18 de enero 2010 - 00:00

Charlas de quincho

Pesimismo del Gobierno por el futuro que no pinta bien, con una oposición que hace pesar la mayoría parlamentaria y le cuestiona los DNU, jueces que se le plantan y gobernadores e intendentes a los que los fondos ya no les llegan tan fluidamente como antes. De eso se hablaba en las playas concurridas por los kirchneristas y en El Calafate. En Mar del Plata, sin embargo, en un hotel sindical, hubo dos hechos significativos: el jefe de Gobierno porteño explicó por qué será candidato en 2011 y un grupo de gremialistas «conspirando» para que el Gobierno no le manotee los fondos de las obras sociales. Finalmente, en Punta del Este, una fiesta con empresarios y artistas en la que se habló de al menos dos enigmas que involucran a un ex canciller y al esposo de una modelo «top». Veamos.

A pesar de que el organizador era Cristiano Rattazzi -hoy alejado del Gobierno-, empresarios como Sebastián Eskenazi (foto 1) y Gerardo Werthein (foto 3) -ambos con sus parejas- no eludieron el convite. Tampoco lo hizo Franco Macri, que se fotografió con el anfitrión, su nuera Malala Groba y las actrices Leticia Brédice y Nacha Guevara.
A pesar de que el organizador era Cristiano Rattazzi -hoy alejado del Gobierno-, empresarios como Sebastián Eskenazi (foto 1) y Gerardo Werthein (foto 3) -ambos con sus parejas- no eludieron el convite. Tampoco lo hizo Franco Macri, que se fotografió con el anfitrión, su nuera Malala Groba y las actrices Leticia Brédice y Nacha Guevara.
Radiografía de todos los demonios criollos, el caso Redrado dejó el fin de semana al país político al borde de la desmovilización. Un empastamiento en la Justicia del tratamiento de los DNU del Fondo del Bicentenario y de la destitución del presidente del Banco Central mostró en el receso de estas pocas horas veraniegas al Gobierno al borde de la parálisis, desanimado porque entiende -ése es el dictamen que les llegó ayer a los Kirchner de parte de dos ministros encargados de tramitar la crisis- que la Justicia extenderá el tratamiento del uso de las reservas hasta que se haga algo en el Congreso, y resignado a que, salvo que aparezca alguna idea, Redrado seguirá en el cargo por lo menos hasta marzo.

En estas horas, los camaristas encargados de considerar las apelaciones urden una audiencia a la que llamarán a Julio Cobos y a Eduardo Fellner para decirles que en Tribunales no habrá noticias hasta que las dos Cámaras asuman la tarea. Como el Gobierno se resigna a que no tiene votos para que le avalen los decretos, apela no a la política, sino al latigazo y al prontuario. Eso vaticina toneladas de carpetazos contra Redrado y la oposición, algo en lo que hizo punta ayer la prensa amiga, exhibiendo la minuta de gastos de la oficina de Redrado en el Central, provista por un servicio de investigación digno de mejor causa. Esta semana se dirá que los autos blindados para uso de Redrado son dos y no uno, y que en las fiestas que organizó para el personal se llegó a contratar a los Midachi con dinero del Estado.



¿Servirá tamaño cúmulo de alquitrán para conmover a Redrado? Alguien dentro del Gobierno, imaginan en El Calafate, tiene que pagar la fiesta, en particular, quien le dijo a Cristina de Kirchner que no se preocupase por Redrado porque renunciaría apenas se inició la crisis. El vocero de ese error germinal fue Aníbal Fernández, que imaginó que un tipo como el presidente del Central se dejaría caer por presión de los medios; pero no fue el jefe de Gabinete quien acercó la noticia prematura de una renuncia de Redrado, olvidando que es el mismo personaje que protagonizó peleas de palacio durante el menemismo con figuras como Domingo Cavallo y que algo aprendió en aquellas trifulcas. Se desanimaron los desmovilizados ministros también con pronósticos oscuros -que se repitieron en los balnearios de Villa Gesell (por donde merodearon hasta ayer Fernández, José María Díaz Bancalari) y en Mar del Plata, que alberga al otro experto en judicialidades, Jorge Landau (sobre la actuación desde hoy del nuevo juez de la causa, que reemplaza a la magistrada María José Sarmiento). Se trata de Ernesto Marinelli, titular del juzgado en lo Contencioso Administrativo Federal N° 1, a quien el Gobierno desairó en ternas para ascender a camarista y que creen también le dará largas al asunto hasta arrinconar al Gobierno en un Congreso en el cual está en minoría.



