia a integrar el grupo. «No puedo, no puedo, Cristina, es más fuerte que yo. Perdoname», le rogó el poderoso jefe de los camioneros como si el avión fuera una montaña de kriptonita. Moyano les tiene terror a los vuelos, y eso fue más fuerte que los argumentos presidenciales. Se quedó en tierra, olvidando que los aviones también tienen ruedas. También cobraron otros presentes en Ginebra, como el enviado de la UIA, Daniel Funes de Rioja, a quien Cristina observó cuando en el discurso mencionó la estatización de las AFJP y la claque arrastró al auditorio a un aplauso. Funes de Rioja, abogado de las empresas y sanguíneo, se mantuvo serio, con los brazos cruzados en señal de rechazo testimonial. Otros, que no fueron a Ginebra, también cobraron, como Héctor Méndez y José Ignacio de Mendiguren, a quienes delegados del Gobierno en Wa-shington dicen haberles visto esfuerzos descomunales para sacarse una foto con el presidente del BID, Luis Alberto Moreno, apelando incluso al uso de una cámara portátil que llevaba uno de los empresarios en el bolsillo.
Si todo fueran risas, el mundo sería distinto, se consolaba la delegación, acumulando las señales positivas del viaje que, dolor, no terminan proyectándose hacia la Argentina, que es donde se juega su destino. Celebraban las menciones en los discursos de la OIT que hicieron los presidentes Nicolas Sarkozy y Lula da Silva, la presentación que hizo de Cristina una delegada de Australia ante un centenar de punteros sindicales de todo el mundo reunidos por Gerardo Martínez. «Para nosotros, usted es una hermana». O las palabras de la ministra de Trabajo de los Estados Unidos, Hilda Solís, que Cristina tomó por su significante, no su significado. «Sé le dijo en la reunión que tuvieron a solas en el hotel Four Seasons, frente a la isla de Rousseau- que ustedes han hecho muchas reformas laborales en la Argentina, y en Estados Unidos tenemos que hacer lo mismo, eso es lo que quiere Obama cuando dice 'Yes, we can'». No le quedó claro a nadie a qué reformas se refería, si a las de los 90, o a las leyes Recalde, y si Obama quiere regular o desregular más en un país ya bastante desregulado. Pero el uso de las mismas palabras, quizás con sentido y contexto distintos, sirvió para la camaradería de los funcionarios. Cuando acomodaban las valijas trataron hasta de desentrañar el sentido de los regalos que se habían cruzado entre las dos: Cristina le regaló un portarretratos de plata repujada, un recuerdo regional, se diría. La Solís retrucó con un aparatoso pisapapeles, casi un arma arrojadiza, que recuerda un aniversario de la ciudad de Washington. Lástima que esta gente no vote, o que no haya tantos halagos para el Gobierno en el país que tienen que gobernar. La cápsula de poder, esa que suele blindar a quienes mandan de los efluvios negativos, al final es el último consuelo, aunque cueste vivir aislado del mundo.

