4 de julio 2011 - 00:00

Charlas de Quincho

Abundó en quinchos, cenas y saraos el último fin de semana previo a las elecciones en Capital. Participamos, en La Plata, del decepcionante partido de Copa América (con imprevista bandera política opositora que se filtró en una tribuna) y de los muchos almuerzos a los que concurrió José María Aznar en su visita: el más jugoso tuvo que ver con la minera Barrick y un guiño del Gobierno. La boda de un exdiputado peronista fue más una multipartidaria que un ágape, y le contamos al lector los diálogos más sabrosos (aquellos que sólo se dan en el sector fumador); por caso, el eventual rediseño de ministerios después de octubre. Y terminamos con un quincho benéfico en el que, una vez más, triunfó Martín Palermo. Veamos.

Daniel Scioli, anfitrión de la Selección que jugó el primer partido de la Copa América en el Estadio Único de La Plata, llevó ayer a una reunión con fútbol y asado a Diego Maradona. Nadie le pudo sacar al «10» una sola opinión sobre cómo jugó el equipo de Sergio Batista, su sucesor.
Daniel Scioli, anfitrión de la Selección que jugó el primer partido de la Copa América en el Estadio Único de La Plata, llevó ayer a una reunión con fútbol y asado a Diego Maradona. Nadie le pudo sacar al «10» una sola opinión sobre cómo jugó el equipo de Sergio Batista, su sucesor.
Mientras la crispación empieza a alcanzar al rostro de los políticos en campaña, la gente aprovecha para enfiestarse. Difícil abarcar una semana con tantos saraos, cenas, conspiraciones, festejos de cumpleaños, casamientos, cenas de organizaciones como Conciencia, benéficas como la de Unicef, seminarios empresarios (públicos como el de Idea en Salta, o privados como los desayunos y cafés de José María Aznar en el búnker que instaló en el Palacio Duhau) y, encima, la Copa América, que motivó reflexiones en muchos sobre la fatalidad y brevedad de la vida. La Argentina, meditaban políticos, empresarios e invitados varios en la bandeja vip del Estadio Único de La Plata, ha perdido todos sus clásicos por el descenso de equipos de cada pareja. Entre los ministros que acompañaron a Daniel Scioli, dueño de esa fiesta, y a Evo Morales, se lamentaron de que el único que queda en pie es Racing-Independiente -festejaba Julio Alak-, porque hasta nuevo aviso no juegan más ni Boca-River, ni San Lorenzo-Huracán, ni Rosario Central-Newells ni Estudiantes-Gimnasia. Habían llegado alegres a esas gradas privilegiadas, pero a medida que avanzaba el partido, y con Bolivia ganándolo, brotaron las asperezas de alta tribuna. Aníbal Fernández, que cuando ve fútbol se transforma y vive los partidos con la pasión de la popular, llegó a preguntarle a Evo Morales: «¡Vos te viniste con el gas, pero también te trajiste al árbitro!». Amado Boudou, festejado por su candidatura, prefirió alejarse de sus colegas del gabinete y se fue con Diego Bossio y un grupo de jóvenes que los acompañaban, a una zona más cercana a los hinchas sin chapa. Karina Rabolini festejaba cada acierto de Messi (no fueron muchos) y otros aprovechaban la molicie de algunos momentos del juego para seguir con las reflexiones. Por ejemplo, que algo debe estar pasando en alguna profundidad que nadie ve, porque han descendido el equipo de Cristina de Kirchner (Gimnasia), el del jefe de Gabinete, Aníbal Fernández (Quilmes), y al que siempre benefició el monopolio y sus gerentes (River Plate).