«Nos van a dar la espalda los jueces de turno y después los jueces titulares después de la feria», concluye el informe que llegó ayer a El Calafate de parte de un ministro encargado de bucear en esas aguas oscuras de la Justicia. ¿La razón? Que huelen sangre, es decir, debilidad, en el Gobierno, y que es sólo cuestión de tiempo para que la oposición empiece a pagar. Mucho cálculo y poca memoria, porque Marinelli debió merecer en lo político mejor trato. Este juez fue quien hace pocos años produjo una de las sentencias más importantes para el país (y el Gobierno), que fue extender la competencia de la Justicia argentina sobre el resultado futuro del arbitraje en el conflicto de la empresa Yacyretá con el grupo Impregilo, que demanda más de u$s 1500 millones por mayores costos. Poco destacado ese hecho en protección del interés público y que logró la Argentina cuando sus asuntos estaban mejor atendidos; en ese momento, el promotor de esa sentencia fue el fallecido Héctor Masnatta, entonces director del proceso en Yacyretá y que asesoraba en ese sentido a un Gobierno -el de Néstor Kirchner-, que tenía funcionarios que no creían atinado que la Argentina reclamase jurisdicción de sus tribunales en estas peleas internacionales.

De hecho, Roberto Lavagna aceptó la jurisdicción de tribunales de los EE.UU. en los contratos del canje de la deuda; también el procurador del Tesoro, Osvaldo Guglielmino, polemizó con Masnatta por la insistencia de éste en pedir que la Justicia argentina no capitulase en arbitrajes, juicios y contratos de emisión de duda ante jueces extranjeros. Se acordarán en el Gobierno bien del nombre de Marinelli cuando le cuenten las costillas esta semana, como han hecho con la jueza Sarmiento, a la que le atizaron ayer otro carpetazo por ser hija de quien es, como si eso determinase sus sentencias.



Quienes se quedaron del Gobierno en Buenos Aires tuvieron que soportar en la Rural los 38 grados de sensación térmica en el cierre formal del Rally Dakar. Compartieron la carpa vip Daniel Scioli, Débora Giorgi, Enrique Meyer (secretario de Turismo), Viktor Klima (VW) y Jacques Chambert Loir. En medio del asado servido se habló de lo inevitable hoy de toda conversación: la crisis en el BCRA y lo que puedan depararle al Gobierno los polémicos DNU. La mayoría se abalanzó sobre Scioli para saludarlo para los 53 años cumplidos el miércoles pasado y que, por primera vez en mucho tiempo, no fueron materia de una fiesta de los «socios fundadores», que es como llama a él a un grupo de amigos y aliados políticos. «No estamos para fiestas», se disculpó.

Ese día celebró casi a solas en Pinamar, acompañado de su hija Lorena, Karina Rabo-lini y los padres de ésta. Al día siguiente estuvo en Mar del Plata haciendo actos y la única fiesta que se permitió fue ir a ver a Carlín Calvo al hotel Provincial en la comedia «Rumores» de Neil Simon. Deberán esperar los Midachi, los Pimpinela, Mirtha Legrand y Aldrey Iglesias a que mejore el clima para festejar a Scioli. Se extrañó la ausencia en el cierre del rally de Ginés González García, embajador en Chile y acompañante de esa prueba -es un fanático del automovilismo, como pocos-, que debió quedarse en Santiago para informar minuto a minuto a los Kirchner del balotaje presidencial.




