22 de junio 2010 - 00:00

Charlas de Quincho

El único kirchnerista que tenía algo para festejar este fin de semana, cuando Jorge Taiana se erigió en el aguafiestas, era el gobernador de Entre Ríos, Sergio Urribarri. Primero consiguió que gente de su provincia siga encargada, en la cancillería Timerman, del acuerdo con Montevideo por los controles ambientales sobre el río Uruguay. El ex intendente de Concordia Hernán Orduna permanecerá como delegado argentino en la CARU (Comisión Administradora del Río Uruguay), unas oficinas que en el loteo de cargos en todos los Gobiernos es dominio entrerriano. Pero lo más importante era el casamiento de su hijo Bruno, jugador de fútbol del Asteras Tripoli de Grecia, que quiso despegar de la política. Invitó a pocos políticos, entre ellos el vicegobernador José Eduardo Lauritto y el senador nacional Guillermo Guastavino, pero en calidad de amigos. Lacró los detalles de la fiesta porque temía ofrecer un retablo -por usar un lugar común- menemista que atentase contra su pretensión de exhibir un perfil austero, algo poco común entre los políticos. Las albricias del matrimonio, sin embargo, se notaron porque montó dos carpas en un predio de la Prefectura junto a la laguna Salto Grande de Concordia, en donde unos 500 familiares y amigos comieron, bebieron y danzaron hasta las 11 del domingo. Mostrarse entre políticos lo hubiera expuesto al gobernador a la obligación de contar algún secreto que conoce de la renuncia de Taiana, ya que estuvo a la hora del almuerzo el jueves junto al canciller y pudo escuchar alguna cuita que terminó pocas horas después con su salida.



Urribarri, además, está obligado a un equilibrio frágil en el peronismo porque Néstor Kirchner le hizo un presente griego al designarlo junto a Daniel Scioli y Jorge Capitanich como interventores del PJ de la Capital, tarea que resisten los dirigentes porteños. Kirchner cree que su proyecto de ser candidato a presidente el año que viene sólo se sostiene si en ese distrito, el segundo en cantidad de votos, logra por lo menos el apoyo del 20% de los votantes, hoy un imposible si se mira la trayectoria en las urnas de los kirchneristas. El trío trata de cumplir ese mandato, pero el sector kirchnerista que sesiona todos los jueves en El Histórico -restorán del edificio que ocupó en la calle México la Biblioteca Nacional- ha trabado la tranquera y ni se han dignado a tomar un café con esos gobernadores. La semana que pasó, ese grupo porteño que conducen Carlos Tomada, Daniel Filmus y Guillermo Oliveri -confirmado como secretario de Culto de Timerman- decidió pedirle a Kirchner que se los saque de encima porque para ellos que intervengan punteros de otros distritos les dificulta la tarea de armar el kirchnerismo porteño. Creen que ese trío lo puso Kirchner a pedido de su adversario, el sindicalista de los porteros, Víctor Santa María, para que lo admitan a él en el equipo kirchnerista y, especialmente, para que le busquen un lugar allí a su ahijado, Jorge Telerman. Los hombres de El Histórico señalan a Santa María y a la cúpula del PJ que conduce Juan Manuel Olmos de ser blandos con la gestión de Mauricio Macri, cuyos proyectos en la Legislatura mandan a votar. «Hay que vivir», es la respuesta que viene de ese lado, pero eso no los convence de abrirle la puerta al trío que integra el padrino de la boda de Concordia, es decir Urribarri.



La otra fiesta fue más lejos. Ya con el pánico de la crisis europea controlado, un nutrido grupo de economistas navegó en barcos antiguos por el fiordo de Kiel. Fue el sábado por la tarde, en el marco de la cumbre del influyente Instituto para la Economía Internacional de Kiel, en la que otorga sus distinciones anuales. En primer término, los economistas abordaron barcos a rueda; luego lo hicieron en barcos a vela. Mientras, por lo menos mil veleros antiguos procedentes de decenas de países se apretaban en los doce puertos deportivos del fiordo o navegaban por las mismas aguas que los hombres de números celebrando el comienzo del verano europeo. Por cierto, los turistas no imaginaban que en uno de los barcos a rueda se agrupaban 12 economistas de distintos países, entre ellos el premio Nobel Paul Krugman, el ministro de Finanzas turco Mehmet Simsek y el ex secretario de Finanzas y hoy embajador en Berlín Guillermo Nielsen, exponiendo y debatiendo acerca de la situación global. Recuérdese que como una derivación de la crisis griega, en el mundo se estudia el desarrollo que tuvo la economía argentina tras la crisis de 2001 y la reestructuración de su deuda. Hubo, tras las tres horas de navegación que comenzaron con sol radiante y culminaron con chaparrones, una gran reunión formal de premiación en la que habló el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schauble, y reuniones limitadas a economistas y empresarios para discutir la crisis y la globalización.