El que más se divertía era un personaje al que se conoce como uno de los laderos más fieles de Julio Grondona, el presidente de la Asociación Uruguaya de Fútbol, Eugenio Figueredo, que en la ronda previa de bocaditos que ofreció Scioli a los invitados preguntó en voz alta: «¿Cómo es esto? Yo he venido a tres inauguraciones de este estadio. Primero en mayo de 2002 cuando estaban Duhalde y Scioli para un partido que se suspendió por la lluvia; después en junio de 2002, cuando se hizo ese partido, y ahora parece que lo inauguran por tercera vez». Algunos de los presentes como Alak, que estuvo en esos actos, miraba para otro lado. Pero Figueredo siguió: ¿por qué dice AFA, Asociación del Fútbol Argentino, si el fútbol no es argentino, es la asociación. Nosotros -siguió- le ponemos uruguaya a la asociación, y eso lo recordaba siempre Dante Panzeri. Como es extranjero no entendió qué pasaba cuando en un momento la multitud estalló en silbidos. Fue cuando de una tribuna de ese estadio que lucía todo naranja con leyendas sobre la gobernación Scioli, se desplegó una inmensa bandera argentina que fue bajando hasta descubrir el lema «Francisco de Narváez gobernador». Picardías de la campaña que igual motivaron una orden de investigar quién dejó entrar esa bandera cuando las autoridades suelen controlar qué llevan los hinchas, especialmente banderas que puedan irritar a alguien. De hecho, un par de ONG dedicadas a combatir la violencia en el deporte había fracasado en ingresar con banderas con consignas altruistas. Ya se sabe que por unos pocos pesos cualquier barra cuelga banderas en favor de alguien, pero que ocurriera en esa fiesta sorprendió a todos, hasta al público que entendió que llevar la pelea política a esa jornada ya parecía mucho.

Como había mayoría del oficialismo en la bandeja de invitados, hubo una plétora de especulaciones sobre la ausencia de Cristina esa noche, que pudo aprovechar como oportunidad proselitista para su candidatura. Sobraron quienes atribuyeron ese faltazo a que el partido ocurría en la ciudad de su equipo que acaba de irse al descenso. Otros, a que la Presidente va a administrar en adelante sus apariciones en dosis homeopáticas para reforzar su campaña sólo adonde lo necesita, o en favor de algún candidato que requiera de ella para ganar, es decir, no va a acompañar a ningún testimonial, por kirchnerista que sea, para perder. Como muchos de los presentes venían del cierre de las listas en Buenos Aires, hubo saludos crípticos para algunos dirigentes, por ejemplo, para Florencio Randazzo, a quien muchos ven como el ganador en esos forcejeos para imponer candidatos. Le atribuyen haber controlado el cierre con Carlos Zannini -de quien es más socio de lo que aparenta- para tener por lo menos once candidatos propios -o que sindican en la llamada La Cámpora, un lema que sirve para identificar a todo postulante que no responda a caciques tradicionales.

De ese cierre se decía que fue doble: hubo una primera clausura en Olivos, de donde salieron las candidaturas de Aníbal Fernández (primer senador), y Julián Domínguez (primer diputado) y una segunda en la Casa de Gobierno, que arbitraron Zannini y Randazzo, quien desplazó de las candidaturas a postulantes de sus ciegos adversarios, en particular en la Cuarta Sección electoral. La nueva Legislatura de Scioli le presentará al gobernador la necesidad de negociar posiciones como nunca antes, algo que al gobernador no parece preocuparle; es un estilista de la negociación que esta vez enfrenta el mismo desafío que en 2007, cuando también parecía que le ponían un vice para vigilarlo (Balestrini) y una legislatura poco favorable. En cuatro años revirtió esa situación usando su principal activo, el manejo del poder, expertise en el que supera a la mayoría de sus colegas. Del final de esa batalla de las candidaturas se comentaron otras lindezas, como la presentación del exministro Ismael Passaglia como candidato a intendente de San Nicolás, en abierta confrontación con el diputado de esa ciudad, José María Díaz Bancalari que sólo logró un lugar para buscar la reelección como diputado. Quienes escuchaban estos hallazgos del cierre no pudieron reprimir un enigma sin respuesta: ¿por qué funcionarios y dirigentes del oficialismo se han abalanzado sobre las candidaturas como si fuera el fin del mundo? ¿Para qué buscar posiciones de futuro cuando su propio Gobierno se mueve como quien ya ganó las elecciones?