No sólo en el Gobierno el bombazo Redrado ha producido cismas; en la oposición también sirve como radiografía de cada formación. En el radicalismo hay acusaciones de traición por charlas que mantuvo Gerardo Morales con Eduardo Fellner para darle un final político. Las moviliza no sólo Elisa Carrió, que encontró en leyendas sobre acuerdos el ojo para pegar y castigar al conjunto que se cuelga hoy de la candidatura de Julio Cobos. Sabe que golpea al bulto, porque no es lo mismo Morales que Cobos, pero saca provecho de descolocarlos ante la opinión pública como acuerdistas. En esa puja despierta demonios como el de un grupo de economistas radicales que buscan acercar un plan para que el Gobierno tenga fondos sin tocar las reservas. Uno de ellos es Mario Brodersohn, a quien es difícil atribuirle acciones en este sentido en estas horas, ya que ha instalado su oficina de verano en el tradicional café Charly de la calle Gorlero en Punta del Este. No resigna esa trinchera -casi un quincho por lo que allí se ve y se escucha- y comenta esas leyendas como historias ajenas en los largos cafés que comparte con conmilitones de fuste como el ex senador José Zavalía, Javier Alfonsín (hijo del ex presidente) y otros infaltables, al menos unos días de cada verano en esas playas, como el ex diputado Marcelo Bassani.

Desde ese mirador ven pasar a José Nun, ex secretario de Cultura de Kirchner y designado embajador en Londres, que se gasta sus últimos días de descanso después de vender su departamento de la calle Cerviño, en el barrio de Palermo. El Gobierno les toma gusto a esas peleas, como la que se produce dentro del ala Carrió, en donde ve cómo una peronista como Patricia Bullrich se adueña del liderazgo en la puja de los DNU por encima de los «golden boys» de Lilita, los diputados Alfonso Prat Gay y Adrián Pérez. Frente a los radicales ve un argumento de acuerdo que puede prosperar en alguna solución en el Congreso y que dice así, según el dictamen de uno de los operadores del Gobierno: lo que acá se está discutiendo en realidad es si la Argentina se financia con plata propia (las reservas) o si sale al mercado y toma deuda al 14% para los próximo tres o cuatro años. «Si ustedes -es el mensaje a los radicales de Cobos- están tan seguros de que van a ser Gobierno en 2011, ¿cuál es el negocio de heredar una deuda a esa tasa? Más les convendría bancar este uso de las reservas y aliviar el peso de la deuda futura».



Con este mensaje, que ya fue disparado la semana anterior, confía el Gobierno como el más fructífero camino de negociación en un enero que cree termina mal para ellos y un febrero que no será más auspicioso: mientras no se mueva un papel en la Justicia, el dinero de las reservas es inaccesible por los amparos, y las consecuencias políticas serán graves para atender los reclamos no de la oposición, sino de intendentes y gobernadores que miden las lealtades por el monto de los envíos del Gobierno central. Ese informe -que salió de una playa hacia los glaciares ayer domingo- tranquiliza a los Kirchner sobre los efectos de esta crisis en los mercados, porque vaticina para hoy una buena performance de los títulos como efecto del desembargo del juez Griesa, que de paso le hace comparar al Gobierno la actuación de diferentes magistrados; mientras Thomas Griesa llama a una audiencia de partes en el acto para resolver un amparo en Manhattan, la jueza Sarmiento convierte un amparo en trámite ordinario extendiendo el conflicto en el tiempo. Lo tranquiliza también que Redrado, que está aún en el Central, tiene las manos atadas porque el directorio le ha sacado la mayoría de las funciones delegadas, especialmente, el manejo de las operaciones en el día a día.