El debate recurrente en los barcos y en las mesas fue el referido a la conveniencia de levantar o no los programas de estímulo a las economías financiados con deuda para salir de la crisis. Los alemanes tienen una respuesta contundente: se sale de esto con austeridad fiscal y regulación de los mercados financieros. El mundo académico anglosajón se manifiesta horrorizado ante esa posición. El otro gran tema es la incógnita sobre si la coalición de gobierno gana o no las elecciones presidenciales del próximo día 30. Tan sorpresivamente como renunció a la dirección del FMI, Horst Köhler renunció recientemente a la presidencia alemana, obligando a Merkel a buscar un candidato de consenso: Christian Wulf. El problema es que la oposición encontró un candidato mejor: un ex militante por los derechos humanos de la antigua Alemania oriental, Joachim Gauch, que goza de un gran prestigio.



El mismo clima mufa y apesadumbrado que hubo entre los funcionarios que viajaron en el avión presidencial desde Rosario el sábado se prolongó en Olivos, adonde esperaba un Néstor Kirchner todavía sorprendido por la renuncia de Jorge Taiana. «No sé que le pasó, estoy sorprendido por la renuncia», se lamentó con los ministros que pudieron hablar con él, que se recluyó a ver partidos de fútbol y a celebrar en familia el Día del Padre. Los ministros que viajaron el sábado al Día de la Bandera se habían quejado de que los habían alejado de la familia justo ese día, pero todos transmitían el mismo ánimo preocupado del matrimonio por la crisis del gabinete. Para todos, en esa cápsula que es la nave presidencial esa renuncia de un colega de tantos años era algo así como una muerte en la familia. Sin explicaciones para los Kirchner, y sin que nadie le encuentre tampoco razones políticas a lo que parece un choque de temperamentos, se miraban en silencio, eludiendo preguntar por el tema y se dieron a interminables especulaciones sobre un cambio profundo en materia de política exterior. ¿Imaginó alguien que los Kirchner iban a tener un canciller antichavista, anticastrista y, menos novedad, tan anti-Irán? Tendrán que poner barbas en remojo los DElía y los Follonier, pero también los críticos del Gobierno que se quejaban de una inclinación hacia el eje del mal en materia de política exterior. Sincera Timerman algo que el discurso oficial trataba de ocultar para no herir a sus aliados de izquierda: las buenas relaciones con Washington que el ex embajador ha construido desde que asumió como cónsul en Nueva York y después como embajador.



Uno de los pocos funcionarios que pudo ingresar fue el propio Timerman, quien se enfrascó con el matrimonio en detalles de la agenda exterior que ya con Taiana era la más cargada del Gobierno. Primero de todo, ¿quién reemplazará la silla vacía en Washington? Los Kirchner hasta anoche no tenían nombre para el cargo. Le pidieron alguna sugerencia a Timerman, pero éste se limitó a describir las dificultades de la función. «Es un cargo muy complejo; hay muchos frentes para atender. La situación en el Gobierno de Obama es difícil y hay que designar a alguien que tenga capacidad, contactos y experiencia», aconsejó sin dar nombres. Los Kirchner -ha dicho el propio Timerman antes de ahora- nunca han querido tener un embajador en Estados Unidos. Creen que la formalidad de las relaciones en ese nivel los expone a riesgos e inconveniencias que pueden comprometer el manejo directo que tienen ellos de esas relaciones. Toleró Kirchner cuatro años a José Bordón como embajador sin darle juego en nada importante; con Timerman han aprovechado su agenda y su iniciativa en temas propios. Quizás ahora prefieran seguir sin tener embajador y que a Washington lo siga atendiendo Timerman desde Buenos Aires. No lo tienen en Uruguay, ni en Londres, ni en Italia, ni en otros países con asuntos delicados. Lo último que dejó Taiana listo en su oficina fue un envión para sacar la embajada en Italia para Torcuato Di Tella y bajarlo a José Nun de la de Londres. A Timerman se le atribuye promover ahora al ministro a cargo del consulado en Nueva York, Alejandro Bertolo, como su reemplazante en Washington, cargo para el que otros señalan a Jorge Argüello, aunque éste hasta anoche decía estar lejos de cualquier martingala de cargos.