Scioli, a quien estas circunstancias nunca lo atrapan, eligió el camino del medio: invitó ayer a jugar a Diego Maradona con su equipo de Los Piqueteros de Villa La Ñata, en su residencia de Tigre. El «10» tomó esa oportunidad como una despedida, jugando, antes de viajar a Dubái como técnico. Se divirtió, toleró que el gobernador hiciera varios goles, festejó varias paredes del equipo del dueño de casa y se entregó, al final, a un asado. Trataron todos de sacarle a Maradona una palabra sobre el desempeño de la Selección en el partido contra Bolivia. Eludió todas las preguntas sobre el equipo que dirige quien lo reemplazó, Sergio Batista. Tampoco habló de política.

Por este país tan agitado de internismo pasó durante tres días el expremier español José María Aznar, el que prometió nunca volver al poder en su país pero al que pocos le creen ahora cuando su partido, el Popular, que tiene a Mariano Rajoy como abanderado, está en las mejores posibilidades de suceder al declinante socialismo de Rodríguez Zapatero. Hombre con muchos amigos en la Argentina, este conservador se instaló en el Palacio Duhau de Buenos Aires y buscó entrevistarse con todo el arco político, empezando con Cristina de Kirchner, con quien habló de su verdadero propósito para visitar la Argentina, que no fue sólo mostrarse con Mauricio Macri, amigo de siempre. Aznar no sólo representa a fondos de inversión con intereses en el país -uno de ellos tiene fuertes negocios inmobiliarios en Córdoba-. También viene de asumir como director de la minera Barrick Internacional, cuyos intereses parecen siempre amenazados por las campañas ambientalistas, y quiso saber si la Argentina en un nuevo Gobierno Kirchner modificaría su posición frente a esta actividad. Se fue tranquilo porque no habrá cambios, a diferencia de los que amenaza Humala en Perú; los Kirchner vienen de una provincia minera y saben que es algo clave para la economía de los estados con ese recurso. Es el motivo por el cual el Gobierno apoyó el proyecto de peri-glaciares que perdió la batalla en el Senado frente a los ambientalistas, a los que se les unió por sorpresa el senador Daniel Filmus. Este legislador terminó por ese posicionamiento contra la Casa de Gobierno -además precipitó una derrota para el Gobierno- de perder el favor del oficialismo, y se comprueba en el apoyo a reglamento que hace de su candidatura porteña.

Sobre esto y otras cuestiones habló Aznar en la decena de reuniones que tuvo en Buenos Aires; la más estridente fue la cena del lunes en casa de Valeria Mazza y Alejandro Gravier, sobre el río en Acassuso. Los dueños le acercaron un lote de invitados entre quienes estaban Mauricio Macri y Juliana Awada, Mirtha Legrand, Santiago y Eva Soldati, Alejandro Mac Farlane, Ernesto Gutiérrez, Jorge Sánchez Córdoba, el ministro macrista Francisco Cabrera, «Tato» Lanusse y hasta el modisto «Beni» Fernández. Les ofrecieron como postre una torta cuya confección total se atribuyó la dueña de casa, y su marido tuvo un desprendimiento de su bodega cuando abrió varias botellas de un vino Norton (el Gernot Langes, dicen que cuesta más de u$s 100 la botella; no quedó ninguna). Ante este auditorio, Aznar estuvo sentencioso ante las preguntas tópicas sobre cómo ve al país. Se cuida de hacer criticas al kirchnerismo cuando hay más de dos personas. «No he venido a hablar de gobiernos», elude. Hoy es un hombre de negocios y no son oportunos los enemigos innecesarios, más cuando en esa tarde de lunes había estado con hombres que tienen precepciones distintas, como Eduardo Eurnekian. En sus conferencias sostiene el argumento de que América Latina tiene una gran oportunidad porque hay un espacio que dejan vacante el exitoso BRIC (Brasil, Rusia, India y China) y el grupo de países que pierden influencia, como los del G-7, Estados Unidos, Japón y la Unión Europea. La clave de esa oportunidad, dice, es el crecimiento de las clases medias en la región, un proceso más que interesante. En la cena en lo de Gravier, gustó mucho su crítica a la inseguridad en los países de la región (supera, dice, en tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes a Africa, Europa del Este y a los países industrializados de Europa). Pero remató con preguntas sobre qué habría que hacer. El resto de la semana, hasta el miércoles, cuando pudo recién bajar por los problemas con los vuelos, estuvo en almuerzos como el de la casa de Santiago Soldati, también con intereses en la actividad minera, y una serie de cafés en donde estuvieron, de nuevo, Macri, la senadora María Laura Leguizamón, Carlos Avila y otros que lograron ver al español sin que nadie se enterase. En algo andarán. Contra lo que algunos esperaban, en estas elecciones no hay compromisos de ayuda del PP español al macrismo. Las reuniones con el candidato a la reelección en la jefatura porteña fueron largos paseos por la agenda internacional pero sin que se concluyese, como ocurrió en anteriores elecciones, en apoyo alguno para una campaña que Macri prefiere limitar a unas pocas acciones que no perturben el resultado ganador que espera por lo menos en la primera vuelta del próximo domingo.