Sobre la escalerilla, mucho ajuste de agendas, y algún reproche. Por ejemplo, le recordaron tarde a la Presidente que el domingo cuando llegó a Ginebra se cumplían 23 años de la muerte de Jorge Luis Borges, que está enterrado en el cementerio de notables de Plainpalais. Se perdió la Presidente una photo-opportunity ideal para captar el voto intelectual que ayer se disputaron en actos paralelos en Capital su marido y también el cineasta Pino Solanas. Se enojó con quienes debieron avisarle, más cuando el nombre de Borges la trae a la Presidente a mal traer. Debió el año pasado mandar a bajar un proyecto de una diputada kirchnerista que quería trasladar los restos de Borges a la Recoleta de la Capital Federal (se basaba en un deseo expresado en vida por el escritor); el mes pasado en un discurso le atribuyó a Borges la obra «Un guapo del 900» que escribió Samuel Eichelbaum. En la disputa sobre los personajes sobre los que montará un stand en la Feria del Libro de Francfort debió sumar a Borges y a Cortázar recién después de la lluvia de críticas por haber anunciado que estaría sólo dedicada a Eva Perón, Maradona, Gardel y el Che Guevara.
Los ajustes de agenda obedecieron a la presencia del embajador en Estados Unidos, Héctor Timerman, canciller volante para Cristina. Le informó de la previa de la reunión del G-20 en Pittsburgh el 24 y 25 de setiembre, pero le advirtió que esa semana, el 23, arranca la asamblea de la ONU en la que debe hablar. La visita higiénica a la ONU es el único compromiso que los Kirchner cumplen todos los años y que les permite estar una semana larga en Nueva York, distendidos y lejos de las presiones. Esta vez tendrán que fatigar aviones entre Pittsburgh y Nueva York, nada más, como se quejó uno de los funcionarios presentes, porque en este tipo de visitas hay que atender los caprichos del dueño de casa, en este caso Obama, que quiere reunir al G-20 en una de las capitales industriales de su país. Para este viaje, se rió Cristina, espera haber convencido a Moyano de que se suba a un avión, pero antes hay que convencerlo de hacer el curso para fóbicos que han completado algunos de los personajes que pertenecen a ese club. Entre ellos están Leopoldo Moreau, Luis Barrionuevo, Jorge Yoma, Julio Márbiz, Claudio Borghi, Ricardo Caruso Lombardi; algunos han hecho el curso y han podido asumir funciones de embajadores como Yoma (es difícil ir a México en auto).


Kirchner se quedo solo el fin de semana en la residencia de Olivos, en línea con la indignada Cristina, que se decía más molesta que nunca por las especulaciones negativas sobre el adelantamiento de las elecciones presidenciales de 2011 que dio el domingo un diario, y pidiendo que todos los voceros del Gobierno salieran a desmentir con más adjetivos que sustantivos. No sólo esas especulaciones derrotistas hirieron a Olivos; también el juicio de algunos asesores de campaña que intentaron la autocrítica de la estrategia presidencial de salir a confrontar con los disidentes usando las tribulaciones judiciales de Francisco de Narváez.
El sábado por la noche, en el comedor de la Presidente, le advirtieron que ese camino podía poner al oficialismo como víctima de un «efecto Juez». «¿Qué Juez?», preguntó. Le recordaron cómo en 2007 Juan Schiaretti mantenía una amplia ventaja a su favor en la disputa por la gobernación de Córdoba por sobre Luis Juez. En los últimos diez días hubo un deslizamiento de los radicales que advirtieron que sería más útil, como voto antigobierno, apoyarlo a Juez. Ese corrimiento lo puso cabeza a cabeza, y Schiaretti ganó por lo mínimo, contando voto a voto y con denuncias de fraude. También tuvo Kirchner que pedir algunos ajustes de campaña que, si se concretan, amenazan con hacer rodar alguna cabeza. Primero, ¿quién hizo el casting del corto de campaña que hace hablar a favor del Gobierno a un actor más que parecido a Omar Chabán? Segundo, ¿van a hacer algo con el contrato del canal Encuentro para pasar en cuotas fragmentos de las películas nostálgicas de Pino Solanas, los mismos que usa ahora en su campaña para hablar mal del Gobierno?