También repasaron los documentos del G-20, adonde Timerman iba este fin de semana con el sombrero de «sherpa», pero adonde viaja ahora con el de canciller. ¿Qué hacemos? Saltó el nombre del nuevo sherpa, será

Alfredo Chiaradía, que el

flamante canciller quiere que siga siendo secretario de Comercio y Relaciones Económicas Internacionales, función con la que Cristina está conforme. Repasaron el caso Sadous en los términos como se informa en la pág. 11 de esta edición y zarandearon ideas sobre lo que puede hacer Timerman en el cargo, adonde aprietan asuntos como Gualeguaychú, el viaje a China y las relaciones con Brasil. Un punto importante de la charla fue el viaje a Toronto el viernes para el G-20, adonde Cristina tendrá una reunión con empresas mineras canadienses que tienen inversiones en la Argentina. Para eso subió al avión a los gobernadores José Luis Gioja y Luis Beder Herrera, que padecen el acoso de los ambientalistas para que pongan restricciones a esas actividades que se presumen contaminantes si no hay controles adecuados.



En por lo menos dos reuniones secretas en Olivos, Timerman logró acuerdo presidencial para lo que anunciará hoy en su jura, para la cual consiguió lo único que quería Cristina, que esté presente el renunciante Jorge Taiana. Timerman habló con él apenas llegó el sábado a Buenos Aires y le sacó ese compromiso. «No te hagás problema, te va a ir bien -lo consoló Taiana-; tenés capacidad para el cargo. Me voy afuera hasta el lunes y nos vemos el martes en la jura. ¿Cómo no voy a ir?». Taiana permaneció en Buenos Aires para retirar sus avíos del despacho del piso 13 y para explicar en un maratón de llamadas telefónicas su renuncia. «Sentí que ya no tenía la confianza necesaria para seguir», escucharon decenas de diplomáticos argentinos, cancilleres y hasta algún presidente que se comunicó con él para saber si había algo más detrás de la anécdota. Ni él ni la Presidente quisieron contar mucho, porque la realidad es que Taiana dio el portazo el viernes, enojado por el examen de lealtad a que lo sometió en tono casi de broma Cristina por sus relaciones con la prensa. Algo que es un pretexto porque lo de Brasil monitoreando el río Uruguay lo habían publicado todos los diarios, no sólo Clarín, así como el canciller había recibido el jueves a periodistas de ese Grupo y de todos los medios que quisieron hablar. Lo hacía con frecuencia, y también lo hacen otros ministros a quienes los Kirchner suelen hacer la misma broma sobre prensa que los protege. Eso no podía enojar a nadie.



No es posible saber en este momento qué motivó que Cristina de Kirchner usase el pretexto de la publicación en Clarín para pelearse con Taiana. Es posible que ni quisiera una ruptura y que en estos momentos esté pensando en alguna reivindicación del ex canciller con algún cargo de relumbrón. No puede tolerar que se diga que ella lo echó a Taiana y que éste salga a rehacer su vida por ahí sabe Dios con quién y en una de esas, criticando. Es un alivio que diga que no abandona el proyecto, sino el puesto de lucha; por eso en el relato oficial la renuncia ha sido por cuestiones personales y no diferencias de criterio -que es lo que dice el texto de la renuncia-. Algo pasó seguramente en las 48 horas previas a la dimisión que resintió una relación marcada por diferencias. No hay ministro que haya estado más con la Presidente en ese lapso. Lo recibió el miércoles por la noche y vieron juntos el comienzo de la asamblea de Gualeguaychú. El jueves lo llamó a su despacho a escucharle el informe de las repercusiones, lo que había hablado con Sergio Urribarri sobre la reactivación de la CARU (Comisión Administradora del Río Uruguay) como órgano para vigilar Botnia. Tan entusiasmados parecían que se subieron al helicóptero y se fueron juntos a Olivos, en donde continuaron la charla con Néstor Kirchner, agregando otros asuntos como la secretaría de éste en la Unasur.



