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Charlas de Quincho
La euforia del fin de semana no fue generalizada (no podría serlo en la Argentina de hoy), pero al menos un ciudadano, Néstor Kirchner, acusó ese estado, y el fútbol no era la única razón. Entre bonaerenses anda el juego (el ex presidente ahora también lo es): Duhalde y Scioli, dentro de él, jugaron nuevas cartas y profecías, de las que le damos sus detalles al lector. Pero el país es grande, y la información proveniente de Santa Fe es jugosa, sobre todo en lo que hace al reacomodamiento de las relaciones entre Lole Reutemann y la díscola senadora Latorre, que hoy se cree chivo expiatorio. Y no podíamos terminar sin evaluar el nivel que alcanzan hoy los humos presidenciales del jefe de Gobierno porteño. Veamos.
Para esto dice también tener solución Kirchner, acosado por los movimientos de Daniel Scioli en reuniones de intendentes y con mensajes duros sobre su administración. En el asado que les dio el miércoles en la quinta de San Vicente a los intendentes de la 3ª Sección electoral, sonó inquietante: puede haber postergación del pago de sueldos o pago en dos partes en setiembre si el Gobierno no libera dos partidas de $ 240 millones. Para eso Kirchner lo tenía allí a José López, encargado de actualizar la minuta con todo el dinero que dice la Nación les ha adelantado a las provincias, con lo cual no tienen mucho que reclamar. Algo dará porque hoy Scioli estará en La Matanza con Cristina de Kirchner, encargada de que la gestión en Buenos Aires se mantenga en la línea de flotación y no perjudicar por arrastre de la crisis al resto del país. Scioli, por su lado, se ha olvidado de la política para concentrarse en la aplicación de su método: mirar hacia adelante (en el futuro hay una idea de reelección, claro), salir a cerrar boliches que venden alcohol a menores y llamar a empresarios a que den becas a jóvenes con futuro de desempleo (dice que hay 50 empresas por día que le van a dar 10 becas para ese sector). También a cultivar a quienes le puedan acercar ideas que lo pongan por encima de las mezquindades del internismo. Por ejemplo, ayer abrió el quincho de su casa La Ñata en Benavídez (Tigre), sobre el río Luján, para recibir a uno de los hombres más ricos del mundo, Carlos Slim, dueño de Telmex, o sea de la telefónica Claro, a quien le brindó un asado junto a Karina Rabolini y su hija Lorena. Slim está considerado -lo dice Bill Clinton- como el filántropo más importante del mundo y desarrolla tareas con gente de su nivel. Por ejemplo, ha promovido ya varios congresos secretos de millonarios de América Latina, a quienes intenta comprometer en tareas a favor de los pobres. No se despega de estrellas como Shakira, a quien ayuda en su fundación Alas, y desarrolla argumentos que podrían irritar a los populistas criollos como que la pobreza no se combate con dádivas ni bolsones de comida, sino creando empleo. Scioli busca adaptar al lenguaje del kirchnerismo supérstite esas consignas que, si las hiciera suyas, entraría en contradicción con el populismo de mercado que despliega el Gobierno nacional. Slim, que tiene buen diente para las carnes, no dijo nada del motivo del viaje a Buenos Aires y que explica las reuniones que mantendrá hoy: su interés en las acciones de Telecom que están en manos de Telecom Italia, trámite enredado como pocos. También tuvo tiempo Scioli para cultivar su padrón; estuvo el miércoles en el Luna Park acompañando al cantante de Valentín Alsina (aunque desarrolló su carrera en Venezuela y Centroamérica) Ricardo Montaner; de paso gozó de los aplausos de la concurrencia que celebra estas apariciones del gobernador con los ídolos de la música. Antes de que se fuera del país, mantuvo una larga charla con el «Puma» José Luis Rodríguez -otro amigo de la vida y el canto-, con quien compartió la preocupación por la salud de Sandro de América. Inquietudes de mandatario tan importantes para mantener su plataforma -que preexiste, ojo, al kirchnerismo- intacta.
