14 de diciembre 2009 - 00:50

Charlas de Quincho

¿Obama ya no es el amigo que soñaban los Kirchner? En Olivos no gustaron declaraciones de su secretaria de Estado, la influencia de la derecha demócrata y que su enviado visite a lo más granado de la oposición. Por eso al presidente de Estados Unidos los «K» ya lo comparan con un conocido locutor peruano. Toda la semana estuvo signada por reuniones en las que se intentó decidir qué color político tendrá el Senado, pero también por una conspirativa «entente» de intendentes bonaerenses que se «pechan» para salir del ámbito del kirchnerismo. No son los únicos jefes comunales en problemas: el mandatario porteño atraviesa un dolor de cabeza inesperado por la designación de su ministro de Educación, y ya estaría pensando en licuar esa polémica cartera fusionándola con Cultura. Veamos.

Elisa Carrió, Alberto Fernández, Carlos Chacho Álvarez, José Pampuro
Elisa Carrió, Alberto Fernández, Carlos Chacho Álvarez, José Pampuro
El fin de año llega como una locomotora entrando a 200 km por hora a la estación Constitución. Cuando todos querían estar brindando y despidiendo el año, las reuniones sociales quedan desplazadas por agitadas negociaciones, conspiraciones y ajustes de cuentas que transcurren bajo los mismos techos de quinchos que se querrían más apacibles y navideños. Lo demostró la suspensión que hicieron los Kirchner del viaje típico en tiempos veraniegos a su retiro de El Calafate. Los distrajo en Olivos la atención de resolver asuntos urgentes de superficie y alguno menos evidente, pero igualmente apremiante. Entre los primeros, el armado del nuevo Senado -el intento de asonada de algunos opositores de disputarle al oficialismo el puesto de presidente provisional del Senado que tiene José Pampuro-, la rebelión del club de intendentes peronistas que buscan sacarse de encima la sociedad con Néstor Kirchner, a quien hoy consideran un seguro de derrota.
Entre los temas discretos, la presencia esta semana del subsecretario para Asuntos Latinoamericanos de Barack Obama, que puede resolverse con un paseo de Arturo Valenzuela por despachos de la oposición. No se verá con Cristina de Kirchner, pero sí con Julio Cobos, Mauricio Macri y Francisco de Narváez, toda una señal de un nuevo tiempo en las relaciones hasta ahora armónicas con el Gobierno de los Estados Unidos.


Si de nuevos tiempos se trata, Cristina analiza en estas horas darle un giro a las relaciones del país con la región con la designación del actual embajador en Paraguay, Rafael Romá, como secretario de Asuntos Latinoamericanos, silla que deja libre Agustín Colombo Sierra, quien será secretario de la Comisión del Mercosur con sede en Montevideo y que representará al país después de la salida de un cargo superior, pero que queda vacante, de Chacho Álvarez. Curioso periplo de este Romá («Balito» para los amigos), que hizo fama como ministro de Antonio Cafiero, fue vicegobernador en los dos mandatos de Eduardo Duhalde y migró al kirchnerismo después de un veranito con el ARI de Elisa Carrió. Lo que ha visto este hombre desde el escenario es mucho, en particular lo que vivió con Duhalde, quien le confió la administración de Buenos Aires ya que el hombre de Lomas de Zamora (que ayer prefirió ver por TV cómo salía Banfield campeón para no arriesgar su perfil si el equipo perdía y le atribuían algún fluido negativo) casi no iba a La Plata y «Balito» se encargaba de la administración de la provincia.
Este nombre no es lo único que despierta furias en la Cancillería argentina, por un episodio posterior a la dura pulseada con la diplomacia brasileña que pretendía hacer desaparecer el cargo que hasta la semana pasada mantuvo Álvarez para convertir esa oficina, que debe ser ocupada -por norma- por una «figura política reconocida» para volverla, apenas, un área técnica. Uno de los más activos fue Alfredo Chiaradía, secretario de Relaciones Económicas Internacionales, que se puso al frente del operativo como si fuese una cruzada personal. Pareció, con el pasar de las horas, que lo era: sin Chacho ni un brasileño en ese cargo, con la presidencia pro témpore del Mercosur en manos de la Argentina, el manejo de la Comisión de Representantes Permanentes queda formalmente a cargo de la embajadora Cristina Boldorini, una protegida de Chiaradía que el viernes fue, además, nombrada en la ALADI en reemplazo de Daniel Raimondi, organismo vacante desde octubre tras el retiro de Juan Carlos Olima. De ese modo, el dúo Chiaradía-Boldorini expande su ámbito de influencia al menos hasta que, en junio, se vuelva a discutir sobre el Mercosur. Boldorini trabaja en el Mercosur desde hace años y ese rol mereció que Brasil la condecorase hace unos días en uno de los actos de despedida del saliente embajador Mauro Vieira, en la misma tira de otras condecoraciones, entre ellas la del ex jefe de asesores de la Cancillería Eduardo Valdés.