Hablaron esa noche del jueves en Olivos de cómo quiere el santacruceño refaccionar su imagen de fighter y presentarse como un amable componedor de entuertos ajenos. Es algo que le piden los votantes a un candidato y cree que la Unasur es la oportunidad para hacer crecer ese flanco. Por eso cuando fue al Paraguay estuvo con Fernando Lugo, pero también con sus opositores. Ahora quiere ir a Chile y mostrarse como un hombre amplio que puede hablar con quienes están en sus antípodas ideológicas. ¿Le tomaron examen en esas reuniones a Taiana sobre si debía ser el hombre para llevar adelante la nueva etapa en Gualeguaychú? ¿Dijo algo, sin darse cuenta, que no les gustó? ¿No reclamó ante el matrimonio méritos para sí en el levantamiento del puente, o en el armado de la posición argentina en la reunión de la semana que viene en G-20, o en la recomposición de las relaciones con China, adonde va la Presidente la semana que viene? Para los conspirativos: ¿no deslizó críticas a otros ministros al decir que era inevitable que el ex embajador Eduardo Sadous cuente sus historias venezolanas ante la Comisión de Relaciones Exteriores de Diputados, que maneja el duhaldista Alfredo Atanasof? ¿Acaso señalar responsabilidades por el tema Brasil-Botnia no disfraza enojos presidenciales por otras publicaciones del viernes de la renuncia?



Con las horas se sabrá qué agravio rompe una confianza, casi una intimidad, que nació cuando Taiana era vicecanciller de Rafael Bielsa, éste estaba de viaje y estalló el caso Hilda Molina en Cuba. No había nadie en la Cancillería y Taiana fue a dar explicaciones a Casa de Gobierno. Nunca antes habían tenido una reunión a solas Kirchner y Taiana; de esa reunión salió la ejecución sumaria del jefe de Gabinete de Bielsa, Eduardo Valdés. El canciller-poeta dejó el cargo al año siguiente y Taiana se adueñó del piso 13º. Uno de los ministros que acompañó ayer a Cristina a Rosario ensayó una explicación simplista que puede ser la razón de lo que pasó: lo que la Presidente hizo esa mañana fue una «gastada», una «verdugueada» que disparó alguna neurona sensible de Taiana. Las mujeres, decía ese ministro, no pueden verduguear como los varones; la palabra de una mujer es tan fuerte que cuando ensaya la gastada termina siendo hiriente; es una censura que sólo puede tolerar un marido o un hijo, pero no un subordinado. Ni en privado ni como chicana admitiría jamás Taiana que se lo comparase en militancia o lealtad con Amado Boudou. Ese choque de tonos y estilos termina produciendo una baja sensible en el gabinete y, siempre sin quererlo, exalta a este nuevo canciller, que parece en las antípodas de lo que quiere significar el kirchnerismo en política exterior. 



¿Irá Taiana a alimentar el peronismo disidente? Nadie lo cree y menos los Kirchner, que saben que el renunciado canciller es un militante consecuente de un peronismo que fue insurgente, que padeció persecución como casi nadie en el equipo de ministros y que no busca cargos. Tendrá tiempo Taiana para visitar la bodega que tiene en San Rafael (Mendoza) en sociedad con su suegra Susana Sanz (no es familiar de su comprovinciano Ernesto, jefe de la UCR), una mujer que estuvo en el peronismo duro de los 70 (se le atribuye haber sido «la segunda de Norma Arrostito»), se exilió en México, donde conoció a Taiana, que se casó años después con su hija Bernarda, hoy una productora de TV que es socia del ex Telefé Claudio Villarruel. A propósito, con esta salida de Taiana, ¿conservará su suegra el cargo que tiene en el Consejo Nacional de la Mujer o lo someterán al tratamiento Alberto F., purgando del Gobierno a todos los taianistas -grey que, la verdad, no es muy numerosa-?



Como Taiana, Timerman tiene su pata familiar mendocina. Su esposa administra la bodega de la familia y produce los exquisitos vinos Mendel -Daniel Scioli es un aficionado a esos caldos con tanta fidelidad que cuando lo invitan a una cena lleva algunas botellas en el baúl del auto y las ofrece cuando el vino de la casa deja algo que desear-. Además, el cuñado de Timerman, Carlos Sielecki, es socio de la concesión del agua en Mendoza que está en proceso de reestatización. La familia de la esposa del nuevo canciller está encabezada por la empresaria Lily Sielecki, quien repetía en cuanta reunión aparecía que su yerno sería en cualquier momento canciller, aunque nadie cree que esta exaltación al cargo se deba al lobby de esta dama. Timerman recibe una oficina desarmada y con una agenda caliente abierta: va esta noche a Nueva York a defender la soberanía en Malvinas, participa el jueves de una recepción que da el embajador en la ONU Jorge Argüello a los embajadores de los países que integran el Comité de Descolonización. Será en su nueva casa de Manhattan -sale del departamento chico que le habían asignado; ahora tiene una casa de la que Argüello ha alcanzado apenas a refaccionar la recepción que se mostrará ese día-. A la mañana siguiente se va a Toronto para acompañar a Cristina en la cumbre del G-20. 