Las instrucciones que salen de los santuarios duhaldistas -la quinta Don Tomás, hoy un taller literario en el cual Duhalde hace escribir dos libros que justificarán una nueva gira por todo el país; también las oficinas del Movimiento Productivo, que usurparon las que usaba la fundación de Chiche Duhalde- son éstas: abordar a través de los punteros duhaldistas la mayor cantidad de congresales con el argumento de que la cúpula de Balestrini perdió las elecciones con Kirchner a la cabeza y que eso es intolerable en el PJ, como lo entendieron los kirchneristas que destronaron a Alberto Fernández. Los visitantes a Duhalde -Daniel Basile, Carlos Brown, Gerónimo Venegas, Carlos Sarghini- salen a predicar, pero no les resulta fácil lograr esas adhesiones a un proyecto duhaldista que sigue siendo confuso: Duhalde ordena decir que es candidato a presidente en 2011; otras veces, que quiere conducir el PJ provincial; otras, que quiere ir al PJ nacional, todo mientras Chiche Duhalde sorprende diciendo que, en realidad, su marido, «Negro» como lo llaman, tiene que mantenerse entre bambalinas manejando estrategias para los demás. Como lo que hace ella con su marido, pero que pocos les toleran. Igual hay optimismo en esos cuarteles del duhaldismo porque Reutemann se enojó en público y les tiró la candidatura presidencial de 2011 por la cabeza. En el fondo, Duhalde sabe lo mismo que Kirchner sobre las encuestas; por ejemplo, las que dicen que el público mira a Mauricio Macri como el candidato que se puede oponer mejor que otros a Kirchner, incluso por encima -en algunos cálculos- de Julio Cobos. Pero, como Kirchner, Duhalde también sanciona que Macri no es peronista y que es difícil que el peronismo lo acepte como cabeza de lista en una presidencial. ¿Cómo no creer entonces que hay una chance para 2011 para Duhalde presidente si Reutemann mantiene su enojo con el resto del peronismo, ánimo que recrudeció después de la disputada firma de su ex aliada Roxana Latorre al dictamen que permitió el tratamiento de las facultades delegadas en el Senado? Por eso, quienes lo visitan lo ven al ex presidente con el ánimo alto. «Hasta habla y se sienta de otra manera desde que se habla de su candidatura», observó un visitante. Tampoco se pierde el humor en estas oficinas del ex presidente; esta vez lo aportó Carlos Ruckauf, infaltable en las peñas vespertinas del duhaldismo, quien al escuchar el nombre de Felipe Solá -motivo de enojo del dueño de casa por el lanzamiento de candidatura y partido propio- bromeó: «¿Saben cuál es el problema de Solá? Felipe».
El caso Latorre dejó, pese al enojo público de Carlos Reutemann, abierto el dilema sobre si Lole sabía que su ex aliada Roxana Latorre suscribiría el dictamen que permitiría el tratamiento sin demoras del proyecto de prórroga de las facultades delegadas en el Senado. Sectores muy cercanos a la senadora Latorre alimentan la idea de que el gobernador de Santa Fe pudo ser consultado por la senadora antes de firmar, aunque en disidencia, el dictamen que habilitó el debate la semana pasada. Pese a su indestructible lealtad con el Lole, la senadora sufre ahora los efectos de la embestida contra ella, se cree el chivo expiatorio y se manifiesta tan perturbada como el Lole. Este caso lo aprovechan y magnifican los socialistas de Hermes Binner, quienes a dos puntas intentan desprestigiar al Lole por la actitud de su bloque y cargan por otro lado contra Latorre denunciando canje de firmas por cargos a personas muy cercanas. La bronca de Lole, por supuesto, sale con humos turbios de la casa del senador en Llambí Camp-bell, donde no entran llamados, pero salen furias. Reutemann se sintió afectado en su salud por este