El nuevo Senado y la rebelión antikirchnerista en Buenos Aires, que pone además a Daniel Scioli como único aliado del oficialismo nacional en el distrito clave, fue asunto de una serie de reuniones el jueves donde estuvo, entre otros, Pampuro, cuya posición como tercer hombre en la línea de sucesión puede peligrar si la oposición logra juntar todos los votos anti-Kirchner de la Cámara alta. En esa reunión los Kirchner se llevaron la seguridad de que la UCR, segunda minoría en el Senado, mantiene un acuerdo con el oficialismo para repetir el esquema de Diputados, es decir quedarse el kirchnerismo con los cargos altos de la casa y negociar comisiones, con la diferencia que el oficialismo del Senado presume que logra la mayoría de votos porque se tendrá el apoyo de dos senadores por La Pampa que deja a la oposición en minoría. Con eso, Néstor Kirchner ante Cristina y Pampuro diseñó un reparto de cargos en comisiones del Senado por el cual se queda con la presidencia de las principales y con mayoría de la integración, todo lo contrario de Diputados.
En esa reunión también se repasaron detalles de la rebelión de los intendentes, que se manifestó en dos días consecutivos en reuniones que mantuvo el jefe de ese alzamiento, Alberto Balestrini, con jefes partidarios y mandatarios de las secciones electorales 1ª y 3ª, en las que se escucharon críticas a Scioli y a Kirchner por imponer en la reforma electoral las candidaturas testimoniales, las colectoras y pegar las internas para candidatos de la provincia a las nacionales. «Con las colectoras se pagan facturas que no hay por qué pagar», se le escuchó a José Mussi, de Berazategui, o frases como «Con esta gente hemos perdido dos años», que salió de la boca de Sergio Massa, o confesiones de Julio Pereyra (el intendente más cercano a Kirchner), de que ser oficialista hoy es un camino de ida. Por ese cenáculo de Olivos pasaron algunos ministros (Julio De Vido, Amado Boudou) para repasar los listados de aportes de la Nación para obras en municipios bonaerenses que desde ahora respetarán el esquema de premios y castigos. La reacción de éstos marcará 2010 al menos en lo que a todos les interesa: quién será candidato a gobernador. Scioli, atado hoy a Kirchner, ya lanzó su reelección y entiende que en 2010 puede recuperar los 8 o 10 puntos de adhesión del público que lo hacen ganador de un nuevo mandato a gobernador. Massa recorre los teléfonos recordando que existe y que el que va último en la tabla es Tigre pero no él; algunos amigos de Balestrini, al calor de estas refriegas, empiezan a ver que el actual vicegobernador puede postularse también a la gobernación.