El centenar de empresarios que habían pagado cada cual $ 10 mil para cenar con Carlos Reutemann en el restorán La Rosa Negra, cerca del hipódromo de San Isidro -ideal para estar lejos de movileros y fogonazos inoportunos- se fastidió con la espera. El candidato, que pelea en Santa Fe una postulación que es más que una renovación de banca, pidió un salón aparte para una reunión que se extendió por más de una hora. Antonio Cafiero, dueño del peronismo de San Isidro (al que no ha podido, de paso, hacerlo ganar nunca), le había pedido un encuentro para hablar de lo obvio, pero inconfesable en cualquier campaña: ofrecer apoyo para mejorar lo que pueda la chance ganadora en su provincia. También prometerle que si el resultado del 28 de junio abre para el Lole la carrera presidencial, tendrá toda la fuerza simbólica que a su persona puede ofrecerle el apellido Cafiero. Este veterano político es el dueño de los símbolos partidarios, lanza todos los años un documento sobre un peronismo que viene, pero que nunca viene (porque es muy distinto del kirchnerismo).
Nunca terminó de pelearse con los Kirchner, que no lo han querido jamás; tuvieron la oportunidad en las dos elecciones últimas de darle un cargo legislativo en Buenos Aires, algo como lo que hacía Eduardo Duhalde con Oscar Alende, explotar ese capital simbólico de los apellidos. Kirchner prefirió otra simbología, como designar candidata a Norma Bidegain, nada más que por ser hija del ex gobernador insurgente de la provincia y portadora del testimonio de que Juan Perón mandó a crear la Triple A (su padre le contó la frase del general: «Tenemos que crear un Somatén», usando la palabra para designar las brigadas catalanas de parapoliciales en los años 30) bajo un Gobierno al que pertenecía Cafiero. De esta etnia de la política prefirió a Juan Pablo, hoy embajador en el Vaticano, es decir una sinecura testimonial y poco operativa para un político. Lo motivó seguramente la orden presidencial que dice que todo frepasista de los 90 debe ser titular de una embajada bajo este Gobierno.


Lole, confesional, lo demoró a Cafiero con un largo relato de las dificultades que tiene en la elección santafesina. La publicidad de Binner, se quejó, apabulla al público y lo somete a esfuerzos a los que Lole no está acostumbrado; ganó siempre elecciones sin hablar demasiado y sin moverse en caminatas y actos que quiebran su reticencia a ser muy expresivo sobre sus proyectos. Se quejó también de que su comando de campaña habría detectado una cadena de e-mails con presunto origen en oficinas del Ministerio de Educación provincial con mensajes agraviantes a su persona y a actos de gestión en el banco provincial cuando él era gobernador. Cafiero lo alentó a que caminase las ciudades donde puede mejorar el apoyo, como Rosario, cenáculo de su competidor Rubén Giustiniani, y que explote el lado débil de la actuación de Hermes Binner en esta campaña, quien admite que su futuro político depende de la elección que viene en la que debe derrotar a Lole. Después de estos consejos, Reutemann pasó al comedor donde aguardaban los empresarios que querían hablar con él.
Cafiero se subió al auto y corrió a contar esto a otro cenáculo, que estaba impaciente por su demora. Era la cena en el restorán Campo Chico en donde un grupo de amigos quería recordar con empanadas y música (además de vino) la memoria del puntero cafierista Mario Granero a tres años de su muerte. El cariño que estos peronistas le tenían, y el nervio que le pone a la farándula política la campaña electoral, convirtió esa cena en una multipartidaria. Codo a codo, compartieron las mesas hombres que han sido (y son) del Gobierno, como los ex ministros Ginés González García y Alberto Iribarne, el hiperkirchnerista diputado Juan Carlos Dante Gullo, el puntero cafierista Guillermo Piuma, el eterno Osvaldo Agosto, peronista que guarda en su casa testimonios mobiliarios que vienen de la residencia de Perón en Puerta de Hierro y que fue leal vocero de José Ignacio Rucci y sabe sobre su asesinato en manos de la guerrilla más de lo que afirman libros y leyendas. ¿Cuándo contará todo? ¿Qué compromiso sella su memoria? Para que no hubiera dudas, los discursos estuvieron a cargo del ex ministro Ginés (embajador en Chile y adelantado en candidaturas testimoniales, lo fue a legislador porteño en 2007 y nunca asumió), que en los ratos libres la asesora a Cristina de Kirchner sobre qué hacer por las epidemias y pandemias criollas (no ha logrado hasta ahora que ninguno de los dos Kirchner hable en público sobre la gripe porcina).