Eso se probó además en que no pudo desplazar al subgerente de legales del Banco, Marcos Moiseeff, de quien se contó el fin de semana una graciosa anécdota. Este funcionario, que está en el Central desde 1983, fue llamado a funciones por el directorio desde la playa en la cual descansaba. Para apaciguar las broncas familiares por la interrupción de las vacaciones llevó a su esposa a desayunar a un brunch en un hotel porteño con muchas estrellas. Apenas se sentó, le tocaron la espalda, se dio vuelta y era Martín Redrado, que había elegido el mismo lugar para desayunar. El jefe del Central lo miró fijo y le disparó: «Esta carrera no es de 100 metros llanos. Dura bastante más y recién empieza». Ocurrió horas antes de que el repuesto Redrado lo echase del cargo, algo que para suerte de Moiseeff duró pocas horas, porque el directorio lo repuso con el argumento de que las decisiones de Redrado eran nulas porque había perdido las facultades para tomarlas. Eso lo sabe la oposición y se dispone a montar esta semana un operativo de hostigamiento en el Congreso con todos los bloques, intentando atraer a aquellos del centroizquierda que repudian a Redrado, pero más el pago de una deuda, más cuando la Presidente dijo que «no hay deuda ilegítima», algo que puede ser cierto o no, pero que ha sido una bandera de la izquierda desde hace 20 años.




En la noche del sábado, con el sigilo a que obliga a moverse en Pinamar, una plaza tomada -como casi todas las playas- por el kirchnerismo, los diputados Federico Pinedo y Oscar Aguad pusieron nombres de jefes de bloque en una servilleta para llamarlos desde hoy a lanzar otra andanada para atraer el asunto al Congreso, que es donde tienen la seguridad de ganarle al Gobierno una batalla tanto o más importante que la de la sesión preparatoria. Debió el Gobierno ponerse mordaza para hablar en esos términos de la deuda, porque despertó a esa izquierda que cree que no hay que pagarle a nadie y que con tal de no rendir esa posición puede hasta abrazarse a Carrió -lo hace ya el solanista Claudio Lozano- y hasta el ex menemista Redrado. El objeto de esta movida, que avaló anoche Mauricio Macri apenas llegó a Pinamar, es debilitar al oficialismo exhibiendo el desconcierto de no mostrar ningún plan para salir de la crisis más que las escaramuzas de prensa y los carpetazos como los que arroja a Redrado (a quien quieren forzarlo esta semana a que explique no se sabe qué de la Fundación Capital, y tampoco poner a un negociador para la crisis. «Acá, el problema es que no sabemos con quién hablar», le dijo Pinedo anoche a Macri cuando le relató su encuentro del sábado con Aguad.



Tanto o más preocupados que intendentes, gobernadores y proveedores por la sequía en la que entra el Gobierno son sus socios más fuertes, los sindicalistas, quienes aprovecharon esa coreografía veraniega que todo lo mezcla para preparar también un frente para reclamarle al Gobierno lo que creen les deben. Para eso sirvió el almuerzo del sábado en el hotel Sasso de Punta Mogotes, hoy en manos del gremio de los gastronómicos que lo compró en un remate judicial después de años de mala fortuna como negocio (pasaron por ahí desde el duhaldista Héctor Lence hasta los menemo-kirchneristas hermanos Cirigliano). Luis Barrionuevo debió dividir el comedor porque a la misma hora llegaba a almorzar Mauricio Macri -invitado de los gastronómicos a alojarse el fin de semana allí- junto a una banda de su partido PRO, empresarios y sindicalistas. Apenas se saludaron porque Barrionuevo tenía algo más importante que atender, un almuerzo con el «gordo» Oscar Lescano y el plástico Vicente Mastrocola para organizar un alzamiento de todos los gremios para dentro de dos semanas en el hotel de Luz y Fuerza de Mar del Plata. El diagnóstico de ese trío es que si el sindicalismo no se une todo para reclamarle los fondos atrasados para obras sociales, el Gobierno va a terminar manoteando también esa caja para compensar la sequía de no poder contar con reservas en un año con compromisos serios de pagos adentro y afuera.