Los Kirchner se convencen con argumentos que les acercó Scioli sobre estas escaramuzas recortadas por una realidad demoledora; el país discute hoy el puro poder, si el kirchnerismo subsistirá después de 2011, si el poder va al no peronismo o a una fracción disidente del peronismo. Hasta la crisis de inseguridad se anota en el debate político cuando en estas discusiones se tienen que resignar a que no se pueden mostrar encuestas de baja del delito que exhibe el Gobierno cuando se producen asesinatos atroces de mujeres en asaltos por un auto que los criminales se cuidan de llevarse. ¿Hay zona liberada desde la política o desde algunos estamentos policiales para que ocurran estos casos?, se preguntan en el Gobierno. ¿Acaso estos crímenes no preparan un clima antigobierno como los secuestros exprés lo hacían, también con zonas presuntamente liberadas? El Gobierno investiga esto y maneja testimonios de intendentes que identifican en quienes azuzan los ánimos a opositores locales que hasta parecen festejar que estos hechos ocurran porque esmerilan a quien manda.
Les responden sus críticos de adentro que se solucionaría todo si el Gobierno hiciera algo eficaz para que no haya delitos, o que evitase esa imagen de que en materia de seguridad siempre se está empezando de nuevo. Scioli lo sostiene a Stornelli pero este funcionario parece en emergencia permanente, más que Mauricio Macri, que lleva ya tres jefe de Policía y (se lamentan en el Gobierno por su desgracia), nadie dice nada. En esos diálogos de Olivos hasta aparecieron interrogantes que nadie responde con el caso Pomar, que expone como ningún otro la ineficiencia del Estado; uno de ellos lo aportó un funcionario con experiencia agropecuaria que dijo: «Cuando hay cuatro cadáveres en el campo se los encuentra en un instante por la nube de caranchos y buitres que puede verse durante varios días. ¿Nadie vio los caranchos?» Los policías seguro que no.



Estos desasosiegos por un terreno poco manejable desde la Casa de Gobierno los compensan los Kirchner con la discusión de temas menos evidentes, casi subterráneos, como la llegada mañana del chileno-americano Valenzuela, reemplazante de Tom Shannon en las relaciones entre Washington y Buenos Aires. Cristina, que hasta ahora se consideraba la mejor amiga de Obama, empieza a dibujar una nueva relación con el hombre de color que queda marcada por una frase que repite uno de sus consejeros en materia internacional, que describe con crueldad peronista: «Creíamos que Obama era Martin Luther King y resultó el Negro Guerrero Martinheitz». Piensa Cristina que Obama le ha entregado América Latina a la derecha del Partido Demócrata, que expresa el apoyo a las bases en Colombia y el reconocimiento del nuevo Gobierno de Honduras, dejando en el limbo a Manuel Zelaya. Encima, es la queja en Olivos, Hillary Clinton amenazó a los gobiernos de Latinoamérica con que debían atenerse a las consecuencias si se acercan demasiado a Irán.
Nunca desde la guerra de Nicaragua había habido un gesto tal de admonición imperial, algo que les da oportunidad a los Kirchner de ensayar nuevos gestos terceristas. El primero, no admitir en ningún despacho importante del Gobierno al enviado Valenzuela, que fracasó en incluir a Cristina, a De Vido y a Boudou en su agenda de reuniones. Mandaron a que Jorge Taiana se fuera hoy a Copenhague para que la visita a la Cancillería la maneje el vicecanciller Victorio Tachetti. Los tranquilizaba a los Kirchner que Lula reaccionase ante el reto de Hillary cancelándole la entrevista en Brasilia a Valenzuela, quien será recibido por el canciller Celso Amorim, también que Valenzuela ignorase el pedido de entrevista que hizo el presidente de la Convención radical (Hipólito Solari Yrigoyen) para Ernesto Sanz, Gerardo Morales y Oscar Aguad. Los terminó de enfurecer que el Departamento de Estado anunciase el viernes que Valenzuela irá a verlo a Aníbal Fernández a la Casa de Gobierno y que de ahí irá a entrevistarse con Julio Cobos, con Mauricio Macri y con Francisco de Narváez. Por eso la mufa con este delegado que ocupará desde mañana la declinante agenda social del fin de año.