El cumpleaños 51 de Juan Pablo Schiavi, responsable nacional de los ferrocarriles, es decir, hoy un hombre de Julio De Vido, fue otra multipartidaria. Se acercaron a su casa el sábado un ministro de Mauricio Macri, Daniel Chain; el recaudador de la Ciudad, Carlos Walter, y su esposa, la legisladora porteña Lidia Saya; Horacio Lenz, un peronista que trabaja junto a Elisa Carrió; el kirchnerista Mauricio Mazzón (representa al Gobierno en la empresa Papel Prensa). Se explica tanta variedad porque Schiavi es un peronista de la Capital que acompañó en su momento a Carlos Grosso, después fue artífice de las elecciones de Macri en la Capital, rompió con él cuando el PRO se alió al radical Ricardo López Murphy, dirigió el órgano de control de obras públicas bajo la administración de Aníbal Ibarra en nombre de la oposición, fue ministro de Obras Públicas de Jorge Telerman, y terminó en una oficina, con el cargo más importante que ha tenido en su vida, para administrar la red de ferrocarriles del Estado.
También se entiende, como simbolismo, que eligiera a un mago ilusionista como espectáculo para animar su cumpleaños, en el cual sirvió un exquisito menú de fondue de queso, variedad de pizzas y los mejores vinos a los que puede acceder un funcionario. Schiavi, encima, recibió varios mensajes que ya debe haber transmitido a sus jefes: la administración Macri está teniendo atrasos con proveedores por la caída de la recaudación que castiga, además, el programa de obras públicas. «Es milagroso que estemos arriba en la elección porteña cuando Macri anuncia suspensión de pagos», se ufanó. Schiavi, ingeniero como Macri, elogió ese gesto como un alarde de poder: hay que tener coraje para hacer anuncios negativos en campaña; eso no lo hacen muchos, dijo. En la charla que se extendió hasta la madrugada de ayer se redondearon algunas novedades electorales: la fascinación que muestra Francisco de Narváez por Gabriela Michetti, después de que los dos candidatos compartieran una gira por el sur de la provincia de Buenos Aires hace una semana. De Narváez, que no se detiene mucho a elogiar a nadie, parece enamorado de Gabriela, festejaron algunos macristas que intentan buscar algunos puentes entre su jefe y el «Colorado» provincial.

Y si de corazón se trata, la elasticidad de ese órgano en políticos bajo estrés sigue dando que hablar. Por ejemplo, Mauricio Macri había prometido estar el viernes en Tucumán y organizó una comitiva de entornistas que debían subir al avión con sus esposas. Diego Santilli, Esteban Bullrich, José Torello, Enzo Pagani, el empresario Guillermo Dietrich (hijo, de Volks-wagen, marca que representa en esa provincia la familia del gobernador José Alperovich, adversario jurado del macrismo provincial) debieron dejar a sus esposas en tierra cuando se dio de baja la esposa de Macri, Malala Groba. No hubo explicaciones, y esa ausencia, más el ánimo cansado y nervioso del jefe de PRO, que además acortó el viaje y plantó a un grupo de empresarios que le habían organizado una cena, levantó nuevas especulaciones sobre su vida personal. En esa gira, de la que participaron, además, la diputada Paula Bertol, el ex senador Pablo Walter y la activista cibernética Marina Carbajal, hubo un solo propósito: darle una mano a la fórmula a senadores que armó el PRO local con el ex gobernador de Alperovich a la cabeza, Fernando Juri, un peronista que se sienta a la mesa del peronismo federal de Juan Carlos Romero y Ramón Puerta.
Para cortar tanto peronismo, la segunda candidata a senadora es Cristina Mirande, una rubia todoterreno de Recrear que actúa a nivel municipal en la comuna de Yerbabuena. Macri estuvo apenas tres horas y justificó su regreso adelantado a Buenos Aires en que tenía un compromiso familiar. La visita la ponderaron sus anfitriones mucho, más cuando se quejan de que otros punteros del peronismo disidente como Felipe Solá o Francisco de Narváez se han negado a apoyar en provincias a sus aliados con el peso de su popularidad. La angurria bonaerense, musitó uno de los macristas locales. Macri les explicó que él va adonde puede, y que a veces el mapa nacional lo obliga a un camino crítico. No dijo, sin embargo, que no va a San Juan a hacer campaña porque ha mantenido siempre buena amistad con el gobernador José Luis Gioja y no quiere quebrarla por minucias de campaña, que pueden dejar inquinas a futuro.