entredicho, en el cual cada uno dice su verdad. Para él, Latorre no entendió la pelea que lleva él con el campo y debió saber lo que significaba esa firma, no para un proyecto que el Gobierno iba a poder aprobar sin mayores problemas, sino para debilitarlo a él con la campaña que le retorcieron en la cara sus adversarios en Santa Fe. «Dicen que cómo podría controlar un Gobierno si no puedo controlar a mi senadora. No me conocen. No soy de esos que mandan seguir a su gente a ver qué hace en su vida personal. No soy de los que le ponen un chip a su gente para revisar lo que hacen en su casa. Siempre he confiado en mi gente. Si me defraudan, es cosa de ellos», brama Reutemann a los pocos que lo pueden escuchar. «La explicación no es convincente», dice de Latorre, de quien recuerda que ha sido legisladora durante 16 años y fue secretaria del bloque PJ. «Sabe lo que significa esa firma», remata. También se enoja con los Duhalde y otros gobernadores, que en charlas privadas se manifiestan contra los Kirchner, pero cuando mandan a votar leyes del oficialismo, se dan vuelta. «Qué vivos, quieren que uno se ponga todo al hombro, que salga adelante como candidato y ellos después negocian por atrás». Se enoja mucho con Chiche Duhalde cuando ofrece como único aporte a su marido detrás de la escena dando órdenes y dibujando estrategias. «Quieren que uno llegue a la presidencia, te saludan todo muy lindo, pero después hacen la de ellos y te despeinan como a Tom y Jerry», se queja en oscura metáfora que deberá dilucidar algún reutemista de paladar negro. Ni la Coalición Cívica se salva de sus críticas. «Llegaron a juntar 108 legisladores para una sesión en defensa del campo y ahora apenas llegaron a los 100. ¿Cómo se entiende cuando ellos estaban del otro lado? Yo nunca fui ambiguo; me fui a la otra vereda cuando salió la 125 y se lo dije a Kirchner cuando lo visité por única vez en Olivos. Con actitudes así se explica que Kirchner saque las leyes que él quiere». ¿Candidaturas? «Por ahora ni hablar; estoy loco con esto, me han impedido festejar el triunfo electoral del 28 de junio, que fue una proeza, hasta he tenido que cuidarme por mi salud, he vuelto a la clínica. Por ahora no voy a hablar de candidaturas. ¿Qué quieren, si le dan argumentos a esa mentira de que yo iba a arreglar con Kirchner? No me hablen de eso».
Santa Fe aportó a los quinchos del fin de semana con la celebración de los 125 años de la Bolsa de Comercio de Rosario, que dio que hablar por el enrarecimiento que provocaron los dirigentes ruralistas Hugo Biolcati, de la Sociedad Rural Argentina; y Mario Llambías, titular de CRA, a quienes se les atribuye una intromisión en la política interna de la entidad. La Bolsa está en proceso de renovación de autoridades, y Alberto Padován, referente de la empresa Vicentín, ya tiene los avales necesarios a los efectos de quedarse con la presidencia con el apoyo de la mayoría de los sectores para la lista que lleva a Hugo Vázquez, gerente de Cargill, como secretario. Miembros de la actual comisión, ligados a la CRA, temen quedar al margen de la conducción y dispusieron que un avión privado llevase a Rosario a Llambías y a Biolcati para acercar su inquietud porque la Bolsa de esa ciudad quede en manos de los exportadores. Los asistentes al acto del aniversario se molestaron por esa intromisión que al final produjo el efecto contrario al buscado, porque exacerbó el temperamento local ante esas visitas prepotentes de porteños que tienen intereses distintos de los de los rosarinos. Al final, Padován pareció salir más fortalecido y después de esta visita perturbadora todo indicaría que ni habrá lista opositora en las elecciones de la Bolsa de Rosario.