En esas conversaciones del fin de semana, los asesores de Kirchner tuvieron que enfrentar algunas broncas. Una de ellas, la aparición de Alberto Fernández en un canal de De Narváez haciéndole un desopilante reportaje a Marco Enríquez Ominami, el candidato que dividió la Concertación chilena y hace tambalear al Gobierno de Michelle Bachelet, al que Kirchner mandó proteger en lo que se pudiera. Nadie podrá demostrar si este Ominami, un fabricante profesional de lugares comunes y frases hechas no perdió ayer por los consejos que le dio el ex jefe de gabinete, otro experto tripulante de titanics. Se rieron mucho del diálogo final cuando Ominami dijo tan, pero tan ético, que cuando era niño no robaba fruta y cuando le dicen corrupto eso le produce una descomposición física. «Claro -remató Alberto F.- a los políticos al final lo único que nos queda es la honra».
Más enojados andaban en el Gobierno cuando vieron el domingo pasado a un equipo del estatal Canal 7 haciendo el gasto de una transmisión desde Chile sobre las elecciones de ayer, animada por el experto Pedro Brieguer (un Jorge Castro con rulos y mucho menos talento) y una periodista llamada Mónica González, que es nada menos que la corresponsal del demonizado diario Clarín. Todavía están buscando al productor de esa rutina para que pague esa factura.



No muy lejos de donde transcurrían estas elucubraciones oficiales, un cuarteto opositor le sacaba ese jueves punta al intento de quitarles a Pampuro y al kirchnerismo la vicepresidencia provisional del Senado. Juan Carlos Romero, Adolfo Rodríguez Saá, Felipe Solá y Ramón Puerta cenaron el jueves en el departamento de la calle Maure que tiene este último para hacer su recuento de adhesiones. Con el mismo énfasis que Miguel Pichetto dice que tiene consigo la adhesión de Carlos Verna y la senadora María Higounet (pampeanos) para lograr los 37 votos que le den la mayoría al kirchnerismo, Romero insiste en que estos senadores harán número para darle a él el puesto de Pampuro. Claro que para esto la oposición tendría que juntarse toda como ocurrió en Diputados, algo difícil de lograr porque ni los radicales ni los senadores de Elisa Carrió en la Cámara están dispuestos a votarlo a Romero en ese cargo. Romero lo fue a ver el viernes a Ernesto Sanz y le informó los detalles del proyecto que estos disidentes van a llevar a la sesión preparatoria de febrero, aunque no tengan los votos (hasta ahora tienen 14 propios) para un bloque que presidirá Rodríguez Saá. Es un gesto de fuerza que creen imprescindible para después pelear lugares en las comisiones según la conocida ley de Mércuri (ex diputado provincial, Osvaldo de nombre) que dice: «Pido lo que no me van a dar para mantener lo que tengo».
Esa cena en lo de Puerta se resolvió en un finísimo análisis de conductas ajenas para conocer este misterio: cuál es el grado de influencia de Carrió sobre los radicales. Si la jefa del ARI domina a Sanz, creen que deben despedirse del proyecto Romero a la vice provisional. Si, como algunos afirman, no hay tanta afinidad entre la diputada y el presidente del radicalismo, hay terreno para avanzar con la única espada que tienen: decir en público que si los senadores de la UCR apoyan a Pampuro es porque tienen un pacto con el kirchnerismo. El argumento no es de acero; han dicho lo mismo en Diputados de un pacto Carrió-Gobierno, pero terminaron siguiendo una estrategia que la dama se atribuye por completo y nadie la desmiente desde el momento en que, como se contó ya en estos Quinchos, presidió una reunión del peronismo disidente en Diputados en la cual los convenció de seguir sus pasos.