Lescano se comprometió a hablar con Hugo Moyano para que las tres patas del sector, CGT oficial, «gordos» y la CGT Azul y Blanca de Barrionuevo se muestren juntos la semana que viene para decirle al Gobierno que tiene que cumplir con lo que les prometieron. Según lo que se dijo en esa mesa del Sasso el Gobierno ya le adeuda más de $ 3.500 millones de aportes a obras sociales retrasados. La crema de ese monto es lo que el Gobierno sigue reteniéndoles del fondo APE (Administración de Programas Especiales) que se distribuye entre los sindicatos para la atención de enfermedades subsidiadas (tratamientos infrecuentes o de alto costo). La deuda por ese fondo, calcularon Barrionuevo, Lescano y Mastrocolla, debe estar hoy en los $ 2.500 millones ya que se alimenta una décima parte del 9% que aportan los asalariados y las empresas para obras sociales. El último ejercicio el monto era de $ 900 millones, pero con los aumentos de salarios lo calculas casi ya en el triple.




Lescano contó que en la reunión que mantuvo Moyano con Cristina de Kirchner en un aparte del asado de fin de año en Olivos, ella le dijo que estaban analizando cómo hacer para pagarles. «Si dicen que lo van a analizar es que no nos van a pagar, sino que van a analizar cómo manotearlo», se dijo en esa mesa del Sasso, cubierta de rabas y abadejos de la mejor calidad. «Conocemos bien cómo es el trámite y qué hay que hacer, sólo firmar los pagos; cuando te dicen otra cosa, es que te van a embromar», remató uno del trío sindical. Lescano partió hacia Buenos Aires con la misión de convencerlo a Moyano de que debe ir a esa reunión de Mar del Plata porque si el Gobierno los sigue tratando como en la época de Graciela Ocaña -que suspendió los pagos porque decía que tienen un trámite oscuro- algo van a tener que hacer, y antes que intendentes, gobernadores y proveedores. Es difícil que hoy Moyano se preste a una foto con Barrionuevo, pero la sola amenaza, especularon en el Sasso, puede agitar el morral y soltar unas monedas.



A pocos metros, y mediando saludos lejanos con los gremialistas, Macri fue huésped del cuñado de Barrionuevo, el jefe de la obra social gastronómica Dante Camaño para un menú idéntico y destinado a que un grupo de empresarios, dirigentes del PRO y gremios amigos del macrismo escuchasen algo del proyecto presidencial. Un grupo entre quienes estaban los empresarios Martín Cabrales (cafetero) y Carlos Rivas (inmobiliario), los dirigentes Vicente Villarreal (CGT local) y Mercedes Morro (gastronómicos marplatenses) tuvieron de boca del jefe de Gobierno porteño una descripción del escenario electoral de 2011 que pareció darle veracidad al dicho del científico Alan Kay: «La mejor forma de vaticinar el futuro es inventarlo». Para Macri, Julio Cobos va a lograr juntar a todo el radicalismo detrás de sí, el peronismo oficial va a tenerlo de candidato a Néstor Kirchner, Francisco de Narváez no va a poder ser candidato por su inhabilidad de nacimiento, Carlos Reutemann no va a hacer nada y Eduardo Duhalde no va a medir. Por eso todo el peronismo no kirchnerista va a venir a buscarlo a él. Les puso sobre la mesa, sin citarlos, los dictámenes de su pollster Jaime Durán Barba, quien le dice que él es un candidato de mercado, que debe reforzar su buena imagen, recuperar lo que perdió y apoyarse en su popularidad en el voto de abajo, que sigue firme. En la mesa le señalaron a Barrionuevo, hoy gerente de la candidatura de Eduardo Duhalde; Macri respondió «Veremos», como dando a entender que cuando se midan en encuestas él va estar arriba.