Sólo Cristina introdujo algún apunte gracioso en esas mesas preocupadas de Olivos. Fue cuando relató que en el acto del Día de la Bandera, cuando hablaba desde el estrado, identificó a un militante -«un gordo de campera roja», agregó- que le gritaba a cada rato: «¡Vamos Cristina, vieja nomás!». Aprovechaba los silencios del discursos y contraatacaba «¡Vamos Cristina, vieja nomás!». Riendo, en medio del discurso Cristina se alejó del micrófono y le comentó a un ministro que estaba a lado de ella: «¿Viste? ¡Me está tratando de vieja! ¿Quién lo mandó?». Eso provocó carcajadas en el estrado y también en Olivos cuando se lo contó al consorte. En Rosario registró la Presidente y su comitiva la cantidad de paredes pintadas con la leyenda «Bielsa Gobernador». Demasiado cartel, pero Bielsa hace mucho que no se aparece por Rosario, se quejaron los kirchneristas que acompañaron a Cristina en el viaje. También sobre Rosario la delegación trajo la impresión de que la pelea interna por la nueva conducción del club Rosario Central está tan caliente que puede hasta hacer una intervención judicial del club. La causa es que ninguno de los candidatos ha logrado aún los avales y amenaza un postulante que dicen tiene calificación 5 (insolvente irrecuperable) en el ranking de deudores que hace el Banco Central.



En estos días, no ser original es inevitable y por eso se le perdona el pecado a la Fundación Juan A. Fernández que hizo del Mundial de fútbol el motivo central de su cena de gala en el Hotel Intercontinental. Fue una noche de diversión, donde el momento más alegre estuvo a cargo de Mirtha Legrand charlando desde el escenario con Mauricio Macri. Ambos han hecho una rutina de sus diálogos estilo dúo Pimpinela. «Usted siempre me va a retar aunque haya cumplido con el pedido que me hizo el año pasado de incorporar más personal al hospital», le dijo el jefe de Gobierno. La diva aprovechó para retrucarle: «Pero usted tiene que hacer más. Ahora se necesita mejorar la sala de terapia intensiva. Mauricio contestó: «Como siempre, la última palabra la tiene usted. Después de las palabras de Miriam Bagó, la presidenta de la fundación que ayuda a sostener al Hospital Fernández, una pareja de bailarinas poco estilizadas abrió el fuego con una danza zulú, una especie de waka-waka que acompañó la gente con palmas.

Entre los asistentes estaban el presidente del Grupo Financiero Galicia, Eduardo Escasany, Alejandro y Bettina Bulgheroni, Guido y Mónica Parisier, Gino Bogani, Lili Sielecki (a pocas hora de que su yerno Timerman se convirtiese en el nuevo canciller de los Kirchner), Patricia Miccio, Teté Coustarot, Teresa González Fernández, la artista plástica Julieta Kemble y Jorge Lukowsky, de Aeropuertos 2000, entre otros. Mónica Parisier, que estaba ataviada acorde con el evento con un vestido animal print de leopardo diseñado por Bogani, a pesar de haber comprado varias rifas no ganó el viaje a Sudáfrica para ver un partido de la Selección argentina, pero se conformó con el segundo premio: la pelota del Mundial, la Jabulani (quiere decir celebración en zulú) y un viaje a San Pablo. Luego se subastó una camiseta del seleccionado firmada por todo el plantel. Alejandro Bulgheroni hizo la oferta más alta, 20 mil dólares. 