Tampoco fue pacífico ese jueves en los cuarteles de Macri, arrasados por el efecto Posse, que ha despertado no sólo las furias de la oposición al Gobierno porteño sino la imaginación de los chistosos de la política, algunos de los cuales ingresaron el viernes al acto de la jura del escritor al grito de «El que trajo al loco que se lo lleve» (frase que consagró Duhalde cuando promete llevarse puesto a Kirchner). Ese jueves y la mañana del viernes los asesores de Macri analizaron en sesión permanente la posibilidad de bajarlo a Posse antes de la jura. Trató esa eventualidad que se descartó con Gabriela Michetti, José Torello, Diego Santilli, Horacio Rodríguez Larreta, Nicolás Caputo, Marcos Peña y el pollster Jaime Durán Barba. De lo primero que se dio cuenta Macri es del error de tomar decisiones sin una mesa de análisis que por lo menos hubiera googleado el nombre del novelista. Leerlo no lo había leído nadie, salvo los títulos de las columnas en La Nación, alma mater de la gestión macrista. Si lo hubieran hecho se habrían enterado de que Posse cree que la Argentina es un país absurdo e incomprensible cuyos problemas, por esa razón, no puede formular y muchos menos resolver a los 76 años desde un Ministerio de Educación de un municipio.
O que ofrece demasiados flancos a la oposición sindical al Gobierno local, cuyo jefe «Tito» Nenna fue elegido legislador y está obligado a combatir al gabinete Macri en sus dos roles, gramialista y diputado. ¿Nadie habló con el sindicato? ¿Quién nombra un ministro de Educación con gestión en conflicto sin avisarle antes al gremio o sin negociar una tregua hasta marzo? ¿Qué vendrá ahora en este frente de tormenta? Temen que vinculen a Posse por ser esposo de una alemana que lleva el mismo apellido que un jerarca nazi -el odio y la intolerancia suelen subir por la escala genealógica con tal de hacer daño- o que Posse junto a su esposa tradujo una obra de Martín Heidegger, sumo pontífice de la filosofía existencial ligado al nazismo sobre quien en Estados Unidos discuten si deben en las bibliotecas sacar sus libros de los estantes de filosofía y ponerlos entre los libros sobre odio racial. Todo estaba en Google, pero nadie lo vio. Y si hubieran escuchado la radio se hubieran sorprendido por este diálogo cuando «Chiche» Gelblung lo llamó para felicitarlo por la designación: «Eso es como felicitar a alguien que parte al frente ruso... pero en una de ésas vuelvo con la Cruz de Hierro». Esa cucarda era la que recibían los oficiales nazis por acciones de guerra. ¿No pudo elegir el nuevo ministro otro ejemplo menos escatológico? Ante ese panorama Durán Barba los convenció de que jurase lo mismo. «Es mejor ponerse colorado una vez y no todos los días», trató de responder otro campañólogo top del macrismo. «No, hay que resistir, si lo bajan ahora es dar a entender que la oposición nos maneja la agenda», replicó, con éxito, Durán Barba.



Ni en estas reuniones, ni en la que Macri repitió en su casa en la mañana del martes, antes de viajar a Copenhague -cumbre climática en la que puede encontrarse esta semana con Cristina de Kirchner, según se cuenta en la tapa de este diario-, logró enterarse de quién lanzó el nombre de Posse. Yo no fui, yo tampoco, yo tampoco, nadie fue. Por eso la frase de «Quien trajo al loco que se lo lleve». Lo aproximación más certera señala a Marcos Peña como el hombre que puso ese nombre en la mesa de Macri, quien le pidió el teléfono a Ramón Puerta durante un almuerzo el lunes. Ese tráfico telefónico hizo que algunos macristas, pícaramente, lo señalen a Puerta como el autor de la macana, algo de lo que se ríe el misionero porque levanta la presunción de poder sobre su amigo Macri. Otros dirigen la mirada hacia Rodríguez Larreta, valedor de La Nación en el corazón de Macri y que pudo querer halagar a ese diario con la designación de uno de sus columnistas, con tanta mala suerte que ese medio compitió durante el fin de semana con la prensa opositora en acidez para referirse a este barquinazo del macrismo.
Que comenzó, de paso, a preparar la forma de quitarse el problema de encima. Sueñan con algún problema de salud del nuevo ministro, por ejemplo en pleno enero, cuando nadie mira hacia la Capital Federal, vacía de coches, gente y políticos. Esa situación podría hacerlo saltar hacia arriba, por ejemplo a un cargo de superasesor, y resolver los dramas de educación como sugirió uno de los ministros de Macri sin que nadie le hiciera caso: fusionar Cultura y Educación en el ministerio de Hernán Lombardi, el hombre de teflón del gabinete, popular en todas las veredas de la política porteña y blindado a cualquier crítica. Educación podría ser una secretaría debajo de él confiada a algún tropero de Mariano Narodowski, de quien Macri quiere que siga siendo, con Posse o sin Posse, quien le maneje Educación en el distrito.