Los anfitriones no son macristas pero siempre han tenido buena relación con él, desde Barrionuevo en Boca (el sindicalista lo ayudó a llegar a la presidencia del club) y los gastronómicos pesan mucho en la administración porteña por la cantidad de trabajadores que hay en comedores escolares y de hospitales. Macri sabe que llevarse bien con ese gremio es tan importante como hacerlo con los municipales y docentes. De Duhalde se dieron algunos detalles de su raid por los Estados Unidos, adonde presentó un libro en acto auspiciado por empresas del grupo Bulgheroni, usando el sello del Council of the Americas. Con esa acidez en el tratamiento del otro, hubo chanzas sobre el paso previo del ex presidente por República Dominicana. Estuvo antes de ir a Miami unos días distendiéndose en Punta Cana. Apenas partió se produjo el terremoto en la vecina Haití y la amenaza de un tsunami en todo el Caribe, lo que hizo obligada referencia a algún fluido duhaldista en esos desastres.




Macri repasó al resto de la galería de competidores y se mostró más lejos que nunca del «Colorado» De Narváez, quien comenzó la semana pasada a criticar su gestión porteña. Mira mucho las encuestas, me ve débil y cree que me tiene que pegar, explica en la mesa. Insiste en que la Justicia no lo va a dejar ser candidato a presidente, pero que el «Colorado» especula con que va a ganarle la interna del PJ a Kirchner y que la presión popular va a quebrar a los jueces y lo van a dejar ser candidato, sin pensar que lo van a impugnar antes de la interna. Quienes lo conocen a Macri creen que esta pelea con De Narváez lo anima porque hay un factor de competencia personal que funciona en él. En la sobremesa, Macri dejó ver algo más para 2011, una punta de quién puede ser candidato a sucederlo. «No tiene que ser nadie que use mis votos a presidente sino alguien que aporte votos propios», especula enigmático. ¿Horacio Rodríguez Larreta o Diego Santilli -hoy en carrera por ese cargo- tiene votos propios? Nadie responde y todos piensan en Gabriela Michetti. Macri no niega que la ha llamado a que se siente en la mesa chica del macrismo, que la alienta a un relanzamiento, a que forme equipos y, sin decirlo, a que se ponga en carrera. Todo cacique que se precie de tal tiene que alentar estas peleítas que sirven para inventar mejor el futuro.

Sobre Michetti: Macri ha quedado en medio de una pelea familiar entre padres de la niña Zahira, herida por la caída de un árbol en una plaza porteña. El matrimonio de Bárbara Lecaditto y Adrián Morales se ha allegado a Michetti desde que ésta la visitó apenas despertó del accidente y se enteró de que la niña había estado en un acto de campaña y la candidata le había regalado un chupetín, lo que llevó a Zahira a recortar una foto de un diario y ponerla en su mesa de luz. Michetti, quien en broma dice que «no soy Carrió en lo místico, pero por ahí ando», tomó el hecho como una señal divina y desde entonces ayuda a la familia y hasta los recibe en su casa los fines de semana hasta la madrugada. Enterado de eso, Aníbal Fernández, apareció también en el hospital, quizá buscando otra señal divina, y les ofreció a los Morales sacarlos de la pensión y proveerlos de una casa. Michetti trató de emparejar con un crédito del Instituto de la Vivienda, y eso hizo estallar una pelea conyugal. El marido se dice kirchnerista -milita en el partido de San Martín- y ya ha hablado varias veces con el jefe de gabinete. La esposa, una dama que estudió danza con Paloma Herrera y vivió dos años en los Estados Unidos, cree que no hay que politizar el caso porque, insiste, nadie compra su conciencia. Sobre este matrimonio desprotegido y desgraciado por un accidente de su hija, dialoga con Cristina de Kirchner, el jefe de Gabinete y otros funcionarios como si fueran jefes de Estado, a la espera de que algún tintineo desde el Estado los beneficie en la desgracia.