Vamos al quincho político de la semana, que pareció más una multipartidaria que un casamiento. Formalizaba en la noche del sábado en el comedor central de La Rural el exdiputado peronista Aníbal «Toti» Leguizamón, hombre de La Plata que llegó al Congreso con los Rodríguez Saá pero que ahora intenta volver como 7° candidato del GEN de Margarita Stolbizer, después de un largo purgatorio en el ARI de Elisa Carrió, cuya pata peronista intentó construir. La boda sellaba su pareja con una novia de juventud, Angela Santachita, a la que esperó años, en una demostración de su temperamento. A diferencia de muchos políticos, este «Toti» apuesta fuerte, por eso pierde y gana en sus aventuras, a diferencia de otros colegas que más parecen corchos flotadores. Pertenece a una familia política, su hermana es diputada nacional después de militar con Eduardo Duhalde, Gustavo Beliz y, desde 2003, con los Kirchner; es la candidata a senadora nacional como segunda de Aníbal Fernández. La curiosidad de esta boda es que la fiesta reunió a tribus políticas que suelen vivir enfrentadas y que convivieron por unas horas en paz. Estaban desde veteranos del duhaldismo, como los exdiputados «Chicho» Basile y Raúl Alvarez Echagüe (figura clave en la era duhaldista en la provincia de Buenos Aires), hasta un seleccionado de la juventud K de diversas agrupaciones, como el superintendente de Seguros y candidato a intendente de San Antonio de Areco «Paco» Durañona y Vedia, hasta Guillermo Piuma, hombre de Antonio Cafiero pero que orbita en el oficialismo, pasando por José María Vernet, candidato a vicepresidente con Alberto Rodríguez Saá. En las mesas había amigos del novio, como el exdiputado radical Marcelo Bassani, el abogado Rodolfo «Barbito» Iribarne, el permanente Moisés Ikonicoff, los empresarios José Ignacio de Mendiguren, Luis Betnaza (excuñado del novio pero también padrino de la boda), David Uriburu (también de Techint), Teresa González Fernández, Juan Pablo Maglier y el animador Fernando Bravo.

En la mesa que ocupaban hombres del oficialismo como Mariano Pinedo, Fernando Gril, Agustín Carrizo (nieto del médico Ramón Carrillo) y Martín Voss se desmenuzó el cierre de las listas de candidatos en Buenos Aires, proceso en que la autodenominada «Cámpora» aparece como principal beneficiaria adonde reportaban varios de esos comensales. En otro rincón, Ulises «Coco» Giménez, apoderado del FpV bonaerense, junto a Jorge Landau, explicaba por enésima vez la aplicación de la ley, casi de paso porque debía volver a La Plata a firmar, en la junta electoral, la presentación definitiva de las listas. Juan Amondarain, operador de Sergio Massa, se sumó a la charla con pronóstico sobre cómo el método Cristina va a producir un anticuerpo dentro del peronismo.