Las relaciones entre Macri y De Narváez, supimos en ese cumpleaños de Schiavi, están peor que nunca desde el cierre de las listas, en donde las «colectoras» del macrismo se quedaron afuera de la elección nada menos que porque el apoderado de De Narváez las perdió. Eso dejó a Macri sin candidatos en 18 distritos de la provincia de Buenos Aires, y De Narváez todavía no le ha dado otra explicación que «se perdieron». Esto puso en pie de guerra al apoderado del macrismo, José Torello, experto hasta ahora en esas faenas de cierre en donde no hay que dormirse hasta el minuto final, que se siente víctima de las picardías del apoderado de De Narváez, Fernando Rosas. Estas facturas quedaron impagas, y Macri les ha prometido a sus fieles que habrá venganza en algún momento.
A medida que corría la noche, los caldos que se sirvieron animaron la memoria y supimos de detalles poco conocidos de la historia de la venida al país de la médica Hilda Molina. Por ejemplo, sus relaciones con la Argentina desde los años 90, cuando trató al fallecido diputado radical César Jaroslavsky. El éxito que tuvo ese tratamiento en el centro médico que administraba la Molina lo usó Fidel Castro para ordenar que se abriese a enfermos de afuera de Cuba, que podían aportar dólares a la economía del país. Molina se indignó y fue a denunciar a Fidel que quería abandonar a los enfermos cubanos en sus casas, la mayoría discapacitados físicos en un país en donde pocos edificios tienen ascensor. Fidel nunca olvidaría la denuncia que hizo Molina en una asamblea, y cuando se enteró de que ella quería repartir los u$s 10 mil que le había regalado Jaroslavsky por su atención entre los médicos y enfermeros de la clínica, el dictador tomó represalia.


La destituyó de la clínica denunciando que Molina quería implantar prácticas capitalistas, la misma acusación que ella había hecho sobre él. Nunca podía permitir, contó un invitado en casa de Schiavi, que alguien lo corriera por izquierda. Ese fue el motivo del exilio en Buenos Aires del hijo de Molina, Roberto Quiñones, casado con una argentina, algo que tampoco gustó al régimen cubano. Esa intervención de Jaroslavsky, a quien Castro -dice una leyenda- ayudó a comprar un departamento en la calle Las Heras en agradecimiento a los elogios que el «Chacho» hacía a la medicina de la isla, no cerró la trama argentina del caso. Cuando la periodista Andrea Sambuccetti -ex Ámbito Financiero- se metió el año pasado con una cámara portátil en la casa de los Molina en La Habana, retrató a la madre de la médica, Hilda Morejón, enferma, ciega y con 90 años en emisiones por un canal de cable argentino, Raúl Castro, ya a cargo del Gobierno, decidió en una semana dejarla salir de Cuba y venir al país, en donde ahora vive. Lo demás es historia reciente.
Sobre la hora de los saludos hubo lamentos entre los peronistas del cumpleaños, la mayoría, por la ausencia de un candidato de ese signo en listas con alguna chance de competir. Reconocieron que crecen los peronistas que ven a Fernando Solanas como una mejor chance de expresar su peronismo, aunque se sientan forzados otros a un voto útil a favor de Carlos Heller: es el antimacrismo en el distrito, tiene apoyo nacional y esas adhesiones tienen quien las pague. Algo que ningún político olvida en el momento de dar algún paso.


Vamos a terminar con un chiste cuasi religioso. Una nena de siete años le pregunta a su padre:

- Pa..., ¿Dios es blanco o negro?

El padre piensa un segundo y responde:

- Las dos cosas, mi amor. Las dos cosas.

Al rato la chiquita, pensativa, vuelve a preguntar:

- Pa..., ¿Dios es nene o nena?

- Las dos cosas, mi cielo; las dos cosas.

Un par de minutos después, la nena lanza otra pregunta:

- Y decime, pa..., ¿Dios quiere a todos los niños?

- Pero claro, mi vida: Dios quiere a todos los niños.

- Pa..., ¿entonces Dios es Michael Jackson?


Vea la primera parte de quinchos, del lunes 16 de junio

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