Macri, cuando cuenta este retablo, se conmueve por los extremos a los que puede llegar la política y dijo haber sentido arcadas cuando le contaron detalles del caso. Eso, y con esto remata el quincho marplatense de Macri, parece alejarlo al jefe de Gobierno de todo lo que huele a dirigencia formal partidaria. Así como discrimina de su entorno -o de la figuración en su entorno- de todo quien muestre experiencia política, cree que llegará adonde quiere explotando el recurso de su imagen y su distancia de lo institucional. Lo demostró en su caminata marplatense, en la cual se paseó solo y sin acompañantes ni custodios. El Gobierno le tiene destinados dos guardaespaldas que deben seguirlo; ayer a las 9 de la mañana preguntaban por él por el hall del Sasso. «¿Macri? Se fue a las 8 en un taxi».

«-Nos dijo que lo esperásemos a las 9 acá», se desconcertaron. Macri, después de ir en la noche del sábado a ver el partido que Boca perdió con Estudiantes, madrugó para irse a jugar al golf solo a Tulsa, una de las canchas populares de esa ciudad -otras veces prefirió la de Marayuí, en Chapadmalal- con dos marplatenses y un ignoto local a quien llamaron para que formasen pareja. Macri al salir del Sasso se subió a un taxi y el conductor le observó: «-Jefe, qué parecido es a Mauricio Macri». Silencio. Al llegar y después de pagar, se sacó el traje de Clark Kent y admitió: «-Sí, soy Macri. Votame».

Siempre solo, cuando terminó con el golf, se fue en otro taxi a Punta Mogotes, balneario «UTGRA en el Mar», adonde pidió de comer acompañado de nuevo por el cuñadísimo Camaño, con quien compartió el abadejo y otras confesiones. Por ejemplo, que la temporada actual no llega a ser lo buena que fue el año pasado. «Anoche -le contó Camaño a Macri- en Tío Curzio la mitad de las mesas estaban vacías». Ese restorán-concert, el más tradicional de Mar del Plata, es el barómetro para que los gastronómicos calculen cómo va la temporada, cuadro que alimentan además todos los delegados de hoteles, bares y restoranes. «Lo hacemos todo tiempo -le contó Camaño - porque sobre esa base calculamos después el reclamo de aumento de salarios en el año. Sabemos lo que ganan o pierden y eso nos impide pedir locuras».




En ese cuadro de la temporada, comentó Camaño que este año por la inseguridad ha declinado en Mar del Plata y otras plazas del país el negocio del delivery de comidas. Entre los asaltos a los pibes de delivery y el aprovechamiento que hacen los ladrones de los hogares que reciben el servicio, el público pide menos comida a domicilio. En el tema inseguridad se oyó en esa mesa del balneario gastronómico otra explicación de los asesinatos con el robo de autos. La explicación que encuentra la Policía es la sofisticación de alarmas, sistemas de encendido y cajas automáticas que impiden que un chorro sin experiencia sepa manejar un auto robado a la vieja usanza, con ganzúa. Para llevarse hoy un auto tiene que estar en funcionamiento, con el encendido ya activado y eso supone la presencia del propietario, porque de otra manera no los pueden manejar. Para pensar.