Betnaza y Uriburu, de Techint, compartieron la mesa con De Mendiguren, como si quisieran dar la señal de que la distancia que tienen en la UIA se ha achicado (en la fiesta cada cual elegía su mesa). Para confirmarlo, se comprometieron ayer a ir juntos a un asado para pocos en lo del titular de la UIA. El tema de la mesa fueron, obviamente, las especulaciones sobre el resultado de las elecciones, un verdadero laberinto de razonamientos al que las encuestas agregan más incógnitas. Todos coincidieron que Mauricio Macri se equivocó al bajarse de la carrera presidencial. Se admitió en esa mesa que estas elecciones tienen paralizadas inversiones porque lo que viene después de octubre es incierto; puede ser un gran ajuste o una gran radicalización de la economía. Coincidían en que las ventas minoristas están retrocediendo y que aumentó la mora en los créditos personales.

Como el local respeta la veda al tabaco, los corrillos se extendieron hasta las cinco de la madrugada en una media carpa que protegía a los adictos del frío y de tomarse alguna copa. Allí se produjeron los diálogos más ricos entre representantes de las tribus, como por ejemplo los que especularon sobre cambios en el gabinete si Cristina reelige. Algunos creen que son esperables en puestos con candidaturas importantes (Economía, Jefatura de Gabinete, Agricultura), aunque otros creen que podría haber renuncias a bancas o continuidad con licencias legislativas. Todos creen que podría haber una reforma de ministerios, como eliminar Economía y pasarle secretarías a Infraestructura, y crear Hacienda para la administración financiera. O que Infraestructura pasase toda a Economía, salvo Comunicaciones, que podría pasar a la jefatura de Gabinete bajo el control de Juan Manuel Abal Medina. En un aparte en el área de fumadores -donde la ausencia de música permitía hablar-, el matrimonio doblegó a la política: la hermana y madrina del contrayente, María Laura Leguizamón, compartió charla con Montenegro, ante la mirada de Canicoba Corral.

En esos corros de fumadores se destacaba una representación judicial, encabezada por Rodolfo Canicoba Corral, quien lució uno de sus mejores chalecos, y por el federal Ariel Lijo, a quien todos saludaban. Pocos entendieron por qué, pero otro de los invitados, el ministro Guillermo Montenegro, explicó que Lijo, junto a su hermano Alfredo, abogado, habían ganado la «Rody Cup», competencia de truco que es tradicional entre hombres de ley y empresarios, que se libró el lunes que pasó en el local de tangos que funciona en el que fue el cine Metro. Había mucho entusiasmo en el ganador. ¿Por la copa?, preguntó uno. Nosólo por eso», dijo uno de los participantes.

Esa copa se juega cuatro veces al año y esta vez el anfitrión generoso fue el empresario Diego Mazer, quien supera su profundo dolor riverplatense poniendo a disposición el espléndido salón art déco del primer piso de Tango Porteño. Hubo 22 participantes que antes del juego compartieron un menú a la carta en el que no faltaron los langostinos y el salmón. Fue ocasión para charla políticas como la que protagonizó Emilio Monzo, asesor de Macri y a quien algunos le auguran un cargo importante si hay reelección en Capital, junto a Diego Santilli y Javier Goñi. Dominaba la crisis de River en los comentarios y el destino de Daniel Passarella. El ministro sciolista de la Producción de la provincia, Martín Farré, y el titular de AySA, Guillermo Scarcella, defendían como buenos escuderos la gestión del gobernador y criticaban el maltrato recibido en los últimos días por algún sector kirchnerista. Antes de comenzar hubo una especie de entrega de premios consuelo por el jugador de más talla de estos torneos y por ende el mejor, el fiscal Guillermo Marijuan, quien fue buscado para fotografiarse junto a los consolados perdedores. Iniciado el juego, rápidamente fueron eliminados el fiscal Carlos Stornelli, a quien le aconsejaron que mejor se dedique a seguir coleccionando relojes antiguos. Igual suerte corrieron Jorge Ballestero, Eduardo Freiler y Marcelo Rochetti, el empresario Riki Faena, el marchand Gutiérrez Zaldívar y el dueño de casa, Mazer. Como buenos perdedores, junto a Guillermo Scarcella y Canicoba Corral presenciaron la final. Farré y su pareja, el exintendente de Campana Jorge Varela, enfrentaron a los hermanos Ariel y Fredy Lijo. Una vez más triunfó la justicia y se vio a los dos, reconocidos «bosteros», festejar por segunda vez en la semana. Para ellos el año está cerrado.

