18 de agosto 2009 - 00:00

Cupones Bursátiles

Respecto de las miles de empresas que revistan en la nómina de nuestra economía, apenas una mínima expresión -y cada vez menos- es la que posee cotización en la Bolsa de Comercio. En otras épocas, aunque siempre el porcentaje sobre el total resultara mínimo, bien podía llegar a decirse que la esencia de la economía de la Argentina tenía sus acciones listadas en la Bolsa. Cotizar sus papeles no resultaba una actitud simplemente formal, o con escasos beneficios -en relación con los gastos administrativos que ello implica, así como tener que estar a libro abierto de sus negocios-, sino que una empresa que quería adquirir peso relevante en lo comercial, fácil acceso al crédito y otras ventajas, deseaba integrar la nómina de cotizantes. Porque hacerlo, y por encima de todo, otorgaba prestigio.

Como el propio país, en el historial bursátil de más de siglo y medio de vida, lo mejor, lo más sabroso y pujante, hay que hallarlo en el pasado -lejano- y no en el presente. Pero es curioso cómo todavía el sistema da sus periódicas señales y su utilidad general, aunque nadie que lo disfrute se digne remarcarlo. Un ejemplo concreto -y se reitera cada trimestre- sucedió días atrás. No hubo medio masivo que no dedicara página destacada a mencionar los pormenores del retroceso del semestre en la actuación de las empresas, dando desde distintas ópticas cifras y relaciones de balances de sociedades. ¿Sobre qué base, señores? Sobre la base de lo único que puede conocerse -con datos ciertos y confiables- del andar de las compañías en nuestro país: los balances que deben entregar las firmas a la Bolsa de Comer-cio, puntillosamente realizados. Puede decirse que en las notas realizadas hay una falacia, porque decíamos -y es cierto- que cotiza sólo una mínima expresión del total de compañías. Y ya, desgraciadamente, hay muchas sociedades clave de nuestra economía que no revistan como cotizantes.

A través de la información que produce la Bolsa, con sus normas y obligaciones, la sociedad llega a tener una idea -así como analistas, consultores y economistas- de cómo están las cosas en los diversos sectores de actividad nacional. Buscar datos de empresas «cerradas» es casi como procurar un secreto de Estado. Es sólo una pequeña muestra sobre «para qué sirve una Bolsa». Si la Presidente y su gabinete asistirán a la reunión del próximo día 27, podrían tomar nota de ello -con todo respeto- y averiguar, además, qué otras prestaciones brinda al país poseer una Bolsa.

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