Lejos en la distancia pero cerca en las tribulaciones políticas del Gobierno al que acompañan con sus negocios, un grupo de empresarios buscó refugio en una fiesta que dio un crítico del kirchnerismo como Cristiano Rattazzi, titular del grupo Fiat pero también de la fiesta más importante de la temporada y, según algunos, la última del verano en las playas del Uruguay. Estar en la noche del sábado en Tequila parecía obligado para quienes festejan su descanso sin temor a la demonización que hace el kirchnerismo de esas playas (tanto que en este verano lograron correrlo a Macri, quien no ha pisado Manantiales). Pero fue un desafío a esos dictámenes de quienes pasan sus jolgorios en El Calafate (plaza turística mucho más cara que Punta del Este) que estuvieran Sebastián Eskenazi (YPF) y Analía Franchín, Gerardo Werthein (Telecom), Jorge Brito (h), Marcelo Elizondo (de Exportar, hombre que dejó Redrado en la Cancillería y que puede correr su mismo destino en el Gobierno) o Gustavo Canosa. No tuvieron empacho en participar de esta fiesta clásica y compartir el menú de arroz con langostinos y tragos a base de maracuyá con Santiago Soldati y el clan Macri, encabezado lógicamente por Franco que estuvo acompañado por familiares como su hija Florencia y otros que están a punto de incorporarse a la familia, como Malala Groba, la novia de Mauricio, que a la misma hora sufría la dura derrota de Boca frente a Estudiantes en Mar del Plata. Tampoco sin temor a reproches políticos por su elección, Nacha Guevara declinó convertirse en diputada pero aceptó ser parte de la fiesta y bailó con Leticia Brédice, Cecilia Zuberbuhler y Pablo Santamarina, Mora Furtado, Julieta Spina y el relacionista público Augusto Rodríguez Larreta, más un cúmulo de celebridades que iban de periodistas como Daniel Hadad, Mariano Grondona (víctima de los desniveles en la oscuridad de Tequila, un local al que jamás soñó entrar y menos a su edad), Ari Paluch y otros.

Desde la VIP -odiosa parcela que toleran los invitados a estas fiestas como una necesidad de estratificar socialmente a la concurrencia-, saludaban Marcela Tinayre y «Mecha» Sarrabayrouse, la hija de Susana Giménez, a una concurrencia que alcanzó su mayor lucimiento a la madrugada con la llegada de Marcelo Tinelli, quien se sumó a Miguel Acevedo (Aceitera General Deheza y vice 1º de la UIA), Richard Stuart Milne (Banco Patagonia), Alejandro MacFarlane (Edenor); Gastón Gaudio, Nicolás Repetto, Roberto Pettinato, Federico Braun (La Anónima), las bodegueras mendocinas Ercilia y Teresa Nofal (hermanas de Beatriz, funcionaria kirchnerista), el músico de rock «Corcho» Rodríguez y Verónica Lozano; Patricia y Rossella Della Giovampaola y Gustavo Yankelevich hasta totalizar unas 550 personas que se mantuvieron copa en la mano simulando danzar (el lugar no daba para muchos desplazamientos) hasta las 5 y media de ayer, cuando se rindió el último bailarín, que fue Gerardo Werthein. Poco se pudo hablar, pero en apartes en la entrada y salida conocimos los últimos enigmas con los cuales se cierran estos quinchos: 1) ¿aceptará Rafael Bielsa la presidencia de una Junta de Ética Pública que revisará la conducta de los funcionarios según ordena la ley respectiva? El cargo se lo ofreció Néstor Kirchner, quien espera respuesta. 2) ¿Quién es el empresario, marido de modelo top (más top imposible), que se hizo servir en Tequila un champán Veuve Clicqot y se fue sin pagarlo? Lo corrió un mozo, el empresario dijo haberle pagado a una camarera y el dueño le reclamó: «Decime quién es la camarera porque, o me estás cagando vos, o me está cagando ella». El empresario aludió a una confusión pero se declaró insolvente: «No tengo plata, mañana paso y pago». Lo están esperando, como Kirchner a Bielsa.




Vamos a terminar con un chiste científico. Gracias a los adelantos de los métodos de fertilización artificial, una mujer de 65 años logra -por primera vez en su vida- dar a luz. Todos sus familiares y amigos van a verla al sanatorio, y después de charlar un rato, los visitantes piden lógicamente ver a la criatura. La flamante madre les dice:

-No, todavía no...

Siguen conversando un rato más, y uno de los amigos vuelve a pedir ver al bebé. La madre vuelve a responder:

-No; mejor no; esperemos un rato...

-Mujer: hace más de dos horas que estamos acá y todavía no pudimos ver al nene. ¿Cuándo nos vas a dejar verlo?

-Y... cuando llore.

-¿Y se puede saber por qué hay que esperar a que llore?

-Porque no me acuerdo dónde lo puse...

Dejá tu comentario