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Cupones Bursátiles
Como el propio país, en el historial bursátil de más de siglo y medio de vida, lo mejor, lo más sabroso y pujante, hay que hallarlo en el pasado -lejano- y no en el presente. Pero es curioso cómo todavía el sistema da sus periódicas señales y su utilidad general, aunque nadie que lo disfrute se digne remarcarlo. Un ejemplo concreto -y se reitera cada trimestre- sucedió días atrás. No hubo medio masivo que no dedicara página destacada a mencionar los pormenores del retroceso del semestre en la actuación de las empresas, dando desde distintas ópticas cifras y relaciones de balances de sociedades. ¿Sobre qué base, señores? Sobre la base de lo único que puede conocerse -con datos ciertos y confiables- del andar de las compañías en nuestro país: los balances que deben entregar las firmas a la Bolsa de Comer-cio, puntillosamente realizados. Puede decirse que en las notas realizadas hay una falacia, porque decíamos -y es cierto- que cotiza sólo una mínima expresión del total de compañías. Y ya, desgraciadamente, hay muchas sociedades clave de nuestra economía que no revistan como cotizantes.
A través de la información que produce la Bolsa, con sus normas y obligaciones, la sociedad llega a tener una idea -así como analistas, consultores y economistas- de cómo están las cosas en los diversos sectores de actividad nacional. Buscar datos de empresas «cerradas» es casi como procurar un secreto de Estado. Es sólo una pequeña muestra sobre «para qué sirve una Bolsa». Si la Presidente y su gabinete asistirán a la reunión del próximo día 27, podrían tomar nota de ello -con todo respeto- y averiguar, además, qué otras prestaciones brinda al país poseer una Bolsa.
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