Alta convocatoria en el quincho benéfico de la semana; fue el martes por la noche en la cena de recaudación de fondos de Unicef para la educación. En la denominada «Impact Art» se remataron pinturas que jugadores de fútbol realizan al patear tarros de pintura. Mauricio Macri, acompañado en el escenario por Mario Pergolini, exhibió sus dotes de recaudador: era quien presionaba a los 600 comensales para que oferten por las «obras». Ejecutivos de empresas y hombres del fútbol dominaban en las mesas. Así se vio a José Berardi (vicepresidente de Boca), Rómulo Zemborain, «Poroto» Cubero, Fernando Rafaíni (Vélez Sarsfield), Carlos Abdo (San Lorenzo) entre otros. Entre los «extrafutbolísticos» estaban «Aíto» de la Rúa, el empresario Alejandro Ginevra, Gerardo Ferreyra (Electroingeniería), «Guga» Castagnino (Mercedes-Benz), Fanny Mandelbaum -candidata denarvaísta a diputada nacional por la Capital-, Iván de Pineda y «Georgie» Neuss (hijo de Germán). Allí se conoció que «Aíto» dejó de ser mánager de Shakira por unos días y llegó al país porque su hermana, Agustina, está por ser madre por sexta vez. Actualmente reparte domicilio entre Madrid y Nueva York. Macri debió soportar varios contraataques en su lucha por juntar fondos. «Deducímelo de Ingresos Brutos», pero aun así pudo absorber $ 354.500 para Unicef. Florecieron las bromas sobre la situación de los hinchas riverplatenses y entre ellas un dato curioso: los hijos de «Jota Jota» López concurren al Colegio Palermo Chico. Para evitar mayores inconvenientes, las autoridades de ese establecimiento educativo prohibieron que se trate el tema futbolístico. La «obra de arte» de Martín Palermo marcó un récord en lo que a subastas se refiere y se pagó $ 60.000 (lo hizo Berardi). Un ejecutivo de otra empresa argentina, fanático de los «exmillonarios», abonó $ 50.000 por la «obra» que hicieron en conjunto J.J. López, Matías Almeyda, Daniel Passarella y el «Pato» Fillol. Claramente fue un apego a Unicef más que a River.

Vamos a terminar con un chiste laboral:

El gerente de una empresa se plantea si hacer el amor con su esposa es trabajo o placer. Llama al director general y le transmite su duda. El ejecutivo, que en ese momento hablaba largamente por otra línea con su amante, responde: «No sé, tengo que estudiarlo». El gerente le da una hora para responder. El director general va a ver al de Recursos Humanos y le dice: «En 45 minutos tenés que averiguarme si es trabajo o placer que el gerente haga el amor con su esposa». El hombre, que estaba jugando online en su computadora, llama al jefe de Personal y le dice: «Tenés media hora para decirme si es trabajo o placer que el number one haga el amor con su mujer». El jefe deja de tomar mate y va a la oficina del empleado González, que tiene el escritorio cubierto de papeles.

Y le dice: -González, ¿qué te parece a vos? El geren-te hace el amor con su mujer, ¿qué es: trabajo o placer?

Sin titubear, el empleado responde:

- Placer.

- ¿Y por qué estás tan seguro?

- Porque si fuera trabajo ya estaría yo en la cama con la jefa.

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