En esa reunión del sábado antes del viaje, Macri prefirió reírse de su suerte: «Después de lo de Ciro James esto es un poroto», intentó animar a su gente. Recompuso el ánimo grave cuando Durán Barba lo impuso del resultado de algunos focus-groups (sesiones con vecinos encerrados en una cámara a quienes se les pregunta su reacción ante fotos, nombres, historia, etc.) que desmuestran que ha caído la confianza de los porteños en la figura de Macri y de su gestión, pero que están apenas por debajo del 50% de adhesiones. Durán explicó que en estos meses se han desplomado todos los políticos en las encuestas y que no hay que dramatizar. «Eso se recupera fácil», consoló Macri a los suyos con promesas de que ampliará la mesa chica de las decisiones para incorporar definitivamente a Michetti y a Diego Santilli, dos espadas a quien esmerila Rodríguez Larreta en una sorda pelea del trío por quedarse con la candidatura a jefe de Gobierno en 2011 si Macri resuelve no ir a la reelección y buscar otro destino, presidencial o no, lo que sería una tragedia para todos.


Quienes fatigaron los quinchos políticos tuvieron un consuelo al juntarse el sábado con socialities en dos fiestas imperdibles y con caballos, el Carlos Pellegrini en San Isidro y la Final del Abierto Argentino de Polo en la cancha de Palermo. Al Pellegrini se anotó la plana mayor del Jockey Club con Bruno Quintana acompañado por su mujer Mariel, quien deslumbró con su sombrero estilo Ascot. La consigna del encuentro era precisamente imitar a la aristocracia inglesa, con el Royal Ascot, cita en el célebre hipódromo de Berkshire, que marca el comienzo del verano. La carrera es lo menos importante. Sólo importa pertenecer. Sobresalió como gran bailadora Teresa González Fernández, a quien festejaron Enrique Crotto, María Laura Leguizamón con el empresario Marcelo Figueras, Lily Sielecki, Silvia Eurnekian (sobrina de Eduardo), el cirujano Cesar Juri, Gino Bogani, Juan Pablo Maglier (la Rural). Paradoja: ganó el caballo N° 13, llamado Interaction. El menú fue más primero lo dulce y luego lo salado. Es que la fiesta empezó a la tarde y terminó con una cena. Así, desfilaron primero los lemon pie y cerraron con el lomo a la mostaza.
En Palermo estuvo otro padrón que pudo competir con el de San Isidro: Gerardo Werthein, Juan Martín del Potro, Valeria Mazza y Alejandro Gravier, German Neuss, Teddy García Mansilla, Carlos Fontán Balestra, Cristiano Rattazzi (estuvo en las dos fiestas y de ahí se fue a Uruguay al casamiento de la hija de su ex novia Alicia Fernández), Matthias Barth y Gustavo Castagnino (Mercedes-Benz), Pablo Roemmers, Ernesto Gutiérrez (dueño de la mitad de La Dolfina), Guillermo Juan Pando y Diego Videla (Banco Galicia), Bartolomé Mitre, Tato Lanusse, Andrea Frigerio, Jorge Sánchez Córdova (Finansur), Alejandro «Peto» Mac Farlane y Marcos Gastaldi.


Vamos a terminar con un chiste sutil. Un hombre aborda un avión de una exótica aerolínea, y ve que a su lado hay un loro atado al asiento. El avión decola, y el hombre le pide un vaso de agua a la azafata. En ese momento el loro grita:
-¡Y a mí traeme un whisky, tarada!
La chica regresa presurosa con la bebida alcohólica, pero olvida el agua del pasajero. Al rato el hombre insiste con su pedido, y el loro vuelve a gritar:
-¡Y a mí traeme otro whisky, pedazo de idiota!
El pasajero ve con asombro cómo la auxiliar de a bordo regresa, temblorosa, con el vaso de whisky en sus manos, pero sin el agua que él ya había pedido dos veces. Perdiendo la paciencia, y a la vista de los buenos resultados obtenidos por el loro, esta vez es el hombre quien le grita a la chica:
-¡Pero estúpida: cuántas veces tengo que pedirte que me traigas un vaso de agua! ¿Sos estúpida o te hacés?
En ese momento, dos fornidos agentes de seguridad toman al hombre y al loro, abren la puerta de seguridad y los arrojan al vacío. Mientras van cayendo, el loro dice:
-Che, flaco: para no saber volar te quejás demasiado...

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