Por las mismas hora estuvo en Rosario Felipe Solá, horas antes del lanzamiento de Luján del sábado, buscando armar su nuevo partido propio en Santa Fe. Se entrevistó con dirigentes locales, entre quienes recogió entusiasmo en sumarse al «felipismo» con una rama local, en especial cuando habló de la conveniencia de trabajar con Duhalde y con Reutemann para pensar un peronismo diferente. Confesó que ese nuevo armado lo hace para escapar del control del tándem Macri-De Narváez, de quienes dijo: «Si fuera por ellos, yo nunca debería ser más que diputado». Con esa ironía con la que expresa su bronca, contó detalles de cómo en los días previos al cierre de listas en Buenos Aires, estuvieron a punto de dejarlo afuera junto con otros candidatos de él, algo que -jura- nunca permitirá que ocurra de nuevo. Su inquina mayor es con Macri y, de paso, cargó contra la administración de Daniel Scioli en Buenos Aires, a la que calificó de «catastrófica». El paso de Solá por Rosario le permitió visitar algunos santuarios locales, como el bar El Cairo, sede de la peña que animaba el fallecido escritor y dibujante Roberto Fontanarrosa. Allí, el comentario dominante es la posibilidad de sanciones que puede recibir el club Newell's Old Boys si el administrador actual, el juez Pedro Boasso, no extiende el «transfer» del jugador Nicolás Spolli a un equipo del extranjero. Si eso ocurriera, el club podría sufrir una sanción de la FIFA, como la desafiliación o la pérdida de 10 puntos por la intromisión de una autoridad ajena a la orgánica del fútbol en temas deportivos. Ni imaginar la bronca que esto produce entre los hinchas de la barra de Newell's que merodean por las mesas de El Cairo.
Más a contrafrente, y casi en secreto, Mauricio Macri dejó subir humos presidenciales en la cena a la que convocó con militantes y funcionarios en el Salón Retiro del Sheraton Hotel. Horacio Rodríguez Larreta (para quien algunos arman una candidatura a jefe de Gobierno en 2011); el presidente del PRO, José Torello; Federico Pinedo, el ministro de Desarrollo Económico, Francisco Cabrera; el reelecto diputado Esteban Bullrich (que se autotitula como responsable del G-20, un proyecto presidencial para 2025 que lo tiene a él como gran promesa blanca), y el flamante secretario de Transporte porteño, Guillermo Dietrich, encabezaron la comida desde una mesa peine, en donde una sola presencia femenina llamaba la atención masculina, Bárbara Diez de Tejada de Rodríguez Larreta. Sólo el PRO podía elegir tan sofisticado lugar y tan elegantes presencias para la reconsideración de una actividad a la que durante largas décadas la aristocracia porteña dio la espalda. Enrique y Marcela Duhau, Uque Siqueiros de Bullrich -esposa del anfitrión-; Gonzalo y Pilar Tanoira; Julio Uriburu; la diputada Paula Bertol; el flamante jefe del Gabinete de Dietrich -uno de los disertantes y de los más festejados por Macri en su discurso-, Axel Flugel; Ignacio Cornejo Solá; José Aberg Cobo, y el vicepresidente del Banco Ciudad, Juan Curuchet -que festejaba los números preliminares de una elección en la Facultad de Derecho de la UBA-, se sumaron a esas atildadas presencias. Se notaron muchas ausencias, la principal: la de Gabriela Michetti, y la de sus adláteres, con la excepción del secretario general de la Ciudad, Marcos Peña. Macri sorprendió al llegar tarde y, además, por el discurso que dio, apartado de las rencillas de la hora y tratando de sostener un proyecto futuro para el PRO, algo que preocupa a todos los que miran con cariño a esa fuerza política que depende del liderazgo de Macri. Habló de la Ciudad que quiere y de las dificultades que tiene para alcanzarlas. Pero fue interesante el modo en que puso en duda la exagerada autovaloración de la audiencia que habían hecho sus predecesores en el uso de la palabra, entre ellos, el empresario Andy Freire, que cuando habla suele asumir aires de gurú.