En las mesas no sólo se hablaba de esta sorprendente Selección, sino de distintos temas. Por caso, uno de los profesionales comentó que en la Ciudad de Buenos Aires hay ocho médicos por cada enfermera. Por supuesto que la desproporción sorprendió y le preguntaron si la cifra no era equivocada y estaba al revés. El hombre explicó que no hay gente que quiera estudiar para ser enfermera y que es un fenómeno que pasa en todo el mundo, aunque sin la exageración de Buenos Aires. Los temas económicos, especialmente cuando se trata de profecías, pueden competir con el fútbol y salir airosos. Por eso uno de los empresarios que recibe informes puntuales de una prestigiosa consultora captó la tensión de los doce comensales de su mesa cuando dijo que se estima que este año el consumo va a aumentar un 33% y que con este volumen de cosecha de soja y estos precios, la economía crecerá como mínimo un 6%. Por supuesto que no contestó si el consumo va a crecer en esa proporción porque ésa va a ser la inflación. A todo esto, en la pista, Macri bailaba con su novia Juliana Awada. La danza se interrumpió exactamente a la medianoche, cuando partieron junto a la Legrand sin dejar por detrás algún zapatito como la Cenicienta. Apenas se marchó, uno de los asistentes contó que Macri debe haber cambiado de profesor de oratoria, porque está más suelto y vocaliza mejor sus discursos.



La semana del arte culminó en la Fundación Proa con una historia principesca: la presentación de un libro dedicado al artista cordobés Tomás Espina. Todo comenzó cuando la marchand María Casado conoció al príncipe rumano Eric Sturdza y, a su bella mujer, Afshan Almassi; como querían ver arte joven, los llevó a la galería de Ignacio Liprandi, les mostró la obra de Espina y la bella princesa Afshan quiso hacer algo más que comprar pinturas y dibujos. Así, el banco Baring Brothers Sturdza, que tiene a su marido como mayor accionista, no sólo publicó un libro sobre el artista, sino que además lo celebró con una comida en el restorán Patagonia Sur de Francis Mallman, a pocos pasos de Proa. Los platos más festejados, además del cordero, fueron las remolachas asadas con yogur y mentas, la humita andina, y la breve torta de peras con helado de limón.

Estaban Adriana Rosenberg, Marta Minujín y su hijo Facundo Gómez Minujín, Julia Converti, Ezequiel Eskenazi, Maia Güemes, Gloria Silva, Roberto Jacoby, Sid Krochmalny, Roberto Amigo, Nicola Costantino, María Marta Pichel, Gabriel Werthein y Marion Helft. Paula Toto Blake y Martín Churba contaban sobre la muestra «Sombras», que presentan el viernes en el Espacio Vidriera, mientras el tema dominante era el regreso al país de Amanda Timerman, hija del próximo canciller que trabajó durante un año en la Fundación Proa, antes de partir a Washington.



La misión que se propuso el radicalismo apenas se despachó en Buenos Aires la interna en favor de Ricardo Alfonsín fue: «Hay que salir del Elevage», hotel porteño que desde hace años es un búnker del nosiglismo («Coti» quedó entre los perdidosos del cobismo en esa querella). Han encontrado otro lugar en donde conspirar, el hotel Dazzler de Barrio Norte, adonde llegaron el martes pasado los delegados de las tres bandas radicales -cobismo, alfonsinismo y lilismo, sector encabezado por el responsable de vigilarla a Elisa Carrió, Mario Negri, de quien algunos radicales creen que en realidad la representa a ella ante la UCR-. Mirándose las caras, el diagnóstico fue sencillo: piensan que el electorado va a las urnas dividido en tres: kirchnerismo, peronismo disidente y alianza UCR-socialismo-lilismo y que hay que soltar al partido de sus candidatos. Que Cobos, Alfonsín y, si quiere Carrió, salgan a buscar votos en los próximos 12 meses, y después nos vemos. En esa mañana hubo resignación a que este nuevo armado limita a la UCR al antiperonismo, porque no hay sector del PJ que esté dispuesto a aliarse con ellos. Le prenden una vela a que Carlos Reutemann no suelte su candidatura porque en ese caso los dos peronismos están más cerca de juntarse y aislar más al radicalismo en la opción gorila, para decirlo brutalmente. De Macri también recibieron señales de que acepta ya la idea de hacer un frente con el peronismo disidente y hasta disputar la primaria de esa fracción, con lo cual se despiden también del apoyo de los pocos macristas-radicales para alimentar su coalición.



En esa reunión hubo tiempo para las preguntas sin respuesta: ¿por qué fue Sanz al lanzamiento de una plataforma peronoide elaborada por Roberto Dromi y un lote de ex funcionarios peronistas de gobiernos anteriores? La respuesta tiene nombre de obispo: Jorge Bergoglio, quien hace responsable a Sanz de esa señal confusa de aparecer en ese lote de dirigentes entre quienes estaban José Manuel de la Sota, el disidente De Narváez y el cobista Enrique Nosiglia. El jefe radical, lo disculpó uno de sus asesores, es un hombre de fuertes convicciones religiosas, algo poco común en la UCR, un partido laicista. Tanto que el fin de semana anterior interrumpió todo para viajar a Salta y participar de una peregrinación de la Virgen del Cerro, una celebración que juntó a políticos (entre ellos, Teresa González Fernández, que fue desde Buenos Aires en micro) y seres humanos hasta un número de 20 mil. Sanz trató de poner algo de humor en su disculpa, y contó el cruce que tuvo el lunes en un seminario ante un centenar de CEO que organizó una consultora, con Daniel Scioli. Los habían llamado para dar alguna pista, a puertas cerradas, sobre el futuro político del país, pero el gobernador, según Sanz, se dedicó en todas las intervenciones a leer el récord de realizaciones de su administración en Buenos Aires. En un momento el senador, riendo, lo interrumpió y dijo: «Si Daniel sigue hablando de lo bien que gobierna en Buenos Aires, yo les hablo de todos los logros de la UCR en 130 años de historia, y seguro que la sala se queda vacía». 



En las horas que dejan libres los feriados y el Mundial, el peronismo también se dio tiempo para las evocaciones. Un grupo de amigos se juntó en una parrilla de San Telmo para recordar al operador todoterreno Mario Granero en el cuarto año de su muerte que, tratándose del personaje, consistió en una parrillada con guitarreada. Como jugaba con todos los sectores, los hubo de todas las bandas de amigos, incluyendo al conjunto folclórico que Granero auspiciaba en vida, «Los Colorados», que actúa en La Plata y trata de proyectarse al mundo desde tan devaluado género musical. Presidió quien fuera jefe de Granero, Antonio Cafiero, y organizó quien lo reemplazó como vocero y asesor del ex senador, Guillermo Piuma, un operador que bascula entre el peronismo disidente y el urtubeísmo (asesora también al gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey). Estuvieron Alberto Iribarne, Mario Burkun, Enrique «Mono» Graci Sussini, Emilio Berra, Osvaldo Agosto, Moisés Ikonicoff, Julio Fernández Baraibar, Joaquín Alonso, Mario Chueco y algunos de los integrantes de la agrupación «Otros Hijos», como gustaba llamarla Granero: el concejal PJ de Areco Francisco Durañona, el diputado nacional catamarqueño Dalmacio Mera, Mariano Pinedo, Inés Iribarne, Guillermo Madero, Fernando Gril, etc. Vino y guitarra hasta la medianoche del 18. Habló Cafiero, quien reivindicó la figura del militante. «El peronismo necesita muchos Mario Granero», y leyó los mensajes de adhesión de tres íntimos de Granero que no pudieron llegar: Felipe Yofre, Felipe Solá y Ginés González García.



Vamos a terminar con un chiste ingenuo. Una familia de campesinos que nunca había estado en una ciudad viaja a Buenos Aires. Por recomendación de amigos, lo primero que hacen al llegar es ir a un shopping center. El padre, la madre, la hija y el hijo no salen de su asombro ante las vidrieras, los locales, la mercadería que ven. En un momento, el padre y el hijo se separan de las mujeres de la familia y quedan frente a dos hojas de metal doradas de dos metros de altura. El hijo le pregunta al padre qué es, y el padre admite:

-Hijo mío; no tengo idea. Nunca vi nada igual en mi vida.

Se quedan contemplando las hojas de metal, y una anciana en silla de ruedas se acerca a lo que -obviamente- son las puertas de un ascensor. Toca el botón llamador, aguarda unos instantes, y las puertas se abren. La mujer entra al elevador, aprieta un botón y -para asombro de los campesinos- las puertas se cierran delante de ellos y la mujer desaparece. Todavía aturdidos por lo que había pasado, cuál no sería su sorpresa cuando -un minuto más tarde- las hojas de metal vuelven a abrirse, y del cubículo emerge una bellísima rubia, alta, de unos 25 años. El padre queda boquiabierto unos segundos, y le grita al chico:

-¡Rápido, hijo: andá a buscar urgente a tu madre!

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