El galerista porteño Javier Baliña festejó el sábado su cumpleaños. Descolgó la mayoría de los cuadros y apartó esculturas para transformar la galería en un salón de fiestas, con un ambiente íntegramente dedicado a la música. Los invitados eran heterogéneos. Entre los artistas plásticos estaba Luz O'Farrel, entusiasmada con incursionar en la literatura; Silvia Romero, que no cesaba de mirar una de sus Betty Boop que colgaba de una de las paredes de la galería porque están cotizando muy bien; Jardiel Valente, el escultor que hace flexible la madera más dura que regresó hace un año y medio al país; Jacinta Grondona, la hija de Mariano, Maggie de Koenisberg, Desireé de Ridder, Genoveva Fernández, Sebastián Masegosa y María Costantini, hermana de Eduardo, de la Fundación del Malba. Junto al arte había banqueros y empresarios, como Alain Hombreux, que de BNP pasó a militar en el bando de los bodegueros; Gerardo Rojas, especialista en commodities en el BNP; Francisco de Ridder, empresario que exporta a Sudáfrica, Pablo Roemmers; el diseñador Javier Iturrioz, ambientador de los eventos más importantes de Buenos Aires; Eugenio Aguirre, decorador y diseñador; el cineasta Ernesto Van Peborgh, la publicista Patricia Domínguez, Santiago Berhongaray y Arturo Romero, presidente de Fila y propietario del restorán Rosmarino. Los temas eran variados y casi todos estaban asociados a lo que vendrá.
Uno de los marchand presentes dijo que en el arte la crisis no se siente. Por ejemplo, en los remates del Banco Ciudad los precios de base se han duplicado respecto del año pasado. Para Gerardo Rojas se vienen buenos tiempos si el Gobierno aprovecha la oportunidad porque ven un importante aumento de los precios de los commodities a corto plazo. El problema es que la Argentina no tiene financiación y eso puede dejarla fuera del nuevo viento de cola. No podían faltar las quejas contra Guillermo Moreno, no hay reunión que no las tenga. Temen que si sigue influyendo en la política agropecuaria, se desperdicie este nuevo viento de cola que se viene. El otro temor de los empresarios es de los conflictos gremiales que son cada vez más virulentos y generalizados. Lo sienten en el día a día en el trato con el personal. Además, el puerto está paralizado por el enfrentamiento entre gremios, los trabajadores de salud también están en huelga, lo mismo que los petroleros. La lista de conflictos era enorme, muchos no trascendieron. Hay pequeñas y medianas empresas que, además, soportan la falta de insumos imprescindibles como tornillos por la restricción de las importaciones. El lacónico comentario de uno de los empresarios fue lapidario: «Saben que cada vez que toman una medida de fuerza, el Gobierno cede, y eso vuelve más virulentos los reclamos», remató uno.
Vamos a terminar con un chiste de la línea fuerte.
Una jovencita, antes de ir a su primera fiesta, le pregunta a su madre: ¿Qué hago si algún chico quiere propasarse? Su madre le responde: «No te preocupes, es muy fácil. Cuando un chico se te acerque y quiera algo más, vos le preguntás: '¿Qué nombre vamos a ponerle a nuestro bebé?', y eso lo va a asustar».
En la fiesta, uno de los chicos empezó a bailar con ella y, poco a poco, a besarla y acariciarla. Ella le preguntó: «¿Qué nombre vamos a ponerle a nuestro bebé?». El chico inventó una excusa y desapareció. Un poco después, la misma escena volvió a suceder: un chico empezó a besarle el cuello, los hombros... y cuando ella le preguntó por el nombre del bebé, el chico se fue a otro lado. Más tarde, otro chico la invitó a dar un paseo y, después de unos minutos, empezó a besarla y ella le preguntó: «¿Qué nombre vamos a ponerle a nuestro bebé?». Él seguía besándola y empezó a quitarle la ropa. «¿Qué nombre vamos a ponerle a nuestro bebé?», volvió a preguntar ella. Él empezó a hacerle el amor y ella jadeante, volvió a preguntarle: «¡¿Qué nombre vamos a ponerle a nuestro bebé?!». Cuando terminó, él se sacó el condón, le hizo un par de nudos y le dijo: «Si logra salir de acá... le ponemos Harry Houdini».
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